“Máscaras en el aire. Candelaria fe y fuego”


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Escribe: Los Andes | Cultural - 11 Jan 2015


Los últimos días de diciembre del año 2014 salió a luz el nuevo poemario de Boris Espezúa Salmón, anunciado hace muchos meses atrás, y en algunas ocasiones -a través del Diario Los Andes-, atisbado merced a la publicación de poemas inéditos. “Máscaras en el aire. Candelaria: Fe y fuego” (así se llama el libro) se presentó el 19 de diciembre del año pasado en el auditórium de la sede central del Gobierno Regional de Puno, debido a que su publicación se dio gracias a la gestión del Presidente Regional saliente, Mauricio Rodríguez Rodríguez, dentro del Proyecto impulsado por la Gerencia de Desarrollo Social del Mejoramiento de nuestras identidades costumbristas de la Región.

El libro-álbum está acompañado por fotografías a todo color de Guido Serruto Rosselló y la acuarela de Aurelio Medina Moshó. Es un poemario mural que poetiza las danzas de esta parte del país, mostradas en la Festividad de la Virgen de la Candelaria, en los Carnavales de Puno. Tiene cuatro partes: La primera, “Entorno”, contiene poemas como el origen de la danza, máscaras Danzante en Candelaria y otros, donde se muestra la raíz y el contexto donde se desenvuelven nuestras danzas. La segunda, “Festividad de la Candelaria”, refleja poéticamente todo el proceso de la Festividad, desde las vísperas, albas, procesión y adoración a la Virgen, fiesta y cacharpari, con un abordaje interdisciplinario de elementos antropológicos, sociológicos, filosóficos y de teoría de la danza; la tercera, “Danzas Autóctonas”, muestra danzas como las Tarkas y Pinquilladas, Sicuris, el Kawiri, Danza de la marca del Ganado y otros, que dan a conocer el enorme acervo ancestral de nuestras danzas y su pluralidad (que a la vez es pluralidad cultural de lo que constituye nuestra riqueza dancística en toda nuestra región). La última parte, “Danzas de Luces”, es un versar a la Diablada, Morenada, Saya y Llamerada, que incluye al final a la Pandilla Puneña y al Kajelo. Una peculiaridad de este aporte es su carácter multifónico y polisémico; hay personajes que hablan, como Santiago el Turista Ilustrado, El Kusillo, El Ayarachi y La China Diabla, interpolando el texto poético y, como sujetos poéticos, reflexionan, gritan y escrutan las danzas desde su sentido simbólico, ritualista, mítico y religioso. Es una propuesta atípica que, a propósito de la declaración por la UNESCO de La Festividad de la Virgen de la Candelaria como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, nos impetra a ampliar nuestras visiones en un horizonte de estéticas y propuestas para apreciar mejor nuestra riqueza dancística. El cuerpo al danzar tiene su lenguaje; la danza es la vida misma, y el danzante el que encarna estos elementos de nuestra esencialidad, como son el aire, el fuego, la tierra. Los puneños danzamos porque nuestro barro, nuestro ser-estar está basado en torno a las danzas, que es constitutiva a nuestra ontología. El simbolismo que generamos acaso no es toda la fantasmagoría de toda nuestra historia, de toda nuestra idiosincrasia que se vuelca libérrima, bronca y terrígena.

La venta de este libro-álbum se realizará a partir del 15 de enero en el CENDOC y con seguridad seguirá suscitando comentarios, lo que ratifica el estro poético de Boris Espezúa como domeñador de la puneñidad poética actual, como sostiene su comentarista Hernán Cornejo Roselló. Aquí presentamos algún segmento de uno de los poemas consignados en el libro:

Danzar en el aire mágico

Cada muerte tiene su fiesta
de resurrección.

Mijaíl Bajtín

I.- La música talla líneas de agua en mis huesos astillados y húmedos, de aquellas ruinas humeras y excavaciones de voces de amoniaco que ahora saltan de mis extremidades.
Esa música escarba colágeno matriz en el aire, impulsos castaños, sacados de una piedra hundida donde la atmósfera se detuvo.(4)[1]
En los huesos de esa brisa y de esas voces de nuestros antepasados se solidificaron los alaridos que ahora se esparcen en movimiento.
Y todos danzando, intentamos asir sus ecos en los dientes y tobillos, ahora que todos cruzamos el humo que ardía y mojaba el musgo.
En homenaje a ese hombre que había nacido de la espina del pez y del huevo negro de esas piedras porosas.
Desde el soplo de esas piedras pretéritas vendrán las vibras a curar tu canto, con el espíritu de la Virgen que humea en los umbrales de la fe, donde la devoción está con los pies desnudos.
Fueron esos pies lavados, devotamente todo el año, que al danzar incrustaron su carne al fuego, cortando en la línea el agua desde la aridez del respiro, cargado de altura y de sus dolores reumáticos.

II.- En el corazón se encuentra el sol interno, el fulgor de los equinoccios, donde dormita el quejido de la luz que hace latir el nublo y el albatros del danzante.
Se irriga con el aire y la sangre que viene de la herencia por nuestra mente. Su irradiación cosmogénica eleva el pensamiento y dicta los rituales de la naturaleza, la forma de equilibrar la mente y cuerpo.
Al aspirar el aire introducimos vibraciones, una cabeza de ángel desprendida del alba en nuestro interior y cientos de arcoíris que bajan de la puerta del cielo donde hacemos bailar peces de plenitud y posteridad.
Aspiramos profundo ...sssssssssss… y llamamos a la energía creadora. Exhalamos ...ssss..aaaa… instalamos el aire de la voluntad en el acto.
Ese aire nos concede iluminación y rasga el velo de nuestra voz interna que se desgarra desde las llagas, para traspasar el límite de la atmósfera de palabras y la buena ventura voluptuosa de la carne.
La sangre oxigenada del danzante, arranca y dinamiza raíces, extiende sus lenguajes plurales y nos abre las ramificaciones y cavidades bronquiales que armonizan los extravíos del mundo.

III.- Son las cosas sin nombre las que llevo en mi capa de danzante, la sangre que late en las sienes y en los fémures.
Por mis ojos algún escarabajo salta y vuela con el agua que se esconde tras el humo del fervor que se escapa.
Por eso quiero atrapar a la música, tenerla entre mis manos y como agua rociarla por toda mi entidad y mi espíritu.
Pero como no puedo atraparla, me consuela que esté pintada en mi voz, alborotando la quietud de mi ser festivo.
Mi corazón es la ciudad más grande y suspendida que conozco, labrada y rajada por la locura del aire.
Cuando danzo pasa un frescor desasfixiado, una bandada de pájaros rojos salen de mis costillas y sueltan cuerda para volar y encender la noche.
Danzo por los bosques de mis manos y los ríos de mis pies y mis ganas de danzar lo parte todo, incluido los mares y sus desvaríos que corren por mis venas.

IV.- Danzo para morir a solas y resucitar con la nueva brisa y nuevo río, para que entren en las piedras y pajonales la lluvia, resonada. Soy esas dos sangres, dos caras, dos relámpagos que se unen en mí.
Mis pasos cicatrizan los callos del aire, congela el agua evaporada que nace con la muerte. Dentro de mí, hay otro hombre que está fragmentado en esa respiración, con otros cielos, con otra entraña de aliento, escudriñamos en espacios partidos de los colores espectrales, con unción sagrada, con una jeta desafiante y un ojo durmiente.
Se transportaban en la danza, el labio en la risa, la ceja en el vuelo, la fiebre en el mentón, la voz incrustada en el muslo alado. Hay un sonido impar que es contrario al ritmo de la pareja sorda.
En la brisa toda fuga náufraga, toda desnudez rejuvenece y a los ojos les hinca las espinas de la respiración salada.
Que no me falte el agua y no me devore la sed en plena danza, no hay pie en el rastro, cuando la sonoridad de una banda me avienta al baile con desenfreno.
Donde el humo hace caricias a mi máscara y hace que la tierra gire despacio por la luz de tus ojos que mi canto encandila[2](5).

V.- La Candelaria nace de un ojo de paloma, de la fe en media negrura, en medio vuelo busca en la venas de una Kantuta, sus raíces.
Es por esa fe que hundo mi cicatriz como señal de alzada, es por el rezo que crece la oración hasta llegar al cielo,
con su aire que se escapa de mi vista, que drena liturgias y contiene clemencias y propicia mareas para hacer temblar a la luna.
Ese aire hace al hombre triangular, pasa de ser dual, circular a tres espacios temporales, con las dimensiones del soplo y del tuétano.

[1] (4)Santiago: La música se liga al misterio, es la expresión de lo que no tiene voz por sí mismo. La luz y el fuego se transmutan en ritmo, canto y ese espíritu emana de la tierra. En los entresijos de la música están los ojos transparentes de la naturaleza viva que se muestran radiantes como las piedras de los ríos.
[2] (5) Santiago: La vida es danzar. La contención de emociones es el mayor clímax de estereotipos entre lo místico y lo corporal. La parodia y la sátira. Los danzantes tienen el poder emocional, el modo erotizado de entrar en trance con el cuerpo y que cada movimiento sea interpretado por el aire.


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