La misteriosa ciudadela de Ayavile y uno de los periodos más violentos del antiguo altiplano


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Escribe: Los Andes | Cultural - 03 Jan 2016

Hay un conjunto de ruinas que, aún hoy, nos dan visos de uno de los periodos más violentos del altiplano, cuando los pobladores preferían recluirse en altas mesetas cercadas con grandes muros. Uno de ellos es Ayavile.


En el periodo llamado Intermedio Tardío, entre aproximadamente 1300 y 1450 D.C., los pobladores de Puno preferían construir sus asentamientos en lo alto de los cerros, lejos de fuentes de agua y, de preferencia, rodeados de barrancos. Alrededor levantaban altos muros interrumpidos por angostas entradas. Los pobladores sacrificaban la comodidad por la seguridad y, considerando el esfuerzo dedicado a la construcción de muros en comparación con lo destinado a las casas, a salvaguardarse de los ataques, que era la prioridad en aquella época.

Algunos historiadores llaman a este tipo de construcciones, “Pukaras”. Hay más de 100 distribuidos por toda la región y en mayor parte están agrupadas en pequeños conjuntos. Su existencia señala una de los periodos más violentos de la historia del altiplano antiguo, ese que llaman el de los “reinos aymaras”, que se extendió aproximadamente entre los años mil 200 y mil 400 de nuestra era.

Uno de esos “Pukaras” se encuentra exactamente a 7, 4 kilómetros del pueblo de Vilque, en el extremo sur del largo cerro Calvario. La conocen como Ayavile (de Aya=muerto y Vile, de significado discutible que se asocia con la palabra “oculto”) o Ciudad Perdida, y está ubicada en Muñapchupa, la parte del cerro Calvario, la cual está protegida por altos muros naturales de roca.

Con llegar al lugar, uno puede comprender las razones de la ubicación. Cualquier columna de guerreros enemigos de los antiguos pobladores de Ayavile sería descubierta muy fácilmente por los vigías. Por otra parte, si un grupo quisiera incursionar rápidamente, llegaría con menos energías, dado lo empinado del acceso, y diezmados por galgas o puntas de lanza lanzados desde arriba.

La única manera de llegar sin superar una pendiente pronunciada, sería desde el lado norte de la meseta. Por eso los antiguos lugareños construyeron tres muros paralelos. Los muros, sin bien toscos, son altos y sólidos y, en su lado interno, presentan vestigios de corredores para el desplazamiento de guerreros.

Tres muros cierran completamente el acceso norte. El primero es más ancho y alto. Dos metros y medio y tres metros de ancho. Las entradas son de dos a tres metros. El segundo muro tiene dos metros alto y dos de ancho; el tercero, un metro medio de ancho.

¿Qué protegían los muros? Pues un gran asentamiento humano. Juan Sacarías Rivera Gutiérrez, estudioso de la historia y asiduo visitante de esta zona, calcula en 60 hectáreas la extensión de Ayavile.

Para algunos, el hallazgo de batanes y objetos de uso doméstico descartó hace mucho el uso exclusivamente militar de las Pukaras. Para Juan Sacarías, Ayavile fue una fortaleza militar: el hallazgo de pequeños morteros no implica vida familiar, sino objetos de uso personal de soldados. Además, indica, no se hallaron tantos indicios de hogueras ni grandes basureros. Lo cierto es que falta mucho por investigar mediante excavaciones.

Una investigación del profesor Wilfredo Coronel indica que el grupo étnico “Willcas” ocupó la ciudadela. Justamente el nombre actual del distrito (Vilque) deriva de los antiguos ocupantes, tal como lo recuerda Sacarías. Un estudio contabilizó 18 grupos de Pukaras en la zona, es decir, notaron que estas ciudadelas no crecían al azar, sino siempre en grupos, de lo que se presume que conformaban alianzas defensivas.

La construcción característica del complejo es una especie de choza de base circular hecha de piedras. Esta base tenía dos capas de piedras, un tipo de piedra clara, para el interior, y un tipo de piedra plomizo para el exterior, ambos unidos por una capa de barro a manera de argamasa. Junto a esos círculos de piedra se pueden encontrar varias piedras agujereadas que servían como las estacas de las modernas tiendas de campaña. Estas piedras sostenían cuerdas que aparentemente le daban estabilidad a alguna estructura hecha, seguramente de ramas de madera, paja o cueros, los únicos materiales disponibles en la zona.

Estas chozas forman una suerte de “barrios” y se agrupan alrededor de un patio. Cada grupo de casas forma un patio y varios patios están interconectados por unas calles angostas. La mayor parte de las calles desembocan en un patio central o “plaza”, ubicada casi en el centro del asentamiento. Cerca a la plaza se puede encontrar una piedra con un gran agujero, aparentemente usada como molino, aunque no se descarta que haya tenido algún uso ceremonial, pues muy cerca de esa roca se encuentran otras rocas con agujeros más pequeños.

El cómo vivían los habitantes de Ayavile quedará como una de esas curiosidades que guían el quehacer de los historiadores. Hoy, desde la altura de Ayavile, se puede ver a los pequeños pueblos de Vilque y Tiquillaca, pero sus antiguos pobladores tenían a la vista solo a la preciosa laguna de Umayo y, quizá, también a las ocasionales señales de humo de otras ciudadelas aliadas, tal como lo postuló un estudioso de apellidado Stanish.

Otro vestigio de un probable método para guardar la información es una roca aplanada por un lado que muestra numerosas marcas lineales. A varios, les parece ver una especie de mapa de la ciudadela, aunque se puede decir que se trata de una especie de libro contable. Esta roca, desgraciadamente, fue partida y alguien se llevó gran parte de lo que podrían ser inscripciones de los antiguos pobladores. También existen rocas agujereadas, probablemente para contabilizar ayllus o grupos humanos.

Aquí conviene señalar que gran parte de los vestigios se pierden de a pocos. Una razón es que los pobladores de la zona, en sus ocasionales incursiones, se llevan algunas piedras para usarlas como estaca de ganados; si hallan una antigua piedra tallada a manera de batán también se la llevan, lo mismo con varias rocas agujereadas, ya que se pueden atar fácilmente sogas para sujetar animales pequeños. Todo vestigio está siendo arrasado de a pocos, al paso de los siglos. Mauricio Ticona Calsín, regidor, presidente de la comisión de Cultura Deporte del distrito de Vilque, indica que una restauración es urgente y que el lugar tiene gran potencial como atractivo turístico.

En el complejo también se puede encontrar una chullpa en muy mal estado y de acabado rústico. En las faldas del cerro, muy cerca a la ciudadela, también se pueden encontrar más chullpas, todas ellas, señala Juan Sacarías, construidas mucho después de que la ciudadela haya sido desocupada; la diferencia entre la destreza en la construcción de Chullpas y la de los muros apoya esta afirmación.

Según el investigador, la ocupación de Ayavile no fue muy larga, pues la estrechez de las calles y la fragilidad de los campamentos indican de que no estaba pensada para albergar población largo tiempo. Una vez que pasó la necesidad de frenar alguna invasión, la ciudadela fue abandonada, indica. Este también es un argumento a favor del uso exclusivamente militar.

Otra evidencia de la corta ocupación es la de la existencia de pequeños cementerios. Una población asentada largo tiempo en un lugar genera cementerios más grandes y entierros más elaborados; sin embargo, en los dos cementerios, uno ubicado al sur y otro al este, se encuentran alrededor de 60 entierros en regular estado de conservación. Las tumbas son simples, se distinguen por montículos de piedra y barro y, en los alrededores, se ven abundantes restos de cerámica.

Basta dar una vuelta para hallar algunos huesos de algunos de los antiguos pobladores expuestos al sol y las heladas. Estos restos se desgastan y pierden rápidamente, al igual que los de la ciudadela y de forma semejante a lo que ocurrirá con los restos de nuestras actuales ciudades.

FOTOGRAFÍAS :

PIEDRAS AMARRE
Sirven a manera de estacas para estabilizar el techo de las casas que probablemente eran de trenzando de paja o cuero.

PETROGRABADO
Aunque se especulaba que fueran mapas, la forma de las marcas no reflejan no expresan la conformación de las calles aunque se distinguen por contener información contable.

MORTEROS RITUALES
Hay uno cuadrado y otro en forma circular; muy de cerca se pueden encontrar agujeros más pequeños. Si se llenan de agua se forman espejos para ver el de la luna y realizar cálculos astronómico

“PLANO” DE PIEDRA
Hay una roca que tiene todos los visos de de ser un registro de andenes. Aparente la roca fue posterior así como los andenes que se ubican cerca al cerro.


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