Wilson Chiara: “El mundo es un dibujo en donde todo se ensaya”


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Escribe: ENTREVISTA: Armando Villanueva Turpo | Cultural - 20 Nov 2016

Nuestro entrevistado, Wilson W. Chiara (Juliaca, 1987), ha publicado poemarios como “La ausencia de tu mirada” (Checca Ediciones, 2010), “Anaqueles” (Checca Ediciones, 2013) y pronto verá la luz “El cazador de sombras” (con el que ganó los Juegos Florales Pez de Oro de la Universidad Nacional del Altiplano, 2013).


—Alguien dijo que tú eres quizá la máxima expresión de tu generación en producir libros objeto...
—Yo nunca me he considerado un poeta. Cuando escribo siempre tengo miedo, miedo no a la crítica de las personas sino miedo a mí mismo, porque sé que está mal… pero, en mi inconsciente, tengo la certeza de que la persona a quien le escribo lo va a leer y cuando lo lea lo va a entender, no interpretando el texto mismo, sino intuitivamente, y se va a conmover con eso...

—No eres poeta según tú. ¿Qué eres mientras escribes cartas?
—Nunca me he sentido una persona hecha, siempre estoy con mis miedos… y mis miedos aparecen en mis versos. Casi siempre utilizo las metáforas del dibujo, del ensayo... Las utilizo por el hecho de que me parece que el mundo es un dibujo y que todo se ensaya… se busca la esperanza. Y cuando escribo mis poemas trato de ser yo (no en el sentido narcisista, sino humano).

—Otra vez dijiste miedos. ¿Tanto miedo a qué?
—Le tengo miedo al ser humano. El ser humano es cruel, autoritario… muy pensativo y poco sensible. Y le tengo miedo sobre todo a su inteligencia.

—¿También a la chica que te diriges en tus cartas poéticas?
—No, ella… ella es una… es…

—Qué, ¿a ella no le tienes miedo?
—¡A ella le tengo pavor! No le tengo miedo.

—¿Cuál es la diferencia entre pavor y miedo?
—El miedo es cuando una persona conversa con otra con cierta inferioridad, mientras que el pavor es cuando un niño ve desde una esquina lejana a la persona que quizás quiera ver.

—¿Y quién es esa persona que te da pavor?
—Con el transcurrir del tiempo, yo conocí a varias personas, y mientras más conocía a la musa más miedo me daba, por el hecho de que son casi incognoscibles… Y eso me da miedo. En cada mujer hay un misterio.

—Azumi, por error de edición, según se dijo… Y en verdad Izumi. ¿Quién es Izumi?
—Izumi es un nombre y dentro de este nombre está una persona y esta persona es un misterio que nunca llegué a conocer. Pero me guardo un bonito recuerdo. Porque ella me enseñó que la lluvia no te hace daño sino que puedes jugar con ella aunque lamentablemente al día siguiente padezcas de resfrío. Eso es Izumi. Izumi fue una parte de la vida que quise tener… En “La ausencia de tu mirada” le dediqué cuatro poemas. Lamentablemente nunca le pude decir sinceramente lo que en verdad yo sentía; lo único que le demostré fueron las torpezas como verdaderas cátedras de mi enseñanza.

—Veo que ella está siempre ahí… y tiene entrañable relación con tus poemas...
—En la vida real Izumi sí está; pero en el poemario no. Por el hecho de que una mujer es un mundo incognoscible… En el poemario, en cada carta, hay… son diferentes mujeres, y el conglomerado junta a Izumi, que fue incognoscible, como te dije.

—¿Y cómo así ella llega a ser tu “musa”?
—Handors Hata dice que cuando se está solo por fin se es alguien. Izumi contradijo esa visión: cuando yo estaba con ella, ahí yo sabía que yo era alguien; pero, cuando estaba solo, me daba cuenta que no era alguien.

—Izumi va a leer esto…
—Espero que no lo lea. Porque, si no es así… me va a odiar más. El epistolario no fue por el hecho de rendirle homenaje o culto a ella. El nombre me pareció un poco más decorativo, porque debería tener un nombre, y yo, de tanto que escogí, llegué a la conclusión de que su nombre representaba lo que yo no era: como ella me dijo, una vez, que Izumi, en el término japonés —si no me equivoco— significa primavera o alegría.

—Por qué decides publicar estas cartas.
—Por el hecho de que las tenía ahí... Yo era un amante de la época del romanticismo, y hasta ahora lo soy: las cartas para mí simbolizan el amor sin censura. Y también porque necesitaba liberarme de tanto sufrimiento, tanto estrés…

—Discúlpame, Chiara, pero voy a hacerte una repregunta. Nunca te consideraste poeta, eso dijiste, eso dices. ¿Qué clase de individuo te consideras, personalmente?
—Espero haber pasado el nivel de individuo y ser persona. Traté de ser un romántico, pero fracasé. Y, ahora… me considero un escribidor, porque para ver las cuestiones sintácticas, semánticas todavía no apunto, yo apunto más a la sensibilidad, al ser, a la forma de cómo se vive.

—Y, siendo poeta —mejor dicho, escribidor—, tú sirves a la poesía o la poesía te sirve a ti.

—Había una época en que traté que la poesía me sirviera, y no me sirvió.

—¿Y cómo se hace para la poesía le sirva a uno?
—Realmente no lo sé; creo que Víctor Hugo, o esos grandes poetas (Neruda), te hubieran podido responder, porque yo escuché una frase de un gran amigo: en esta vida nadie da ni un beso ni un peso por un verso.

—Acabas de decir que tú intentaste servirte de la poesía.
—Lo intenté. Quise prostituirla. Escribí cartitas, traté de embrujarlas con algunos versos seductores. Pero ellas querían más… querían otras cuestiones.

—Cuestiones… ¿Qué “cuestiones” querían?
—Tendrías que preguntarles a ellas, porque yo no… Yo traté con mis cartitas, muy humanamente, embellecerlas y creo que ellas no… Van más con el morbo… Voy a hablar de una manera muy personal. El principio de estereotipo en la juventud de hoy, y no me equivocaré por el hecho de que hablaré de mis experiencias… Ellas fueron más pragmáticas; no querían unas cartitas sino un bien más pecuniario. En esta vida, según entendí, las cosas valen por lo que cuestan, no por lo que significan. Y el significado de mis cartas… era nulo; no valían ni diez céntimos.

—¿Y cómo supiste eso?
—Por el hecho de que yo envié una carta y lo que recibí fue un silencio. Un silencio que duele.

—¿De quién estamos hablando?
—Eh… Bueno, no es… Es una persona que temo recordar, porque no conocía mucho de ella; pero yo no la veía como un querer, como un amar, sino que quise comprobar la sensibilidad de esa persona.

—¿Estamos hablando de un monstruo o algo parecido?
—¡No! ¡Un monstruo todavía es más humano! Un monstruo, cuando ataca a su presa, lo hace por el hecho de alimentarse, de subsistir. Si a un monstruo le entrego una carta… creo que el monstruo todavía se sensibilizaría con la carta, y hasta creo que me aplaudiría. En este aspecto he llegado a la conclusión de que la persona a la que le di era de un nivel más elevado de monstruosidad.

—¿Y Noemí… otro monstruo?
—Noemí es esa tilde que siempre me olvido de poner en mis escritos. Si Noemí estuviera dentro de mis escritos, sería perfecto.

—Chiara, gracias por habernos concedido esta entrevista.

De “Anaqueles” (2013):

Marzo 22
Azumi:

Si pudiera perder tu sonrisa en este salón, donde pediste una mañana para jugar con tus cabellos, créeme lo intentaría, pues te descubro imprimiendo la soledad en la puerta de mi casa, donde vivía un corazón que llamaba a tu puerta, es ese viejo jirón donde tu ternura alimentaba a este sujeto hecho de harapos.

Si pudiera tomar tu palabra y abrazarla al cielo que te espera, créeme que lo intentaría, pues decidiste jugar a las escondidas con la noche y te olvidaste de armar el rompecabezas de este sujeto que apenas puede sostener una rosa.

Si pudiera oír la música que dejaste olvidada en el anaquel de la sala y no pronunciar más tu nombre con estos labios que siempre te acechan, créeme que lo intentaría y te diría que tengo un bolsillo que no te ama y que hay una parte de mí que no te piensa.

De “La ausencia de tu mirada” (2010):

Recuerdo
Cuando pinto los colores de tus sueños
tu partida despierta en los ocasos.

El viento se viste de jinete
para casar tu imagen
y subastarla en un mercado de recuerdos.

Ahora veo la distancia que nace de tus manos
y la ausencia de tu mirada.

Poema XIV
La luna a veces te mira de blanco,
te escribe una epístola,
te envuelve en un vestido de tul.
Y se propone disfrazar la belleza.

Secuestra la bondad de un ángel
con ella te regala el cielo,
la viste de ilusiones,
que perfuman la tierra de rosas.
La luna conversa con tus ojos
pide que llueva la sonrisa de tu rostro
ella devolverá una mañana de girasoles.


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