Friday 29.03.2024 | Actualizado 11:08 (hace 1963 días)
¿Desde cuándo el Perú viene acumulando la debilidad de su educación como plataforma (semi-fallida) para el desarrollo social y científico? Buscando la respuesta, revisé las menciones a la educación que aparecen en los discursos de asunción de mando de los presidentes desde que Odría en 1949 planteó la creación de Grandes Unidades Escolares (con variantes común y técnica para la formación de obreros calificados y técnicos) y escuelas fiscalizadas a cargo de las grandes empresas en todos los departamentos del Perú (apenas 12% de escolares accedían a la primaria).
En 1956, Manuel Prado y Ugarteche no dijo nada, y tampoco Fernando Belaúnde en 1963. En 1969, Juan Velasco Alvarado planteó reestructurar el sistema educativo y reducir el analfabetismo mientras que Francisco Morales Bermúdez en 1975 no dijo nada. En 1980, Fernando Belaunde anunció el “Quinquenio de la Educación” con políticas para avanzar en la alfabetización y salario magisterial, infraestructura y apoyo a investigación en las universidades. En 1985, Alan García habló de dignificar a los profesores e impulsar la capacitación técnica y, en 1990, Alberto Fujimori no mencionó la educación. Recién en 1995, habló de construir aulas, promover la educación para los oficios y carreras técnicas. En el 2000, Alberto Fujimori habló de construir más colegios y dotar a los alumnos de cuadernos, textos, seguro escolar, almuerzo y dotar a cada escuela de computadoras e Internet, procurando además la capacitación magisterial.
El 2001, Alejandro Toledo planteó subir del 14% al 30% el presupuesto nacional dedicado a la educación y luego Alan García, en el 2006, habló de aumentar una hora de clases diarias, evaluar a los alumnos en lectura y razonamiento matemático y acreditar los estudios universitarios. Prometió mejorar la infraestructura educativa y deportiva y reducir el analfabetismo. Finalmente, en el 2011, Ollanta Humala planteó la jornada de 8 horas escolares, Beca 18 y la acreditación.
Todos tienen en común un limitado cumplimiento de sus promesas y haber concebido la educación como una preocupación minúscula frente a la economía y las obras en los llamados sectores productivos. En 65 años, la falta de continuidad y de una visión compartida de largo plazo condenó la educación a ser una desventaja para el desarrollo nacional. Ojalá el próximo gobierno asuma el reto.
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