Evo Morales: apogeo y decadencia


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Escribe: Felipe Gálvez Condori | Nacional - 21 Feb 2016


A mediados del siglo XIX, Tomás Carlyle desarrolló la teoría de que los hechos históricos se gestaban por superhombres, y que los demás estaban destinados a seguir y reverenciar a estas personalidades “predestinadas”, en una dinámica que va del apogeo a la decadencia y de la decadencia al apogeo, estableciendo un proceso que tiende hacia el progreso de la humanidad, gracias a estos “héroes”.

El 22 de enero del 2016, Evo Morales batió el récord de permanencia en la Presidencia del hoy llamado Estado Plurinacional de Bolivia, al superar el período de Andrés de Santa Cruz, quien permaneció nueve años, ocho meses y 24 días en el poder. El actual presidente de Bolivia pasó a la historia de su país por la continuidad en la Presidencia, durante 10 años, como resultado de numerosos comicios electorales ganados por encima del 50 por ciento de los votos.

Evo Morales se convirtió en un figura mundial cuando consiguió un triunfo electoral impresionante el año 2005, permitiendo que por primera vez un “indígena” se convirtiera en el primer mandatario del vecino país altiplánico, iniciando un denominado “proceso de cambio”, impulsando un modelo de desarrollo diferente al neoliberalismo y favorable a los sectores populares, erradicando la pobreza, eliminando las discriminaciones y favoreciendo a los pueblos indígenas del país.

Su gobierno y las medidas que adoptó suscitaron la adhesión de millones de bolivianos y la simpatía de personalidades y sectores progresistas del mundo. Por ello, es considerado uno de los principales líderes sociales de América Latina. Desde que asumió la presidencia, el año 2006, ha consolidado la economía de su país a través de las nacionalizaciones y la modernización de alto nivel. Sus logros tienen que ver principalmente con las nacionalizaciones, con un renovado intervencionismo del Estado, con las políticas sociales implementadas y con los avances de los pueblos indígenas. Sus políticas sociales han contribuido en la reducción de la pobreza extrema: Bolivia pasó de una tasa de 34% al 15,1%. Se han concretado obras de infraestructura, como la autopista que conduce de La Paz a Oruro, el teleférico en la sede de gobierno.

Según cifras, el 85,2% de la población boliviana cuenta con agua potable. Al menos 900 mil personas de la tercera edad reciben el Bono Dignidad, además de que existen otros bonos: Juana Azurduy (madres), Juancito Pinto (escolares). Se destina hasta el 14% de su presupuesto en educación. Entre sus pasivos, el politólogo boliviano, Gustavo Pedraza, señala que los casos de corrupción en el partido de gobierno es un serio un problema para el gobernante, pero no es su única piedra en el zapato. Se nota la ausencia de un discurso renovado, el mismo que sigue girando sobre los ejes de su primer y segundo mandato: nacionalización e industrialización, sin propuestas nuevas que la coyuntura exige; por ejemplo, por la crisis económica global. Este mismo discurso ha pasado de ser inicialmente duro y confrontacional, a tener una imagen más blanda y conciliadora, pretendiendo ser atractivo a los sectores empresariales.

Este 21 de febrero, Evo Morales pondrá una vez más a prueba su bien ganado título de “invencible” en urnas, en un referéndum para modificar el artículo 168 de la Constitución. Los bolivianos decidirán si permiten al líder indígena la posibilidad de volver a presentarse a unas elecciones en 2020 y, de ganarlas, continuar en el poder hasta el año 2025. La mayoría de encuestas publicadas, hasta el último día permitido por la ley, daban cuenta de un “empate técnico” entre el Sí y el No, con un sector de indecisos de entre el 10% y el 15%, quienes serían los que finalmente inclinen la balanza del resultado electoral, en un universo de más de seis millones de personas que sufragarán este domingo.

Una elección que se suponía debería ser de “trámite” se ha complicado para el presidente boliviano. Los oficialistas situaron como eje, base y pilar de la campaña al mismo presidente Evo Morales, convirtiendo el referéndum en una suerte de reelección presidencial anticipada. Se trató de aprovechar su popularidad, pero también se le expuso a las críticas y ataques de los opositores. Estos se han acentuado por el escándalo de la denuncia de tráfico de influencias en el que se ha visto envuelto el presidente Evo Morales. Hace un par de semanas, el periodista Carlos Valverde sacó a la luz un certificado de nacimiento de un hijo de Morales con Gabriela Zapata, el año 2007. La madre del niño es gerente comercial de la empresa china de siglas CAMC, la principal proveedora del Estado Boliviano, con contratos de mega obras en diversos rubros por más de 500 millones de dólares.

Evo Morales, en su descargo, aceptó la relación y el nacimiento de un hijo que falleció, pero negó que hubiese tráfico de influencias a favor de la empresa China que ahora representa su ex pareja. Este pasaje desconocido de la vida del presidente, cuya vida ha dado lugar a libros y películas, es la “telenovela” que comenta toda Bolivia y, sin duda, ha trastocado la imagen y la “leyenda inmaculada” de Evo Morales. Lamentable, el miércoles 17 de febrero, el último día de campaña electoral, todo se tiñó de sangre, con la muerte de 6 funcionarios del municipio de la ciudad de El Alto, producto de una movilización que degeneró en vandalismo. Los reportes periodísticos apuntan como instigadores a dirigentes del partido de gobierno. Estos hechos podrían incidir en la decisión final de los electores.

Para el ex presidente e historiador Carlos Mesa, Evo Morales no solo es uno de los tres líderes más importantes que ha tenido su país, sino que se ha convertido en un “mito”, pues sigue gozando de una popularidad de casi el 70%. En caso de dejar el Gobierno, el 2020 será recordado como el “mejor presidente” de la historia de Bolivia. El resultado de los comicios no sólo tendrá repercusiones dentro y fuera de Bolivia; las fuerzas progresistas esperan un nuevo triunfo de Morales. Por su parte, los sectores conservadores desean una victoria del “No” para reafirmar un giro en la política latinoamericana. Será solo el pueblo boliviano el que defina si el mandatario boliviano y líder indígena, sigue en apogeo o, en otro caso, asoman las sombras de su decadencia.


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