Cosmovisión indígena



Escribe: Francoise Cavalié Apac | Opinión - 24 Nov 2014

El desarrollo industrial, tecnológico, y científico ha aportado avances importantes para la humanidad. La tecnología, por ejemplo, permite una mayor comunicación y una mejor calidad de vida a una gran parte de la población. Incluso, gracias a la ciencia, las enfermedades que antes resultaban mortales, hoy son controlables fácilmente (en su mayoría).
Pero, al mismo tiempo, este modelo de desarrollo ha generado la aparición de nuevos problemas, como pobreza extrema, desigualdad en la repartición de bienes, discriminación, deterioro ambiental, y la separación del hombre, de la naturaleza.

Este vínculo armónico entre la naturaleza y el hombre, y la forma divina de percibir el universo y nuestra existencia en él han desaparecido casi por completo, debido a la modernidad, a un progreso raudo, sin límites ni respetos, y debido a un descomunal consumismo, que pone en riesgo la continuidad de nuestros recursos y de nuestra vida misma.

Sin embargo, los pueblos indígenas aún conservan ese vínculo, y pese a las adversidades sociales y ambientales, luchan por no perderlo. Los pueblos indígenas, a través de su cosmovisión, mantienen una estrecha relación con la naturaleza y con el tiempo. Ellos recuerdan su pasado y aprenden de él, rememoran a sus ancestros y pueden construir su presente y futuro, en base a las enseñanzas que heredaron de ellos y de la naturaleza.
Y es que eso es la cosmovisión: es la forma cultural (se expresa a través de mitos, ritos, cantos y/o cuentos) como se concibe, ordena, interpreta, se ubica y relaciona el hombre con el universo, con la naturaleza y con la sociedad.

La cosmovisión no sólo permite responder preguntas como ¿qué es lo real?, ¿cómo debemos vivir?, o ¿qué pasa al morir?; también permite hacer un manejo ecológicamente correcto de los recursos, pues, para la cosmovisión indígena, tanto los seres humanos, como los recursos naturales, los seres espiritualmente divinos y el entorno, en general, son considerados miembros y actores de un mismo universo, se relacionan de manera recíproca y, por lo tanto, merecen el mismo respeto y la misma protección.

La cosmovisión no sólo es importante para los pueblos indígenas. También lo es, o al menos debería serlo, para el hombre occidental, porque permite tener una mejor comprensión sobre el valor de los recursos naturales para los indígenas y, de esa forma, aprender a valorar la importancia que tiene para todos los seres humanos, sean indígena o no. Por ejemplo, lo que para el occidental puede significar el agua, para los indígenas Shawi, tiene otro sentido: para los Shawi, el agua y la lluvia forman parte de los nueve espacios que forman su universo. Para ellos no sólo es un recurso, es un todo perfecto, es la vida misma. Y en realidad lo es, pues, sin agua no existiría vida, y sin agua no podría hacerse efectivo el fin supremo del Estado (que a veces olvida): la defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad; es decir, el derecho a la vida se vería vulnerado.

Es importante aprender de nuestro pasado, de nuestra herencia indígena y cosmovisión, y aprender del pasado, que también está aquí, vivo, en el presente. Gracias a este pasado de cosmovisión, de relación exquisita con la naturaleza, se ha podido conservar los recursos naturales por muchísimo tiempo. Ese es el legado que no has dejado la cosmovisión indígena, y ese es el legado, que en lugar de proteger, estamos depredando, y del cual estamos privando a las futuras generaciones.


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