El definitivo regreso de Mateo Jaika


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Escribe: Jorge Luis Ayala Enríquez | Opinión - 07 Feb 2016

Hay acontecimientos que solo se dan una vez en la vida, los mismos que marcan la memoria social de quienes son miembros de una sociedad como la nuestra. En el siglo pasado, José Carlos Mariátegui aseveró que el Perú era una nación en formación. Ese concepto todavía válido, nos hace reflexionar y entender que aún hay mucho que aprender y revalorar, en lo que se refiere a los saberes ancestrales andinos y amazónicos. Entonces, rememorar el nombre de los herederos de Mateo Jaika, seudónimo de Víctor Enríquez Saavedra, mi abuelo materno, es un acto no solo de justicia, sino un deber moral de ciudadano dotado de una identidad plural. Es que es gracias a la edición de su libro titulado Mateo Jaika, narrativa completa, publicado por la Universidad Nacional del Altiplano de Puno, que en forma definitiva, Mateo Jaika, se incorpora al Parnaso de la Literatura Peruana.

Es preciso reconocer el interés del Dr. José Luis Velásquez Garambel, quien desde el inicio impulsó la impresión de la obra de Mateo Jaika. Por eso, en nombre de la familia Enríquez Saavedra, deseo conocer este hecho, pero también resaltar el interés académico del exrector de la Universidad Nacional del Altiplano, Dr. Edgardo Pineda Quispe.

De no haber sido por la participación de mi padre, el escritor José Luis Ayala, no hubiera sido posible rescatar los textos de mi abuelo Mateo Jaika, diseminados en publicaciones hoy inhallables. De modo que el libro contiene, no solo la reedición del libro de cuentos Kancharani, Cuentos cholos y la novela El qolla, sino varios cuentos más. Además aparece una antología de textos críticos cuyos autores son Feliciano Padilla, Manuel Velásquez Rojas, Estuardo Núñez, Gamaliel Churata, Jorge Flórez-Áybar, Emilio Romero, Jaime Zevallos Pastén, José Luis Ayala y Alberto Osorio.

Sin embargo, no es lo único que Mateo Jaika escribió durante más de cuarenta años de ejercicio literario, falta rescatar lo más valioso de sus trabajos literarios, será un trabajo arduo para futuras investigaciones. Entre tanto, este libro marcará, sin duda, un hito de su itinerario, significa el comienzo de lo que será después, un escritor comprometido con la defensa de quechuas y aymaras. Un rasgo esencial de su conducta ciudadana fue que, junto con la generación Orqopàta, bajo el liderazgo de Churata, asumió una conducta social e ideológica en defensa de las grandes mayorías campesinas empobrecidas y sin derechos ciudadanos. Menos mal que ahora no se usa la palabra indigenismo, mote despectivo con el que se discriminó a escritores como Mateo Jaika, quien hablaba en nombre de seres humanos invisibilizados por la cultura dominante.

Esta es entonces, una oportunidad para resaltar la forma de inmortalizar al patriarca mayor de nuestra familia. Hablo especialmente en nombre de mi madre Nora Enríquez Pastén, quien me ha pedido agradecer a quienes han hecho posible la edición del libro. Mi madre, Nora Enríquez Pastén, a la edad de 16 años, igual que sus hermanos Sonia, Mario, Diana y Zelma, lamentablemente perdieron a su querida madre Emilia Pastén Oblitas, quien llegó a Puno para realizar un paseo y se quedó allí habiéndose casado con Mateo Jaika. Mi abuela nació en Charazani (Bolivia), algunos de sus hermanos murieron en la Guerra del Chaco, esa tragedia ha sido una herida que nunca cicatrizó. Mi madre Nora Enríquez Pastén, tuvo que asumir la responsabilidad de colaborar con mi abuelo en lo referente a su vida familiar y lo acompañó hasta los últimos días de su fecunda existencia.

Víctor Enríquez Saavedra o Mateo Jaika, nació en Puno el 24 de mayo de 1900, sus padres fueron Víctor Enríquez Aza y Antonia Saavedra, pero los perdió en plena niñez. Fue educado por su abuela materna Natividad Saavedra, en un ambiente social rígido y conceptos clásicos con valores religiosos, humanos y culturales. Sin embargo, se nutrió de la cosmovisión aymara y quechua, que después le sirvió para desarrollar una literatura con identidad y clara expresión descolonizante. Fue un auténtico autodidacta, llegó a cursar solo hasta el tercer grado de primaria; sin embargo, gracias a su esfuerzo y deseo de superación, ahora es uno de los representantes de la vanguardia literaria peruana.

A la edad de ocho años tuve la oportunidad de participar en una de las tantas veladas que se realizaban en su casa de la avenida Castilla, en Arequipa. De pronto empezó a describir la ciudad de Barcelona, pero tan detalladamente que pensé que había vivido un tiempo en esa urbe cosmopolita. No era así, conocía la capital catalana debido a sus lecturas y cultura literaria. Muchos años después, cuando viví dos años allí, recorrí la plaza Catalunya con dirección al monumento de Colón, precisamente por las Ramblas, la imagen de mi abuelo se hizo presente, acompañándome a recorrer ese tramo. Entonces me puse a conversar con él, de modo que su memoria y la mía se unieron en la distancia y el tiempo.

Gamaliel Churata (Arturo Peralta Miranda), gran escritor y uno de los más importantes narradores latinoamericanos del siglo XX, ejerció gran influencia pedagógica en la formación y vocación literaria de Mateo Jaika. Pero también José Carlos Mariátegui, quien auspició su presencia en el mundo literario, publicando sus primeras narraciones en el número 18 de la revista Amauta (1928), con el subtítulo de Relatos Aymaras. Luego aparecieron sus colaboraciones en revistas como “Expresión”, “Cultura Peruana”, “La Sierra”, “Kunan”, “Folklore” y revistas del Instituto Americano de Arte de Cusco y Puno.

Esa fecunda amistad y otros vínculos literarios como políticos, tuvo como consecuencia que mi abuelo, Mateo Jaika, fuera censurado y reprimido por gobiernos autoritarios y antidemocráticos. Como hombre y escritor de izquierda e ideas progresistas, optó entonces por el silencio como muchos intelectuales de la época, para salvar a su familia. Eso mismo sucedió con Aurelio Martínez, Dante Nava, Inocencio Mamani. Amenazar con encarcelar a un escritor fue el peor castigo que pudo imponer un Estado represivo, debido a que el intelectual no puede expresar sus ideas a través de la literatura. Churata tuvo que partir al exilio y vivió durante cuarenta años en La Paz (Bolivia), sobreviviendo como periodista siempre mal pagado y maltratado.

Los cuentos de Mateo Jaika han sido transcritos en la ‘Biblioteca de Cultura Peruana’, en la que aparece junto a Enrique López Albújar, Ventura García Calderón y Abraham Valdelomar. Así como en la ‘Antología de letras puneñas’, ‘Cuentos peruanos para niños’, ‘El cuento puneño’ y ‘Nueva imagen del cuento sur peruano’. En 1969, publicó el libro de cuentos ‘Kancharani’ y en el año 2005, la novela ‘El qolla’. El cuento ‘Kasarasiri’ fue traducido al alemán por Rudulf Kaltofen y publicado en Berlín. Pero debo afirmar que leer ese relato corto en lengua teutona, no es lo mismo que hacerlo en español y para entender lo que transmite el autor, hay que haber visitado por lo menos nuestro querido altiplano.

Gamaliel Churata dirigió en Puno el Grupo Orqopata, en el que militaron Aurelio Martínez, Mateo Jaika, Carlos Dante Nava, Alejandro Peralta, Demetrio Peralta, Inocencio Mamani, Emilio Vásquez, Luis de Rodrigo, Eustaquio Aweranka, Ezequiel Urviola y Manuel Z. Camacho, entre otras personas. Churata dirigió el “Boletín Titikaka” (1926-1930) en el que colaboraron Alberto Hidalgo, Carlos Oquendo de Amat, César Vallejo, Luis E. Valcárcel, César Miró, Víctor Raúl Haya de la Torre, Jorge Basadre, Magda Portal, Francisco Chuquihuanca Ayulo, pero también Jorge Luis Borges, Diego Rivera, Oliverio Girondo, Pablo de Rokha, Xavier Villaurrutia, etc.

Durante 30 años trabajó como escribano en el Poder Judicial de Puno. Debido a sus conocimientos de aymara y quechua, pudo defender los derechos de representantes de esas culturas, que no dominaban el español, idioma impuesto por invasores españoles. Esos años de experiencia en el Poder Judicial aparecen reflejados en sus cuentos, en los que se aprecia el conocimiento profundo de un sistema judicial siempre injusto, donde ganan solo quienes tienen más dinero o vínculos políticos.

Por versiones de mi madre, Nora Enríquez Pastén, Mateo Jaika esperó muchos años durante su viudez hasta que todos sus hijos alcanzaran estabilidad económica y familiar para rehacer su vida. Contrajo matrimonio con Alicia Velásquez y pasó con ella los últimos días de su vida, lo que demuestra el gran sentido humano de mi querido abuelo. Además, fue un excelente padre para sus hijos.

Era un cinéfilo empedernido de películas clásicas soviéticas, de Hollywood y del cine clásico mexicano, lo cual lo ayudó a saciar su sed de vivir experiencias que no estaban a su alcance y así ensanchar su conocimiento del mundo.

Mateo Jaika falleció el 4 de setiembre de 1977, en Arequipa, ciudad a la que amó mucho; llegó a ser alcalde de Santa Rosa, distrito donde vivía, pero su obra definitiva -en su mayoría aún inédita- debe ser recuperada y de eso nos encargaremos sus descendientes. Mateo Jaika vivirá mientras sus lectores lean sus cuentos; el recuerdo de Víctor Enríquez Saavedra se proyectará y permanecerá así en la memoria del pueblo que tanto amó.


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