Orientación ideológico-política de los candidatos presidenciales


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Escribe: Felipe Supo Condori | Opinión - 27 Feb 2016

En estas elecciones presidenciales, como ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos, existen candidatos “como cancha”, producto de nuestra cultura política que todavía está en franco proceso de formación, diferente de lo que ocurre en los países occidentales y europeos, como EE.UU., por ejemplo, donde existen solo dos tendencias ideológicas: la republicana y la demócrata. Es propósito de este documento aproximar al lector -electorado- un análisis sociológico acerca de cuáles son las orientaciones ideológico-políticas de los candidatos presidenciales en nuestra sociedad peruana, por cuanto es importante saber a qué puertos de bienestar nos piensan orientar: si al crecimiento económico, que es el fin del desarrollo que busca el neoliberalismo fundado en la voraz economía de mercado, o al bienestar social donde el crecimiento económico es solo el medio para lograr el desarrollo –como palabra mayor-, cuyo fundamento (en este contexto de la “aldea global”) es la economía social de mercado.

Según referencia de Supo (2007), los pensamientos ideológicos más importantes que existieron en el mundo fueron el liberalismo, el socialismo y el fascismo de Mussolini-Hitler. Y ahora, a partir de la caída del muro de Berlín, que separaba al Berlín oriental (socialismo) con el Berlín occidental (liberalismo) y el derrumbe de la Unión Soviética (Rusia), que representaban la ideología socialista, pareciera solo existir la ideología liberal –el capitalismo-, desnaturalizada por el neoliberalismo, que también ha llegado a su crisis, con excepción de Cuba, aunque está agonizante a este respecto. Entonces, los países ayer tipificados como comunistas-socialistas, como China y Rusia, que ahora son potencias mundiales que pertenecen a los BRICs y G-20, han apostado por un modelo de desarrollo basado en sus potencialidades sin haberse dejado entrampar en el voraz neoliberalismo, cuyas consecuencias son funestas, como lo ocurrido en EE.UU. o Europa (Grecia).

En América Latina existen países que no necesariamente han abrazado –a pie juntillas- la ideología liberal basada en el modelo neoliberal, como Brasil, Ecuador, Bolivia, Venezuela; experiencias de gobierno basadas en el modelo de economía social de mercado y reivindicación social de su población, mayoritariamente indígena-nativa, que fuera excluida por los anteriores gobiernos y jefes de Estado. Particularmente, en nuestro Estado peruano, a partir del gobierno de Alberto Fujimori Fujimori, se ha implementado (a pie juntillas) los acuerdos del Consenso de Washington; es decir, el modelo neoliberal. Este modelo se ha venido implementando en los siguientes gobiernos de turno, como los de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala. Este último gobernante, a propósito, nos engañó con la “gran transformación” que orientaba un modelo diferente de corte centro-izquierda; sin embargo, lo cambió –impetrado por el sistema- por la “hoja de ruta”, que es el mismo modelo implementado por sus antecesores.

Según las últimas encuestas dadas a conocer por IPSOS-Apoyo, los candidatos que tienen la mayor preferencia electoral son Keiko Fujimori, Julio Guzmán, Pedro Pablo Kuczynski, César Acuña y Alan García, quienes son representantes del pensamiento ideológico neoliberal, que ni siquiera es liberal –porque la naturaleza del pensamiento ideológico liberal tiene diferente concepción (que, inspirándose en el concepto utilitario de John Stuart Mill, de proporcionar “la mayor felicidad para el mayor número de personas”, el Liberalismo trató de defender el “bien común”; es decir, un sistema político y económico que maximiza el progreso social para el grupo en su conjunto y no para beneficiar a una porción de individuos. Lo cual hizo del Liberalismo un movimiento que facultaba el papel del individuo y desafiaba a las monarquías absolutistas)-; concepción que teóricamente difiere con el neoliberalismo, porque este pensamiento ideológico se debe principalmente a una escuela de pensamiento económico, que puso de relieve la importancia de la desregulación de los mercados y la privatización de las instituciones públicas. Entonces, de seguir esta tendencia estadística dentro de los cuarenta y tantos días que faltan para las elecciones, el próximo presidente será un representante del pensamiento ideológico del modelo neoliberal, lo que significa que para él lo más importante será el crecimiento económico como fin fundamental para el desarrollo de la sociedad peruana; es decir, la distribución de la riqueza no estará en función a la orientación del bienestar social, que debe orientar el desarrollo social a partir de la inclusión social, que sea parte en la toma de decisiones del Estado peruano, y no como un mero convidado y espectador sin empoderamiento. Nuestra historia se repite en este contexto, como siempre, en el modelo exportador de materias primas –ayer en el guano y el salitre, y ahora en el cobre, oro e hidrocarburos-.

Solo los candidatos Verónica Mendoza, de corte izquierdista, y Alfredo Barnechea, de posición “casi” centro-izquierda, ofrecen un modelo diferente en sus planes de gobierno, que están relacionados a la revisión de la firma de los contratos mineros y de hidrocarburos, así como orientar la distribución de la riqueza hacia las poblaciones más vulnerables, que en nuestro país somos la mayoría, entre otras medidas. Según la percepción de algunos politólogos, Barnechea resultaría el candidato ideal para ser el próximo presidente del Estado Peruano, dada su capacidad cognitiva, y porque conoce profundamente la realidad peruana, así como por las relaciones de carácter internacional que logró por su experiencia de trabajo en el Banco Mundial.

Cuando me estoy refiriendo a los señores politólogos, me circunscribo entonces al especialista en politología que recibe el nombre de politólogo (dado que la politología es la ciencia dedicada al estudio de la política) como la persona experta en política. Por lo general, esta denominación se otorga a quienes se han graduado en ciencias políticas; también se emplea a nivel general, con referencia a aquellos individuos que, más allá de sus estudios formales o académicos, evidencian un gran conocimiento sobre política. Ahora para convertirse en politólogo, es necesario contar con nociones de sociología, economía, derecho, historia y otras ciencias sociales. De ahí que el politólogo está en condiciones de analizar y clasificar diferentes sistemas políticos; es su función analizar las distintas relaciones de poder que se establecen entre los ciudadanos, la clase política, clase dirigente, las características de las instituciones, los procesos de elecciones y las formas de acceso al gobierno.

Entonces, Keiko Fujimori, que económicamente representa la ideología neoliberal y políticamente tiene el legado oscuro del funesto período de gobierno de su padre, Alberto Fujimori-Montesinos; Pedro Pablo Kuczynski, que también representa la misma ideología; además de Julio Guzmán, cuya implicancia con el actual gobierno de turno es evidente, no son óptimas opciones electorales. Así pues, no queda otra alternativa que apostar por un candidato que ideológica y políticamente garantice un gobierno serio y responsable en orientar la distribución de la riqueza en las grandes mayorías de la población peruana, donde es necesario entender el desarrollo como un proceso de cambio gradual, metódico y sistemático de carácter multidimensional, en lo económico, social, político, ecológico, cultural y ético-moral, desde una perspectiva cuantitativa y cualitativa, orientada a mejorar el nivel y calidad de vida del ser supremo de la sociedad, el hombre. Lo que debe significar: en lo económico, redistribución equitativa y racional de la riqueza que permita la generación de mayores ingresos económicos que impacten en su nivel y calidad de vida; en lo social, debe reivindicar al ser humano en la equidad de género y el respeto a las minorías étnicas como inclusión social; en lo político, el acceso a la democracia participativa, donde el actor social debe ser partícipe en la toma de decisiones y responsable de su propio desarrollo; en lo cultural, se debe respetar las formas de vida expresadas en la diversidad pluricultural y multilingüe, rescatando y revalorando sus conocimientos y valores ancestrales; en lo ecológico, se debe preservar la naturaleza y el medio ambiente; y, en lo ético y moral, debe significar el manejo de los recursos públicos con transparencia y control participativo de rendición de cuentas. Es decir, fundamentalmente el desarrollo debe estar orientado al desarrollo social, traducido al bienestar social de la humanidad, que debe satisfacer sus expectativas en su nivel y calidad de vida.


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