Obispo de Puno: el primitivo inquisidor


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Escribe: Christian Reynoso | Opinión - 05 Apr 2016

“Que me denuncien si quieren”, han sido las palabras del obispo de Puno, Jorge Carrión Pavlich, luego de ser denunciado ante la comisaría y el Ministerio Público de Puno, por los padres de un niño de ocho años que sufrió una agresión física por parte de dicho prelado, en la misa del domingo pasado, al momento de la comunión. El niño, luego de recibir la hostia, se la sacó de la boca, desde luego en una actitud inocente, lo que ocasionó la ira de Carrión para enseguida jalonearle las orejas hasta el momento en que la madre del menor reaccionó y protestó por tal acometida.

Las palabras y la arbitrariedad de Carrión solo demuestran su arrogancia y el abuso de poder que detenta tras su cargo. Sus palabras están cargadas de un cierto aire a “los derechos humanos son una cojudez” del impresentable cardenal Juan Luis Cipriani. Por eso que no le preocupa que lo denuncien.

Lo cierto es que resulta deleznable que la primera autoridad eclesiástica de Puno se comporte como un primitivo inquisidor en aras de defender sus creencias religiosas y sobrepase los límites del respeto y la tolerancia, al punto de agredir a un niño. En ese sentido, el obispo Carrión debe pedir disculpas públicas al niño agredido y pagarle una reparación civil, tanto por el daño psicológico como físico que le ha ocasionado.

Carrión se alarma porque “con la hostia no se juega”, porque ha habido la “profanación de un sacramento”, pero de su boca no sale una palabra de condena a los curas pederastas, abusadores y cínicos que pueblan hoy en día la iglesia católica peruana.

¿Se ha pronunciado ya ante este hecho la Defensoría del Pueblo, la Defensoría Municipal del Niño y del Adolescente (DEMUNA)? Han editorializado los periodistas y medios locales sobre esta situación, más allá del hecho noticioso. ¿Ha dicho algo la Conferencia Episcopal Peruana? ¿Así como si nada un obispo puede agredir a sus fieles y no pasó nada?

Esta es otra de las perlas de Carrión. Recordemos que también fue denunciado ante el Poder Judicial por el caso de las firmas apócrifas llevadas al Vaticano en 2004. Creemos que el sur andino no merece tener un obispo que no controla sus impulsos y que se socapa tras su sotana. Esto nos trae a la memoria otro hecho de abuso religioso, cuando en 2007, el obispo de la prelatura de Juli (al sur de Puno), José María Ortega Trinidad, expulsó al seminarista Edwin Ramírez por ser sencillamente jorobado.


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