Los Andes

Un niño junto a su abuela caminan a paso ligero. Por supuesto, el niño lleva ventaja y va un poco más rápido. Él y su abuela caminan haciendo planes para el día de su primera comunión. Pero la abuela, que no escucha del todo bien, a veces tiene que repreguntarle cosas al niño, como: “¿Qué dices, hijo mío?�. El niño se enfada un poco y se aburre de tener que repetir lo mismo más de una vez.

Es entonces que su abuela nota que el niño no está a gusto; que, aunque le tiene afecto, comunicarse con ella le representa un problema. Por lo que la abuela exclama: “tú ya estás confesado y listo para la primera comunicación�. El niño, medio saltando y contento, afirma reafirma lo que la abuela dice.

En respuesta –con rostro cómplice–, y tiernamente malévola, la abuela le dice a su nieto: “pues como que no te portes bien, voy corriendo donde el cura y le digo que no eres bueno�. El niño rápidamente detiene el paso, empieza a caminar lento y con rostro desencajado le dice a su abuela: “¿si no me porto bien no haré la primera comunión?�

La abuela, que parece empezar a lograr su cometido, le dice que sí. El niño, que no parece ser ningún tonto, empieza a ser un poco más dulce con la abuela, haciendo pausas mientras habla, esforzándose más para que ambos puedan comunicarse. Se nota el esfuerzo.
Sin embargo, la primera comunicación será el próximo fin de semana en la iglesia del barrio. Con lo cual, si el niño ha optado una buena actitud con su abuela para que esta no vaya donde el cura, el comportamiento de bondad y amabilidad va a durar muy poco.

Pero si el niño hace todo lo contrario y decide ser siempre amable. La abuela habría ganado por partida doble, y lo que empezó como una simple amenaza terminaría siendo un cambio de actitud en el pequeño.

Aunque, por supuesto, el niño también podría ir donde el cura y denunciar ante él que recibió una amenaza por parte de su abuela. Pero han de pasar muchos años aún, para que el chico descubra que la estrategia de su abuela, no fue más que una travesura para que él la escuche y le tenga paciencia.

Durante los próximos días, más niños caminarán por el barrio de la mano de sus abuelas. Cuántas de ellas harán esas –graciosas amenazas– y cuántos de ellos se las creerán; y cuántos curas se reirán si se enteraran de estos anecdóticos sucesos…

En lo personal, espero que el niño al que me refiero en esta historia, no se deje persuadir por las amenazas de su abuela. Que simplemente la abrace tan fuerte como sea posible y vayan juntos a la iglesia el día de la primera comunión. Seguro me los cruzaré nuevamente por el barrio.