Pinceladas políticas: El Perú durante las últimas semanas


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Escribe: LUIS RONQUILLO | Opinión - 26 Mar 2017

El miedo, la angustia y la desesperación atemorizan a millones de peruanos durante las últimas semanas; en tanto, la previa del pre proceso electoral 2018 ya arrancó hace rato. Esto, aunado a la creciente inseguridad ciudadana, conforma el panorama peruano del momento.

I.
Los testimonios de familiares y amigos me describen el miedo, la angustia y la desesperación que viven los hermanos limeños, no solo por las lluvias y huaicos, también por sus efectos: la falta de agua, el alza de precios, y el olvido del Estado. Este miedo es muy parecido al que vivieron en los noventa cuando el atentado en la calle Tarata les anunció la presencia del terrorismo en Lima.

Ese miedo a la desprotección, abandono, desabastecimiento, y olvido tiene que ver directamente con el rol y presencia del Estado. Si el huaico no llegaba a Lima -a pocos metros de palacio de Gobierno- la actuación del Gobierno Central hubiera sido la de costumbre, la de soplar la pluma a los otros niveles de gobierno. Similar a Tarata.

Lima no es el país y el COAR no es la mejor estrategia, ni la más eficiente para la prevención y atención a desastres en todo el país. En territorios lejanos a Lima, cuando de emergencias se trata, los desembolsos no existen, y la burocracia se impone, tanto que las ayudas suelen llegar pasado el desastre. Tal vez porque el Ejecutivo Nacional no contempla dentro de sus políticas de gobierno ningún eje sobre desastres.

Ser solidario, es también decirle al Estado que cumpla con su rol, que esté presente hasta el último rincón del país, que sea eficiente en su trabajo de prevención y sea firme al momento de enfrentar los desastres por la naturaleza, que sea proactivo y equitativo cuando a la gente se tenga que dirigir. Ser solidario no es marketing. Hacer rating con el dolor y el miedo de los afectados es inhumano, es tan igual de denigrante como los programas de la Bozzo, incluso hasta para canalizar la solidaridad necesitamos del Estado.

Ser solidarios no es hacer programas especiales desde las zonas de friaje, inundaciones, o sequías para hacer todos los años campañas de “solidaridad” para los “pobrecitos”. Ser solidarios, es tener políticas de gobierno para enfrentar fenómenos climáticos y desastres naturales, no porque esté de moda, sino porque también es una responsabilidad que tenemos con nuestra madre tierra. Ser solidarios es contar con programas y proyectos descentralizados, es dotar de más recursos, mejor tecnología, mayor preparación y un buen trato principalmente a todos los peruanos y peruanas de la periferia.

II.
La previa del pre proceso electoral 2018 ya arrancó hace rato. Las pintas en las carreteras son la expresión de la hiper personalización de la política, ya no son pintas de agrupaciones o partidos políticos, son pintas con nombres propios, “Juan Pérez el cambio” “Juan Pérez 2, el auténtico”, etc. y la lista de quienes quieren ser, sienten ser, desean ser, la próxima autoridad regional sigue creciendo. Claro, la valla que dejan muchos gobernadores regionales y alcaldes son muy bajas; por su ineficiencia, nulo liderazgo, pésima representación y ausente capacidad visionaria y de prospectiva.

Los movimientos regionales están a la orden, los partidos nacionales -como siempre- ausentes. Este escenario ratifica y agranda la sensación de que la política es el negocio, es por ello que muchos de los que aspiran a una candidatura no temen en “invertir”. La mayoría con regalos en aniversarios, matrimonios, campeonatos, y cuanta actividad le sea posible mostrar su generosidad y hacerse notar entre los participantes, pero otros, con más recursos, aquellos emergentes de las economías ilegales serán los centros de atención. Por ejemplo, en Puno uno de los que volverá a intentarlo no dudó en tiempos de lluvias poner a disposición y utilizar sus maquinarias pesadas para arreglar o lastrar las vías por donde se desplazaron los grupos del carnaval juliaqueño 2017. Mientras la autoridad municipal mostraba su incapacidad política y técnica para resolver la problemática de la basura que día a día iba incrementándose en la ciudad calcetera. Realidad que nos lleva, ahora, a dudar que tengamos las plantas de tratamiento de aguas residuales con Graña y Montero, por su vinculación con Odebrecht.

Al parecer el próximo escenario electoral estará marcado por la personalización de los candidatos y su capacidad económica de convencer a los electores. No parece que sea un escenario de debate democrático, al contrario, la guerra sucia y la especulación sepultarán las agendas de un próximo buen gobierno. Tal vez desde el Congreso asuman el reto de la ansiada reforma del sistema electoral y de partidos, pero muchos lo dudamos. Nuevamente volveremos a elegir al mal menor.

III.
Las calles más seguras que el propio calabozo de la policía nacional, o una celda del penal de alta seguridad. La muerte del exalcalde juliaqueño David Mamani Paricahua en el penal de Yanamayo y la reciente muerte de Félix Alejandro Apomayta Mendoza dentro de la carceleta de la comisaría central de Puno han develado que es más seguro estar alejados de los que brindan seguridad ciudadana.

Las dos muertes apuntan a que fueron ocasionados por terceros dentro de las dos instituciones llamadas a brindar seguridad de los ciudadanos, la PNP y el INPE. Estos hechos debilitan la institucionalidad democrática de seguridad ciudadana, la desconfianza en la policía es creciente, y la pérdida de autoridad en las calles es notoria.

Más allá de los procesos judiciales que ameritan estos dos casos para saber la verdad. Las implicancias en lo político son más relevantes. Primero, una profunda crisis del mandato institucional, es decir tanto la PNP y el INPE incumplen sus protocolos, y son pasibles a poderes ocultos con intereses propios que buscan acallar a quienes pueden implicarlos. Segundo, alrededor del mundo político y la gestión pública merodean poderes corruptos y sin escrúpulos capaces de capturar la voluntad de la autoridad política como de sus propios mecanismos de control. Tercero, las autoridades políticas, funcionarios y servidores públicos que caen en las redes de corrupción, no solo ponen en juego sus empleos, sino también sus vidas, aunque éstas no hayan sido declaradas culpables. Frente a esto ¿qué? Reformas, reformas propias y más reformas. Señor Gobierno, no hay otra solución.


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