Migración: ¿Problema o fortaleza?


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Escribe: Mario Benavente Llerena | Opinión - 05 Apr 2017


Juliaca era un lugar de paso obligado para los viajeros, una paskana en el corazón del viento, un distrito olvidado de la provincia de Puno, hasta que en el año 1873 llega el ferrocarril; esto, gracias a su estratégica ubicación geográfica en la región. Desde esa fecha nada en Juliaca fue igual: la ciudad experimentó un cambio impresionante, convirtiéndose en el eje comercial del sur, que integraba los departamentos de Arequipa, Puno y Cusco, propiciando el incremento del movimiento económico.

Ese movimiento económico atrajo las miradas de miles de personas que comenzaron a llegar de diversas partes de la región, del país e incluso del extranjero. A fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Juliaca parecía un enclave europeo; apellidos como Ratti, Buscaglia, Garre, Traverso, Zaferson, Lavagna, Firpo, Arfinengo, Hani, Cavagneri, Arestegui, Vaccaro, Poire, Lambarry, entre otros, eran común escucharlos. Su presencia era un indicador de la importancia que había adquirido Juliaca.

En la década de los años 80 y 90, la migración a Juliaca se incrementó considerablemente, debido a diversos factores, como la violencia interna que vivió el país, la pobreza y el abandono. El dañino centralismo limeño y regional, así como los burócratas enquistados en las instituciones del Estado, responsables de la administración y redistribución de los presupuestos, no establecieron políticas de desarrollo económico equitativo en la región y el país. ¿Qué provocó esto? Pues una gran explosión demográfica, en la que miles y miles de hermanos nuestros decidieron abandonar sus lugares de origen en busca de mejores alternativas, a fin de asegurar su sobrevivencia. Llegaron de todos los rincones de la región y del país.

Y, ¿qué creen? Una de las ciudades preferidas fue Juliaca, por su fama de ciudad comercial, convirtiéndose en su esperanza de vida para encontrar un futuro mejor. Consiguientemente, la bautizaron como la “Tierra de las Oportunidades”. En Juliaca conviven quechuas y aymaras de todo Puno; y también hay arequipeños, limeños, norteños huancaínos, cusqueños, etc. Es increíble, pero existen urbanizaciones donde todos los que viven son miembros de una comunidad o distrito.

Algunos datos: el año 2000, la población era de 194 mil 251 habitantes; el 2015 éramos 278 mil 444 habitantes y el presente año 2017, de acuerdo a proyecciones estadísticas, debemos ser 287 mil 862 habitantes. Pero, sinceramente, yo creo que somos más. Juliaca es una ciudad sui generis, que rompe todo pronóstico estadístico oficial. Particularmente, calculo que estaremos entre los 350 mil habitantes, aproximadamente, y siguen llegando porque, realmente, en Juliaca -como dicen ciertas frases célebres que circulan por ahí-: “Para todos hay, menos para los envidiosos” y “solo se muere de hambre el ocioso”, porque “si piedras vendes, piedras te compran”; es decir, que si chambeas platita no te falta. Ello, sin duda, incrementa la fama de la ciudad.

Lamentablemente, las autoridades no tuvieron la capacidad de darse cuenta de que por el incremento de la población -producto de la migración-, se iban a generar múltiples problemas. Y fue así: hoy tenemos problemas gravísimos en servicios básicos (agua potable y desagüe), transporte, comercio, recojo de residuos sólidos (basura), contaminación, crecimiento urbanístico desordenado, pérdida de áreas verdes, inseguridad, entre otros. A medida que estos problemas se incrementaban, la respuesta de la municipalidad fue y es la improvisación y la falta de planificación.

Muchas veces escuchamos algunas voces señalando que la crisis que vive Juliaca es por culpa de la migración. Y no es así, la migración es un fenómeno social que se da en muchos lugares; lo importante es que las autoridades deben estar preparadas para establecer políticas de desarrollo local, que orienten de manera pertinente el crecimiento de las ciudades que gobiernan. La tragedia de Juliaca es que gestiones de los últimos treinta años no se proyectaron al futuro, ni leyeron las nuevas demandas sociales y solo se dedicaron en gran medida a echarle la culpa a la migración, tratando de justificar su inoperancia e incapacidad.

Al contrario, los nuevos ciudadanos, producto de la migración, son una fuerza interesante que incluso puede convertirse en una fortaleza, en un instrumento eficaz que coadyuve a la solución de los problemas planteados. Además, y que quede claro: no hay juliaqueños ni juliaqueñistas, aquí todos somos juliaqueños. Solo basta que vivamos en esta ciudad que nos acoge y nos da la oportunidad de trabajar, formar familia, tener casa, educarse, etc.

¡Reaccionemos, juliaqueños, y todos juntos saquemos adelante a nuestra ciudad! ¡Ese es nuestro reto!

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