Los frentes políticos y los bienes comunes


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Escribe: Lenin Valencia | Opinión - 26 May 2017

La acción colectiva en el Perú del siglo XXI está especialmente cercada y limitada por la prevalencia de una racionalidad instrumental, maximizadora de utilidades, hecha a la medida de la visión de país y sociedad que el proyecto neoliberal ha construido en los últimos cuarenta años.

Los intentos de agrupación y coordinación política dentro de las izquierdas peruanas, para crear frentes políticos que aglutinen fuerzas, no son ajenos a este dilema. El Frente Amplio, como un tipo de bien común, construido para el (des)comunal propósito de movilización y transformación política y social, parece haber seguido el camino de los bienes comunes mal administrados. A casi un año haber cerrado un proceso electoral, este bien político ha sido fragmentado y el capital político acumulado, está siendo despilfarrado por disputas entre actores y organizaciones políticas.

En retrospectiva, algunos dirán que esta tragedia podría haber sido evitada abriendo este <> y el uso de sus recursos a la mayor cantidad posible de ciudadanos. La idea es intuitivamente atractiva y políticamente deseable, pero no necesariamente viable si esa apertura no está precedida por el establecimiento de reglas de juego que hagan posible un uso solidario de los recursos que ese bien común político ofrece y si no tenemos en cuenta los distintos tipos de capital político que se aglutinan en torno a este frente.

Para un naciente frente su capital político más importante es quizás ese “ejército”de activistas que se entregan en alma y vida a la organización y al trabajo político, con un tipo de racionalidad que excede precisamente a esa racionalidad maximizadora. Son los que donan su tiempo, no el que les sobra, sino el que les falta. Sin desmerecer la importancia del votante desmovilizado, un frente político debería cuidar especialmente a estos activistas.

El establecimiento de reglas de juego para el uso de ese bien común no implica parcelarlo o privatizarlo, sino más bien acotarlo de tal manera que los maximizadores de utilidades y los “free riders”tengan menos posibilidades de aprovecharse del trabajo político colectivo (por ejemplo, aquellos que se incorporan al proceso de construcción de ese frente a “último momento”, o que juegan un rol ambiguo en su conformación, sumándose al mismo abiertamente solo cuando las posibilidades de ganancia política parecen aseguradas).

¿Cómo construir frentes políticos que escapen a la lógica de la maximización individual/grupal de utilidades políticas en desmedro de lo que estos pueden representar como espacio para la acción política organizada? La tarea política de agregar voluntades, sobre la base de un programa político compartido, no es fácil y quien diga que lo es, está mintiendo.

Quizás deberíamos prestarle más atención a las experiencias de manejo de los bienes comunes en el mundo rural, tan estudiados por Ostrom. Quizás estas formas de organización nos sirvan para entender que los bienes comunes (incluidos los políticos) no son sinónimo de “acceso a los bienes libre de reglas de juego”. Los frentes políticos, entendidos como un tipo de bien común, requieren no solo de coincidencias programáticas, sino también de trabajo político colaborativo para establecer esas reglas de convivencia mínima que hagan posible la acción política organizada, hacia adentro y hacia afuera y que eviten la canibalización política interna so pretexto de “disputar el poder”.


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