Friday 19.04.2024 | Actualizado 11:08 (hace 1985 días)
El reciente caso de la bebida vegetal que la empresa Gloria vende como leche, demuestra una vez más la desprotección del consumidor en el Perú. Los industriales de la comida chatarra acumulan años de denuncias por la baja calidad de sus productos, sin que hasta ahora el Estado logre regularlos.
El 2013, tras arduo debate, que contó con la fiera oposición de la industria, pudo promulgarse una ley mediatizada, denominada “de la promoción de la alimentación saludable para niños, niñas y adolescentes” que, cuatro años después, carece de reglamento.
Los lobbies de las poderosas procesadoras de la mala nutrición, consiguieron que la norma quede limitada a un grupo etario. Aparentemente convencieron a los legisladores que a los 18 años, los peruanos podían atragantarse de calorías, sodio, azúcares y grasas saturadas.
Existe una campaña internacional, impulsada por la OMS, la FAO y varios frentes parlamentarios, para reducir los riesgos de las enfermedades y la desnutrición, que provoca la comida chatarra. Las tasas crecientes de sobrepeso, obesidad, diabetes y varios tipos de enfermedades cancerígenas, se originan en tales alimentos.
Contra lo que piensan los devotos del lucro, existe el bien común y el interés general de promover las mejores condiciones para el desarrollo de una vida plena. Por tal razón, las leyes para promover la alimentación saludable se centran en dos exigencias básicas: que el etiquetado tenga una advertencia clara, que de un solo golpe de vista permita al comprador saber si el alimento está libre de componentes dañinos y, por otro lado, la verificación por una entidad pública de la calidad de sus componentes, que debe igualmente ser exhibida.
Como en el Perú el fujimorismo acabó con la legislación antimonopólica desde su nefasta dictadura, las grandes empresas, cuyo distintivo favorito no es ningún ovino sino un cráneo cruzado por dos tibias, gastan millones en engañar al consumidor de todas las edades.
Si tuviésemos instituciones más serias, con toda seguridad que, como lo comprueban en otras latitudes, los alimentos chatarra, apenas disimulan el hambre, malnutriendo a la gente.
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