Thursday 28.03.2024 | Actualizado 11:08 (hace 1963 días)
En la crisis de gabinete el tema de la educación fue central solo en apariencia. Las políticas educativas estaban atrapadas en un juego de tronos, de confrontación de poderes e intereses mucho mayores.
Las negociaciones en las alturas transcurren paralelas a un escenario social vitalizado. Fuera del juego de tronos, desde el 2009 la paz de los cementerios del paradigma económico vigente se ha visto interrumpida por una serie de movimientos sociales que lo sacuden, a la par que ponen en evidencia los límites del modelo educativo.
Se suceden así los conflictos socio ambientales del 2009-2011; la masiva movilización de los jóvenes contra la llamada Ley Pulpín; el contundente colectivo No a Keiko; la multitudinaria movilización ni una menos contra la violencia de género; los actuales conflictos con las comunidades amazónicas; y el movimiento magisterial que trastocó todas las agendas y cubrió el territorio nacional.
La agenda ciudadana trae a su vez temas adicionales. La corrupción que agobia al Estado y a la sociedad; la seguridad ciudadana; el creciente desempleo y la terca persistencia e incluso incremento, de las brechas sociales y, como parte de la sociedad global, enfrentamos las fatales consecuencias del cambio climático.
Las políticas educativas están siendo emplazadas por demandas que han entrado en la escena sin pedir permiso. Hoy se reclama educar para una ciudadanía ambiental que valore nuestra naturaleza y territorio; reafirmar la cultura y derechos de los pueblos indígenas; promover la igualdad de género desde los procesos pedagógicos; cambiar la oferta educativa de cara a la diversificación productiva, a las realidades regionales y a un crecimiento inclusivo; colocar la ética y la memoria histórica en la centralidad de la formación ciudadana y recuperar la educación pública en base a un cimiento de diálogo-debate-pacto social. Son interpelaciones que aluden a paradigmas fundacionales de sociedad y civilización
No cabe una contrarreforma, pero tampoco la continuidad a secas. Son tiempos de escuchar a los ciudadanos y poner punto final al manejo tecnocrático centralista e impositivo. La mira inmediata es sacar a la educación pública de su postración e impedir el juego retardatario que busca instrumentalizar la educación para el lucro e imponer una cultura conservadora. Hay que resguardar los avances pero, a la vez, dar un salto hacia adelante, modificando los enfoques y sentidos de la reforma educativa, de cara a la contundente agenda social.
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