Ichu se rindió a San Pedro y San Pablo, a los toros y... al desorden


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Escribe: Los Andes | Sociedad - 30 Jun 2015


Ichu vivió una vez más la festividad de San Pedro y San Pablo, una gran fiesta deslucida por el desorden y otros problemas. Aquí un relato incómodo pero sincero y necesario para las autoridades y el pueblo de Ichu.

Ichu tiene lo que podría ser una maravillosa fiesta: una corrida de toros, un concurso de danzas, un plato que se identifica con la fecha y la cercanía a Puno, con sus 141 mil visitantes potenciales, eso sin contar a los pobladores de la provincia de El Collao. Y todo ello, en un lugar hermoso y protegido de los vientos helados de esta temporada.

Sin embargo, todos los visitantes se encuentran con lo siguiente, al mediodía. Lo primero que da la bienvenida al lugar es el polvo que levanta una interminable fila de combis que a avanzan a duras penas en dirección al pueblo de Ichu.

Viendo ello, se comprende a muchos pobladores del lugar, los cuales están molestos con las anteriores gestiones municipales. Están a 20 minutos de la capital de la región y no tienen una calle asfaltada o adoquinada; el acceso a su localidad es un camino de tierra y no gozan de agua ni alcantarillado.

El atolladero de vehículos es tal que muchos visitantes no tiene otra que bajar y llegar a Ichu a pie. En esta fiesta, los comerciantes son los que invaden las calles; se venden desde sombreros de cuero hasta extractos de medicina natural; pero lo que marca la fiesta son los puestos de venta de chicharrón.

Parecen cientos y están dispuestos a los lados de una calle ancha y terrosa. La señora que vende el chicharrón informa que le cobraron cien soles por el derecho a un espacio para su negocio. ¿Cien soles a cambio de qué? ¿Hay tachos? ¿Hay señalizaciones? ¿Agua para garantizar la higiene?

Es 29 de junio, la plaza está atestada de gente, el sol es implacable y es casi la una y media de la tarde. A esa hora, el concurso de danzas no ha terminado, pero la atención de los concurrentes se dirige a un canchón que hace las veces de plaza de toros. Tambièn hay un cerro que hace las veces de tribuna y es la única opción para ver la corrida para los que llegan tarde.

Alrededor de la “plaza de toros”, los lugares son escasos; los únicos que pueden ver el espectáculo con relativa comodidad son los alferados y la autoridades políticas del lugar. Para ellos hay dos estrados que lucen atiborrados. El resto se acomoda como puede o mira desde el cerro.

Es incómodo, pero los toros lo justifican todo. Un criador dice que son 280 kilos, aunque parece muy poco. En realidad son animales pequeños comparados con los de 300 o 400 kilos que pisan otras plazas. A pesar de ello, se han preocupado de que sean muy bravos. Algunos incluso intimidaron a los toreros. Los toros babean, muestran furia y fascinan a todo el público.

Luego de casi dos horas de embestidas, quites y gritos de asombro mezclados con miedo, cuando los toreros saludaron juntos al público no recibieron tantos aplausos como cuando uno de los toros le quitó la capa a alguno de ellos. Los toros son las verdaderas estrellas de la tarde.

Cuando los criadores suben a los toros a un camión y quieren sacarlos de Ichu, ocurre algo que resume la fiesta. Cuando el camión avanza no puede evitar chocar contra el puesto de dos señoras que venden vinchas y adornos para señoritas.

Las comerciantes ven su mercadería regada en el suelo, pero no pueden recogerlas porque en ese mismo momento un montón de personas quieren pasar por esa calle donde el camión prácticamente les cierra el paso, dejándoles un pequeño espacio. Los comerciantes forcejean con los peatones, se empujan, se gritan.

Los policías quieren poner orden, pero ya no pueden. Desde un extremo de la calle se aparece un conjunto de morenada que baja bailando. La gente simplemente no puede avanzar ni retroceder, los dueños del camión tampoco pueden mover su unidad y las comerciantes recogen a duras penas su mercadería, mientras los danzantes tratan de continuar disfrutando de la festividad.

El final de la fiesta no es menos caótico: una fila interminable de autos, platos, bolsas y botellas regados en el cerro; música de una orquesta de cumbia mezclada con los bronces de las bandas de músicos; mucha cerveza, mucha comida, y ni un baño a la vista.

Ya oscurece y los visitantes tienen que adivinar el camino hacia la fila de combis que los llevarán de vuelta. A pesar de todo, los visitantes siempre van en aumento, lo que indica que es una gran fiesta. Hacerla más bonita es el reto del alcalde del Centro Poblado de Ichu, Antonio Mamani Ponce; aunque antes hay otras necesidades que atender.


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