Fiesta de la Candelaria, el mayor movimiento cultural del Perú


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Escribe: Los Andes | Sociedad - 07 Feb 2016

La festividad celebrada cada 02 de febrero en honor a Virgen María de la Candelaria, es el movimiento cultural más importante del Perú, gracias al enorme despliegue de danza, música y arte; es el resultado de un largo proceso de conjunción de la religiosidad católica y los rituales andinos, practicada en el Altiplano desde hace miles de años. La festividad toma interés internacional desde 2014, año que la UNESCO declaró como “Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad”.


La sincronización y el desplazamiento son a menudo apreciadas en exhibiciones de países orientales; sin embargo, en nuestro Altiplano se puede comprobar que los quechuas y aymaras cantan y ejecutan su instrumento mientras baten en coordinación y disciplina a los rígidos orientales.

Para llegar a tal nivel de presentación, los ensayos se inician hasta tres meses antes. Los integrantes de los conjuntos, previa liturgia católica y andina (pago a la tierra), inician con el entrenamiento, los más antiguos enseñan los pasos y movimientos a los nuevos; si bien los pasos no varían demasiado de año en año, los desplazamientos son lo mejor del esfuerzo creativo de los grupos.

En este punto es necesario recordar que en varios pueblos, la participación de un conjunto de danzas autóctonas moviliza al pueblo entero, a tal punto, que las mismas autoridades municipales deben involucrarse con subvención económica o unas botellas de cerveza.

Existen conjuntos cuyos integrantes están dispersos en varias ciudades del Perú (Lima, Arequipa y Cusco), así como conjuntos del interior de la región, cuyos integrantes ensayan en las ciudades de Puno y Juliaca, donde residen muchos inmigrantes. Ellos se juntan a pocos días del concurso para afinar la coreografía.

La fiesta dura 15 días, desde los días finales de enero hasta la segunda semana de febrero y tiene dos protagonistas. Unos son los cultores de las danzas autóctonas, al ritmo de pinquillos, quenas, tarkas, chaqallos, lawak’umus, sikus y bombos. Los otros protagonistas son las agrupaciones de danzas de trajes de luces o mestizas, que se agrupan en morenadas, diabladas, caporales, kullawadas y waca wacas, al ritmo de instrumentos de bronce y bombos. Los primeros inician la fiesta y los últimos son los dueños de la octava.

Ambos anfitriones de la fiesta tienen como escenario el estadio “Enrique Torres Belón” y las calles de la Ciudad Lacustre, que en estos días luce abarrotada. Según la Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno, entidad organizadora de la fiesta, cerca de 200 conjuntos folklóricos veneran a la Virgen de la Candelaria.

DIOS Y LA PACHAMAMA

Como la festividad se desarrolla entre un disimulado tira y afloja, entre la religión occidental y el sentir nativo, las actividades religiosas se hacen muchas veces en paralelo con los preparativos y concursos de danzas. Así, mientras los danzantes se preparan en las localidades del interior de la región, en la ciudad de Puno los miembros de la Hermandad Virgen de la Candelaria se encargan de preparar a la Virgen, y a la vez programan una serie de ceremonias religiosas.

Una de las primeras actividades religiosas son las misas de las novenas, que se realizan desde ocho días antes de la fiesta, entre el 24 de enero y el 31 de enero. Los devotos, acuden al Santuario Virgen de la Candelaria, para agradecer a la Madre de Cristo por las bendiciones recibidas.

La víspera del día de la Virgen de la Candelaria, es decir, el primero de enero, se inicia con las Albas. Las imponentes melodías de sikuris y bandas de músicos y el estallido de bombardas y camaretazos, anuncian el día jubilar y despiertan a la población puneña. Cuando lleguen los primeros rayos del sol, los alferados iniciarán el descenso caminando desde el cerro Huajsapata, hasta llegar al santuario para participar de la Misa de Albas.

Ese día el mundo andino irrumpe en el escenario con la entrada de K’apos, donde cientos de pobladores del medio rural pisan las calles centrales de la ciudad de Puno cargando leña en llamas y burros. En lo mejor de la entrada, los visitantes pueden ver el templo San Juan a través de la inmensa humareda de la leña quemada. El acto liderado por las principales autoridades es un ritual de anuncio de la fiesta.

Pero la víspera, se torna más importante aun cuando se esconde el sol, los alferados de la Virgen, tanto del Día Central como de la Octava, trasladan a la Virgen desde el Santuario a la Catedral, portando cirios. En el nuevo destino temporal de la Virgen, el obispo de la Diócesis de Puno, Jorge Pedro Carrión Pavlich, oficiará la misa Misa de Vísperas y la población disfrutará el destello de los fuegos artificiales.

El día más espiritual y tranquilo de la fiesta es el 02 de febrero, día central de la Virgen de la Candelaria. Desde lo alto se puede contemplar una Plaza de Armas medio llena, las miradas dirigidas al atrio de la Catedral, donde bajo la sombra se encuentra su Santa Madre, y a sus pies, a las principales autoridades religiosas. Terminada la misa principal, los feligreses se disponen a retornar a la Virgen al Santuario, en una procesión que incluye numerosas alfombras preparadas por destacadas familias católicas.

EL COLOSO Y LA DURA COMPETENCIA

Si bien el centro religioso está donde se encuentra la imagen de la Virgen, el otro escenario principal es el estadio “Enrique Torres Belón” y las calles de la Ciudad Lacustre. La primera gran fecha es la del concurso de Danzas Autóctonas, este año fue el 31 de enero.

En esta primera fecha, se revive el espíritu de competencia colectiva de los pobladores andinos. Desde las zonas más alejadas de la región, los pobladores hacen grandes esfuerzos para realizar un gran espectáculo.

Desde lo alto, el panorama común son largas faldas extendiéndose hasta adquirir redondez, sombreros, chullos y desplazamientos muy coordinados de los participantes. El coloso llega a albergar a más hasta 5 mil personas que acuden al estadio para regalar aplausos a los esforzados danzantes.

En las calles adyacentes al estadio se pueden apreciar, por un lado, a cientos de danzarines, apretados, mezclando los colores de su vestimenta. Muchos vinieron en uno o dos buses, y partieron en la madrugada, otros pasaron la noche en Puno. Ellos esperan el ingreso.

Hacia el otro lado se ve a los grupos que terminaron su presentación. Ellos salen bailando y pasarán a formar parte de la parada de danzas autóctonas. La ruta siempre se dirige al centro de Puno, directo a donde está la Virgen para ofrecerle su respeto y devoción.

La noche del concurso de Danzas Autóctonas es una de las más activas de la ciudad, pues mientras los conjuntos de danzas autóctonas se presentan por las calles y organizan sus festejos, en otras calles los integrantes de los conjuntos de danzas de trajes de luces continúan con sus preparativos.

Si bien el Día Central es lo más importante para los devotos, la octava lo es para los visitantes, la diversión está garantizada recién ochos días después del Día de la Virgen

FEBRERO LUJURIA

Así llegan los dos días de locura en Puno. Luego de pasado los días más espirituales de la fiesta, la gente se apresta a festejar con y sin excesos. Uno de los rumores más extendidos es que la mayoría de bebés puneños se procrean durante estos días; sin embargo, varios intentos periodísticos de comprobar este rumor se toparon con la negativa de las estadísticas. En realidad, las cifras no indican la subida del índice de nacimientos en octubre y noviembre.

Los rumores sobre la procreación masiva obedecen a la presencia del sensual movimiento de las chinas y la belleza de las enamoradizas kullawitas. El día domingo, las mujeres se aprestan a mostrar belleza; los varones, su fuerza y juventud; los ya mayores procuran verse poderosos, y las maduras, elegantes.

El número de conjuntos es tal, que los danzantes que tienen la mala suerte de que su conjunto se presente en los primeros lugares del orden de presentación, deben madrugar para estar listos a primera hora, incluso antes del inicio del horario de trabajo de muchas oficinas.

Desde lo alto, se ve que el agradable verde del gras sintético del estadio es reemplazado por una cobertura de color claro y los discretos instrumentos andinos son reemplazados por los imponentes instrumentos de bronce. Así también, entre impresionantes desplazamientos, se desarrolla el Concurso de Danzas Mestizas.

Si el primer concurso trae a los pobladores del interior de la región, el segundo concurso trae a puneños radicados fuera de Puno de vuelta a casa, o atrae a foráneos encantados con la cadencia, sensualidad y elegancia de las danzas mestizas.

Ya que el concurso de trajes de luces se hace en dos días, el primero en el estadio (recinto repleto que alberga a más de 10 mil espectadores) y el segundo en las calles de Puno, llamado “Parada y Veneración” (el puntaje se obtiene de la presentación de estas dos fechas), muchos de los danzarines duermen muy poco la noche entre el domingo y el lunes, aunque no es necesario generalizar; recordemos las estadísticas.

El día en que hasta el puneño más aburrido con la Candelaria siente esta fiesta, es el de la Parada y Veneración. El tránsito se ralentiza, la gente busca sus lugares luego de haberse peleado por un asiento (a veces es literal), y el sonido de las bandas invade prácticamente a todos los hogares del centro de la ciudad.

Si hay alguien infeliz, podrían ser los organizadores de la fiesta, pues si la parada sale mal, las críticas lloverán. Para los demás, la amistad, el amor, la música, la alegría casi flotan en el aire y solo hace falta respirar y beber líquido con y sin alcohol, para mantenerse en el caluroso ambiente calentado por auténtica candela.

La fiesta concluye al interior de cada conjunto. Los cultores de la danza del Altiplano se trasladan hacia el Santuario de la Virgen de la Candelaria; luego del acto litúrgico, concurren a una fiesta de recepción, allí entre copa y copa, garantizan la sostenibilidad de la fiesta, se nombra al nuevo presidente o alferado del conjunto, y todos los integrantes adquieren compromisos para el próximo año; el acto se conoce como Cacharpari, que es el adiós a la fiesta.


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