Puno festivo y revalorador: Hito subliminal de integración cultural


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Escribe: Rolando Waldo Gómez Poma | Sociedad - 07 Feb 2016


“Desde que Dios construyó el mundo y puso luz donde todo era neblina, la simiente maldita de Caín sigue dando sus frutos amargos. Es el germen de la maldad humana. Millones de caínes pueblan el planeta, son los azotes que Dios puso para castigar a los buenos” Morgue – Lizandro Luna

Personajes con características siniestras, saltos ornamentales, cadencia cuasi erótica, música que cala los sentimientos de taciturnos sujetos andinos y subliminales formas de elucubrar la beldad femenina, es la característica propia de la festividad religiosa en honor a la deidad religiosa católica. Aunque los pasos y compases tratan de hacer conocer al mundo sobre la resistencia cultural del andino ante la aplastante tecnologización occidental, nuestros congéneres reviven y tienen como fin el de relevar los mitos y leyendas provenientes de los asentamientos mineros, lugar donde supuestamente vive el Anchancho y emisario del demonio, a decir de la muerte de miles de nativos en las mitas. Se produjo entonces un cataclismo poblacional en el ande y como una manera de mascullar su amargura estos herederos de los hijos del Sol decidieron perennizar la vestimenta, máscara y movimientos violentos y rápidos a los diablos, base primordial del concurso de trajes de luces, matizado de algunas danzas de procedencia nativa con alto contenido ideológico epistémico.

La cultura es la manifestación propia de cada pueblo, no existen leyes ni menos derechos que los tipifique como tal, lo que vale es la conciencia de sus ciudadanos comunitarios, es que cada uno de nosotros nos identifiquemos como herederos de una cultura y seamos parte importante de la resistencia del conocimiento para luego trasuntar las esferas locales y dar a conocer al mundo que los aymaras, quechuas, uros y amazónicos tienen una forma de ser y pensar. Esa conciencia es, precisamente, la manifestación dancística que con simples movimientos e indumentaria nos transmite la forma de vida que nuestros antepasados tuvieron y como parte de la sociedad comunitaria precolonial trasuntaremos un poco de la historia que lamentablemente hemos perdido por la irrupción violenta de las huestes hispanas, acompañadas de la curia religiosa hedionda.

Si las manifestaciones culturales entre el territorio peruano y boliviano son similares, entonces significa que son pueblos hermanos, la cultura no distingue fronteras, solo las cataloga por las formas de vida y necesariamente existe un nexo umbilical entre ambos pueblos, porque fueron parte de una cultura y el título de propiedad es la manifestación cultural. Esta definición es reconocida en el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo. Entonces, teniendo en cuenta que la cultura Tiahuanaco se expandió por parte de la meseta del Collao y antes hubo población rural asentada en estos lares, nadie puede apropiarse de las manifestaciones culturales, existe un exceso de ego proveniente de nuestros hermanos bolivianos, que lejos de competir en la niebla, ambos pueblos hoy puedan integrar conocimientos en base a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Saramarka versus Surinam–2007), donde se establece que solo basta la ocupación ancestral para que se reconozca derechos de propiedad, no valiendo un título de propiedad.

A nivel mundial existe un ánimo de reconocer la prevalencia de las minorías sobre las mayorías, no existe una clara definición al respecto, pero se entiende que el grupo de ciudadanos que no tiene prevalencia de número y cantidad son minoría. Esta población tiene características propias de convivencia y principalmente se diferencian de los demás por su idioma o creencia religiosa; al igual que existen animales en peligro de extinción (Vicuña, Chinchilla…) y que el Estado emana prohibiciones, la política de preservación de etnias culturales es parte de la supervivencia, por lo tanto, las mayorías tienen la obligación de respetar y coexistir en la diversidad. Y, precisamente, una de las manifestaciones culturales andinas de gran acogida es la festividad en honor a la deidad católica Candelaria. Ello no solo es la cadencia dancística y las irritantes bandas de músicos, en el trasfondo está el grito libertario y la exposición de un conocimiento ancestral a los ojos de la humanidad.

Atrás deben quedar los aires de propiedad inalienable, en nuestro contexto político la inclusión debe ser parte del discurso cotidiano, si nuestros ancestros vivían en armonía con la naturaleza y siempre tendían a la colaboración entre sí, hoy el individualismo nos absorbe y aísla, claro que está acorde a los lineamientos básicos de nuestra constitución política que incide en el egocentrismo y la guerra de mercado, donde unos viven del esfuerzo de otros. Tendríamos que pensar en una carta magna con características especiales y más humanas, para muchos ciudadanos de este país el problema radica en el capítulo económico, que lejos de unirnos nos disgrega. En las comunidades campesinas se trata de convivir con sus tradiciones culturales, aunque esta forma de convivir no tenga prevalencia en la sociedad citadina. Por lo que la festividad religiosa–pagana en Honor a la Virgen de la Candelaria tiene un derrotero quizá no comprendido y es la de llevar al mundo la tradición cultural del ande, donde existe un criterio epistemológico innato, que no tiene nada que envidiar a culturas de otras orbes.

De los orígenes de la deidad religiosa en Puno, no se tiene relato claro, pero se conoce la historia de que un nativo capachiqueño encontró una caja flotando a orillas del Titicaca, lo abrió y vio en su interior una bellísima virgen, la guardó en su casa porque no supo qué hacer con esa imagen, ya entrado en sueños la virgen reveló que si no la devolvía al lago, Capachica se inundaría, el nativo hizo lo que la Virgen le dijo. Las oleadas del Titicaca llevaron el cajón hasta Puno y allí, el párroco que había sido avisado por el nativo, recogió la imagen, llevándola a la catedral, entendieron que la voluntad de la Virgen fue quedarse en Puno, la llamaron la Virgen del Lago, hoy conocida como Virgen María de la Candelaria. En el altiplano es la deidad con mayor relevancia y gracias a su carisma y bondad con sus pobladores hoy, la cultura andina la venera con sus matices culturales y la cosmovisión del hombre andino integrada a los conceptos religiosos europeos.

Claro está que las manifestaciones culturales adquieren trascendencia cuando se masifica, con la masificación se impone el reconocimiento y junto al reconocimiento el derecho es progresivo. Entonces, la promoción de la cultura es extensiva en el conjunto de los derechos colectivos e individuales ya reconocidos por la Declaración Universal de las Naciones Unidas.

Los puneños y puneñistas estamos frente a un reto que nos lleva a teorizar los conocimientos para luego incidir en una tesis filosófica del mundo andino, teniendo como base la cosmovisión andina y la coexistencia comunitaria (hoy venida a menos, por la caótica tenencia de las tierras comunales que cada año se reducen debido al crecimiento poblacional). Esta también es responsabilidad de nuestras universidades, que solamente se orientan de teorías extranjeras y no inciden en la investigación local con fines epistémicos propios, entendiendo que cada tendencia filosófica tiene objetivos propedéuticos especiales y la festividad de la Candelaria tiene que ser el inicio para el logro de esa perspectiva.


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