Manuel Vassallo: amigo, padre y pastor


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Escribe: Luis Zambrano * | Sociedad - 24 Apr 2016

Manuel nació en Lima, el 21 de julio de 1949, pero encontró su destino entre los más pobres del altiplano del Perú. Su espíritu noble se notó desde muy pequeño. Tenía 4 años y su mamá le había comprado zapatos nuevos por fiestas patrias. De pronto salió al callejón vecino a jugar y cuando volvió ya no los tenía puestos. Se los había dado al negrito Lobatón, vecinito muy pobre. Este testimonio nos lo dio su hermana Cecilia.

El deseo de ser sacerdote lo sintió Manuel desde muy niño. Y así se encaminó a los salesianos. Con ellos estudió desde tercero de primaria y toda la secundaria. De adolescente, junto a su compañero y amigo, José Rivadeneira, hacía de monitor en las misas (estas todavía eran en latín) y participaba en grupos pastorales de apoyo a los ancianos de la avenida Brasil y a los enfermos de la clínica "Internacional".

En 1966, Manuel ingresó al Aspirantado salesiano. Después entró al Estudiantado filosófico en Chosica. En 1969 hubo una gran crisis de época en la congregación, y Manuel, al igual que otros compañeros, dejó la congregación pues esta no satisfacía sus profundas inquietudes. Poco tiempo después se contactó con el entonces obispo de Puno, Julio González Ruiz, quien lo envió a estudiar filosofía en Gallarate, Italia. Ahí permaneció tres años. Ya desde esos tiempos le apasionaba el profeta Amós, como atestigua su amigo sacerdote José Rivadeneira. En Italia entabló una profunda amistad con Severino Dianich, párroco de Caprona y consultor de la Conferencia Episcopal italiana.

Entre 1973 y 1976 Manuel estudió sociología en la Universidad Católica de Lima y formó parte de la UNEC (Unión Nacional de Estudiantes Católicos). Ahí entabló una entrañable amistad con los sacerdotes Gustavo Gutiérrez Jorge Álvarez Calderón, quien fue desde entonces, hasta el final, su director espiritual. También con los sacerdotes Luis Fernando Crespo y Hugo Echegaray. Durante unos dos años fue a vivir al pueblo joven El Progreso, junto con otros compañeros. Y semanalmente apoyados por Jorge Alvarez Calderón, hacían su revisión de vida. Esto enriquecía su vivencia en un barrio pobre de Lima.

Su inquietud sacerdotal nunca se apagó y así, en esos mismos años, formó un movimiento de laicos que optaban por el sacerdocio (SULOS), que tuvo en su seno a jóvenes de distintos lugares del país, que buscaban una teología acorde con los nuevos tiempos y solidaria con los más pobres. Yo también fui uno de los que participé de dichos encuentros, donde nos acompañaban sacerdotes y obispos comprometidos. A Manuel lo conocí en 1973, de una manera simpática. Me llamó por teléfono a Ica, pues deseaba conocerme. Convinimos en que nos encontraríamos en el Curso de Verano de la Universidad Católica, en la primera pausa. Me senté a escuchar la charla, pero antes conversé animadamente con un joven que estaba a mi derecha. Al llegar la pausa le dije que me disculpara un rato pues tenía que encontrarme con Manuel Vassallo. Él me dijo: Yo soy. Un fuerte abrazo lleno de sorpresa y alegría inició y selló nuestra gran amistad.

Era el año de 1976 y ya estaba de obispo de Puno Jesús Mateo Calderón. Manuel, de acuerdo con él, se dirigió emocionado a conocer su diócesis. Luego, en mayo, fue enviado a conformar el equipo pastoral de la parroquia de Azángaro, experiencia inolvidable que compartió con Ricardo Vega, Ronald Llerena, René Pinto, María Victoria Calle, Blanca Oliva, Rosa Eva Builes y Elisa Velásquez, entre otros.

Manuel fue ordenado sacerdote por el Obispo Jesús Calderón el 30 de noviembre de 1978. La misa se realizó en la capilla "Reina de las Américas", Santa Catalina (La Victoria, Lima). Asistieron su mamá, Elva, la abuelita Francisca, sus hermanas y demás familiares. También sus amigos salesianos, agentes pastorales de distintos lugares del Perú, los equipos parroquiales de la diócesis de Puno, representantes de las comunidades campesinas de Azángaro y de los barrios limeños de Collique y Progreso; el obispo auxiliar de Lima, Germán Schmidt, y Albano Quinn, obispo de Sicuani. En esa ocasión el obispo Jesús le dijo: "Haz como Cristo, que experimentó las miserias de sus hermanos para liberarlos del pecado. Desde tu fe, desde tu misa de todos los días acércate con humilde coraje al mundo de los pecadores, de los malditos, al mundo inmenso de los satanizados por los poderosos, por el único delito de estar aprendiendo, también desde su fe, a ponerse de pie, conscientes de su dignidad de hijos de Dios para reclamar justicia, para gritar su hambre de pan y de justicia, para construir un mundo nuevo según el corazón de Cristo".

Posteriormente enrumbó a Lyon, Francia, para continuar sus estudios. En el Instituto Teológico de esa ciudad trabajó con el teólogo dominico Christian Duquoc, renombrado profesor de Cristología. Luego pasó a San Cugat de Vallés, en Barcelona, donde tuvo de profesor al no menos famoso teólogo José Ignacio González Faus. En esos años yo también estaba haciendo postgrado en Innsbruck (Austria) y acordamos en 1980 viajar juntos a Grecia tras las huellas del apóstol Pablo. Ese viaje fortaleció nuestra amistad y nuestro conocimiento del nuevo testamento. Y me hizo recordar otro viaje que hicimos los dos y José Rivadeneira en los años 70 a Riobamba (Ecuador) para conocer al obispo de los indígenas, Leonidas Proaño, y beber de su sabidurìa.

Llegado al altiplano del Perú, le fue encargada la parroquia de Caracoto. Corría el año de 1981. Fueron décadas de inmenso compromiso, no solo en Caracoto, sino conjuntamente con la Iglesia del Sur Andino. En ella participó plenamente, formando parte de diversas comisiones que la gravedad del momento requería. En los tiempos más peligrosos del terrorismo de Sendero y del MRTA y del terrorismo del Estado, permaneció con el pueblo sufriente, resistente y creativo. Durante todo ese tiempo fue profesor de sagradas escrituras, en lo que era especialista, y prefecto de estudios en el Seminario "Nta. Sra. de Guadalupe" fundado en 1979 por los obispos del sur andino. El 2006, ante la llegada de obispos beligerantes del Opus Dei y del Sodalitium, junto con otros 4 sacerdotes, renunció a ser profesor en el seminario.

Multitud de veces fue invitado a dar charlas en las distintas jurisdicciones del sur andino, como retiros a diversas congregaciones del Perú y del extranjero, y en los últimos años fue profesor en el Seminario "Juan Bautista Vianney", de Puerto Maldonado.

Amplio en su mirada pastoral, vio que ella también debía colaborar en la nutrición y en la educación de los niños y niñas. Así, en el 2002, inauguró el comedor infantil "Giordano Liva" en Caracoto y en el 2006 creó el jardín de la infancia "Giordano Liva". Seis años después inició la escuela primaria del mismo nombre. Giordano Liva fue un joven de la Universidad de Pisa, Italia, con una visiòn solidaria del mundo. Después de su muerte, a causa de un cáncer, sus familiares y amigos crearon una fundaciòn con su nombre para que esa solidaridad siempre continuara. Manuel promovió también durante largos años la participación de jóvenes campesinos de Caracoto en la JARC (Juventud agraria rural católica).

El 6 de diciembre del 2003, muchos nos congregamos en torno a Manuel para dar gracias a Dios por sus 25 años de sacerdocio. Estuvieron presentes su hermana Nela y su sobrino Daniel, y muchas amistades. Ahí, él, como otras veces, nos habló con el corazón. Entre otras cosas, dijo: "No puedo terminar esta reflexión sin agradecer tanto a tantos. Agradecer a mi familia, a los que ya no están y a los que siguen viviendo, que siempre aceptaron mis opciones, que siempre me respetaron y animaron y que me dieron mucho sin exigirme nada. A la Iglesia y al pueblo de Puno, en especial de Caracoto, que me acogieron con cariño y en cuyas tierras he entablado lazos entrañables de amistad. A los pastores de la región, como Julio, Alberto, Lucho Dalle y Lucho Vallejos, que están en el cielo y a los que aún están: Jesús Mateo, Albano, Paco, Raymundo, y a los actuales obispos. Gracias Juan (Godayol), tú y Elio (Pérez), encarnan las dos experiencias de fe más importantes que he tenido después de la de mi familia, la vivida en los salesianos y la vivida en el sur andino."

En el 2006, continuando lo que había iniciado el buen amigo dominico Bernardo Fulcran en el Cusco, Manuel, apoyado por los "Amigos de Puno", inició las Festibiblias en la diócesis de Puno. Desde esa fecha e ininterrumpidamente se llevan a cabo cada último sábado de setiembre con la participaciòn entusiasta de miles de jóvenes. Ese mismo año, con la presencia de obispos fundamentalistas en el sur andino, enjuiciadores de la pastoral vivida en los últimos 40 años, se inició un "invierno eclesial". Ante esa nueva situación, surgió en muchos de nosotros el firme deseo de continuar en la práctica evangélica de la opción por los pobres. Fue así que Manuel participó activamente en la gestación y creación (22.XI.07) del ISAIAS (Instituto Sur Andino de Investigación y Acción Solidaria), importante movimiento laical que sigue respondiendo a los desafìos y vivencias que plantea el mundo andino.

A mediados del 2013, Manuel se empezó a sentir mal. Le fue detectada la enfermedad de la miastenia, que la llevó con mucha entereza. Recibió el afecto y el acompañamiento de sus hermanas, Nela y Cecilia, de su sobrina Roxana, enfermera, y de muchos de sus amigos/as y hermanos sacerdotes de la diócesis de Puno y de otros lugares. El 21 de abril del 2015 falleció por una complicación de peritonitis severa. Sus restos mortales reposan en el altar mayor del templo de Caracoto.

Muchas personas han dado y siguen dando testimonio de la vida y del ejemplo de nuestro amigo Manuel. Queremos resaltar tres de ellos.

El primero es el de Jorge Álvarez Calderón, su director espiritual. En sus 25 años sacerdotales, Manuel había hablado de Jorge lleno de agradecimiento: "Él ha sido para mí un hermano, un padre, un amigo, un compañero, un colaborador, un acompañante". Y, a su vez, el 11 de abril del 2016, Jorge se expresó de esta manera: "Manuel fue un gran compañero y yo tuve la gran dicha de acompañarlo desde los inicios y, sin pensarlo, hasta el fin. Para mí ha sido una experiencia muy profunda que me ha marcado en estos, mis últimos años de vida. Ha sido una gracia para mí este gran amigo y testigo".

El segundo testimonio es de Samuel Betancurt, joven sacerdote del altiplano puneño: "Los amigos mayores seminaristas comentaban con mucha convicción que Manuel era un formador recto y exigente en los deberes del Seminario. Y a mí, seminarista principiante, eso me llamó la atención y quería conocerlo, y mi petición a Dios era esta: ir a la Parroquia de Caracoto a conocer a Manuel y, tal vez, hacer ahí mi práctica pastoral. Mi petición fue concedida. Era el año 2004. Desde ese momento nunca dejé de ir a Caracoto. Nunca voy a olvidar el primer encuentro en su casa. Manuel me acogió con cariño, conversamos largamente y finalmente me explicó el funcionamiento de la parroquia. Era la primera vez que entraba a una parroquia, que por cierto marcó mi vida: desde aquel entonces nunca cambié de parecer de ser sacerdote. Manuel fue mi referente para ser sacerdote, luego fuimos haciéndonos amigos. Después descubrí que él era mi hermano, mi amigo y también mi padre".

El tercero es el de su gran amigo de la niñez, José Rivadeneira, que me escribió hace unos días: "Me alegra mucho que mantengan viva la memoria de Manuel. Creo que alimenta nuestro ministerio sacerdotal. Por eso su muerte fecunda su obra y su ministerio. Manuel fue padre y pastor; pastor no solamente por su apellido, sino por su identificación con el buen Pastor."

¡Manuel, amigo, reza por nosotros, por la tierra y la Iglesia que tanto amaste!
¡Siempre Supo Discernir los Signos de los Tiempos! (Cfr. GS 1)
¡Uyariqpuni pachakunaq puririqninta!
¡Jupasti yatipuninwa amuytana take pachanakana untawipa!

(*) Párroco de la Parroquia Pueblo de Dios, en Juliaca

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