Tuesday 23.04.2024 | Actualizado 11:08 (hace 1989 días)
Un ser humano, más que por sus grandes obras –cuando es querido con honestidad– es recordado por aquellos pequeños detalles que configuraron su vida, de este o aquel modo. Por eso, decir de alguien que se ha ido que “era un gran hombre” o una “persona sin par”, solo denota ignorancia o simple admiración.
O no, da igual. La muerte, en estos menesteres, no consiente muchas cosas. Por eso, casi siempre, es preferible el silencio a la alharaca sentimental. ¿Quién se atreve a sentenciar algo ante ella, la que nada dice, pero todo sabe? El que sufre de veras, señores, las más de las veces, es el que menos expone su dolor.
Hugo Hernán Valencia fue una persona decente, en una palabra, alguien a quien podías confiar cualquier cosa y que, a cambio, no esperaba más que una conversación agradable. Nada tentaba, hasta donde algunos lo conocen, que no fuera una vida tranquila, honesta y sencilla.
Ir al mercado un día, comprar el pan o relajarse un fin de semana, acaso jugando un partido de fulbito o ayudando a sus padres en sus frecuentes viajes, era todo lo que –según le parece a quien escribe esto– le hacía sentirse feliz, pleno. Y enseñar, desde luego.
Él era un buen periodista, como dicen todos, pero era más un educador. En razón a ello no le fue difícil “formar” a una buena cantidad de periodistas. Esa decencia que lo caracterizaba, conjugada con su natural forma de ser, hacían de él un maestro del periodismo.
Algo que prueba esto es que, ante todo, procuraba cuidar la dignidad de las personas. Para él era negligente y hasta aberrante cuando, en una nota informativa, se mencionaba el nombre completo de la mujer violada o humillada, a menos que el hecho lindara con lo excepcional.
Hugo Hernán, ese amigo que hoy no nos acompaña más, fue siempre una persona sincera, modesta, sin falso orgullo y con una enorme sensibilidad ante la condición humana. Hacían falta innumerables cosas para quebrar su espíritu y aún más para sustraer su honestidad.
No debemos hacer bulla por su ausencia, gritar en las redes sociales que nos perdone o darnos una importancia hipócrita ante su partida. Antes bien, debemos agradecer que fue una buena persona y que, si fue ese el caso, jamás desalentó las iniciativas personales y/o profesionales de aquellos a quienes conoció.
Porque así era él: alguien que prefería encontrar en el otro, en el amigo, aquello que quizás él no podría conseguir. (En una ocasión, lo recuerdo –perdón por esta confidencia–, me comentó que tenía un libro de cuentos que quería publicar. Sería grato recordarlo así, en un texto).
Ahora, a pocos días de su entierro –que, por cierto, concitó el interés general de la prensa regional y también de las autoridades locales y regionales–, desde esta tribuna queremos rendirle tributo, por todos los años que laboró en este matutino y por todas esas enseñanzas que nos dejó a aquellos que supimos aprovecharlas.
Según se hermana Norma, él se fue feliz de este mundo. “Vámonos, Norma, papá nos está esperando. Nos iremos a las 4 y media de la mañana”, fueron sus últimas palabras, las que le dijo a ella. Horas más tarde, efectivamente, partió a su destino.
“Ha cumplido su última voluntad. Él dijo que regresaría a Juliaca y que aquí lo esperarían con bandas de música y flores, y así ha sido. No estaba triste cuando se fue”, relata su hermana, quien estuvo a su lado desde el momento mismo en que Hugo Hernán se puso mal.
Tantas veladas, tantos días. Hasta siempre, Hernán.
HUGO HERNÁN VALENCIA. Docente y periodista. Laboró en Radio Sol de los Andes, La Decana (antes Radio Juliaca), Los Andes, Correo, Sin Fronteras, y el Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) Puno.
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