Muerte por negligencia o impericia médica: La salud y la actitud profesional


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Escribe: Rolando Waldo Gómez Poma | Sociedad - 22 May 2016


Las diferentes profesiones universitarias y técnicas tienen sus peculiaridades, y esas características especiales se irradian para el servicio al que fueron adiestrados; pero como en todo campo profesional existen los diversos modos de comportamiento, unos se alejan de los cánones esenciales de la profesión y otros se resguardan en una mimetización con los diferentes públicos con los que interactúan. Pero como siempre existen los groseros y altaneros, esos profesionales que siempre están “pidiendo” respeto aunque ellos nunca respetan al semejante; se comportan como “ignorantes” cuando en sus espaldas tienen muchos años de incesante preparación. Entonces, la profesión de médico se basa en la ética y orienta su conducta hacia el bien, busca lo correcto, lo ideal y la excelencia. Entonces es obligación de los galenos: reparar o satisfacer las consecuencias de sus actos, omisiones, y errores dentro de ciertos límites, cometidos en el ejercicio de su profesión.

Para muchos de nosotros, la actitud mostrada por un grupo de directores de las diferentes Redess de salud de la región Puno, en una sesión de consejo regional, donde se sintieron agredidos hasta la indignación más insana porque fueron tratados como ‘médicos’ y no como ‘doctores’, nos hace reflexionar mucho sobre el ego de las profesiones, lo que conlleva a generar un submundo profesional de características especiales y cuando a diario transitamos por algunos nosocomios de las principales ciudades, dialogamos con los pacientes e inquirimos sobre el trato, existen todo tipo de respuestas, que van desde la ofensa por el trato que reciben de los galenos y el maltrato que los asistentes sanitarios les prodigan; también están los agradecidos (claro que son pocos) que reconocen el empeño del galeno en tratar de “solucionar” su problema de salud. Entonces, en la región Puno hace falta un estudio sobre la incidencia del profesional en medicina para la cura de las enfermedades o la potencia magnánima de los curanderos.

Ahora bien, a nivel regional oficialmente no se conocen índices de mortalidad a consecuencia de mala praxis médica, porque no existe un organismo que centralice estos datos, además para nadie es un secreto que opera el sentimiento de cuerpo y una mala praxis médica es rápidamente silenciado con la intervención de los colegas (pese a que en varias oportunidades la prensa inquirió sobre las muertes a manos de médicos en clínicas privadas) y al parecer el Colegio Médico no tiene el afán de hacer respetar el Código de Ética y deontología Profesional del Médico y las muertes a consecuencias de sus afiliados muchas veces se diluyen con el paso de los años o por argucias legales un juzgado decide sobre la impericia o mala praxis; entonces nunca los dolientes tienen paz y calma, menos conocerán la palabra justicia, porque ese médico continúa laborando en su clínica como si nada hubiera pasado.

¿Pero qué de especial tiene esta profesión? Sinceramente es el guardián de la salud pública, y como decía Manuel Núñez Butrón: "No estoy aún satisfecho, mi labor está trunca y apenas se ha puesto en el camino social de la medicina Peruana uno de los muchísimos escalones que falta recorrer". Aunque este galeno andino se formó en Europa y revalidó su título en Lima, pudiendo tener mejores perspectivas de vida en otras latitudes, más pudo su amor al prójimo e instauró una escuela rural andina de corte popular, trabajó al lado de los curanderos y dejó un legado que la historia de la medicina no puede soslayar. “Para difundir con mayor provecho las enseñanzas sanitarias y la doctrina del ‘rijcharismo’, Núñez Butrón editó la revista Runa Soncco, ‘primer periódico de los indios y solo para los indios’, adaptado a la mentalidad y a las necesidades del indígena. El primer número salió el 28 de abril de 1935 y el décimo y último el 24 de junio de 1948. Aunque literalmente Runa Soncco se traduce como ‘corazón de indio’, su significado puede interpretarse como ‘el que ama al indio con todo su corazón’, ‘el amigo’. Y ese era realmente el rol de este primer vocero sanitario rural en el Perú y quizás en América Latina, mensajero de la doctrina ‘rijcharista’y de los principios elementales de la salud, al mismo tiempo que vocero de las actividades de los campesinos, tales como matrimonios, bautizos, muertes, comercio, viajes, etc.” (David Frisancho Pineda, Semblanza de Manuel Núñez).

¿Acaso los pocos médicos que tienen el ego por los cielos no lograron entender que su profesión es de ese corte popular? Entendemos que la sofisticación profesional está en boga, las tendencias tecnológicas requieren de una mayor inversión de tiempo y dinero, pero por atender en lo más esencial a los pacientes y curar sus males no puede ser un “sacrificio” para los galenos, ni mucho menos cuando algún ciudadano no tenga el presupuesto requerido para tener una atención médica en una clínica particular, y si logra tener ese “dinero” no puede ser el médico quien le dé la “estocada final” (como el torero cuando el astado maltratado quiere seguir con vida, pero el morbo pide al torero que lo descerebre) mientras tanto el galeno ni se inmuta por el dolor ajeno (está contento por el monto cobrado) y el colegio médico ente deontológico no diga ‘esta boca es mía y por la seguridad pública intervengo’, más al contrario, se encierra en sus cuatro paredes para luego seguir con sus actividades.

Entonces, desde el aspecto deontológico, la situación parece romperse, porque en el Código de Ética del Colegio Médico se puede leer: “El médico debe ejercer su profesión considerando las características del medio en el que actúa, con pleno respeto de la idiosincrasia cultural y de las personas, procurando integrarse a la comunidad con el propósito de hacer y fomentar el bien”. Pero como en un furibundo discurso realizado por parte del actual director regional de Educación, donde tilda de delincuentes a los médicos que no atienden adecuadamente a los pacientes e incluso fue más allá, al tildar a sus colegas de ‘miserables’, refiriéndose a que los galenos, pese a recibir un sueldo del Estado, ven más la ganancia y el lucro, mas no el interés del prójimo, el mismo que otorga razón a los pacientes que a diario pugnan por una atención adecuada y desinteresada a favor de sus públicos, pero en pureza de verdad algo anda mal; por un lado puede que el Colegio Médico sea solamente una institución inerte, los colegiados forman sus grupos o camarillas para el mal, se olvidaron del juramento hipocrático: “Prometo solemnemente consagrar mi vida al servicio de la humanidad; otorgar a mis maestros los respetos, gratitud y consideraciones que merecen; ejercer mi profesión dignamente y a conciencia; velar solícitamente y ante todo por la salud de mi paciente; guardar y respetar los secretos a mí confiados, aun después de fallecido mi paciente; mantener incólumes por todos los conceptos y medios a mi alcance el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica…”.

Ahora bien, para nadie es un secreto que existen familiares que acusan a los médicos e incluso a algunas clínicas donde sus seres queridos fallecieron, es aquí donde la ley interviene por presunta responsabilidad médica (íter críminis) el acto; es el profesional de la salud con habilidad para ejercer (puede ser considerado como tercero civil responsable el colegio médico), el acto punible; es la intervención del médico o la cirugía, el elemento objetivo; es el daño en el cuerpo o en la salud del paciente o también puede ser interpretado hasta la fatalidad o la muerte del paciente, el elemento subjetivo es la culpa, ya sea por impericia, imprudencia, negligencia o la no observación de normas, reglamentos o tratados para la intervención, finalmente la relación de causalidad; se valora entre el acto médico y el daño. Entonces, existe una situación legal que debería ser puesto en conocimiento de los galenos, entendiendo que es también una profesión con una delicadeza inusitada en sus intervenciones y una pastilla recetada puede reaccionar de forma diferente en una persona. Aquí es donde se aplica la junta médica y los peritajes.

Entonces, la negligencia, imprudencia e impericia, se correlacionan con los tipos de conducta por acción y omisión, daño y relación de causalidad y ninguna norma o ley, puede estar por encima de la formación ética del profesional de la salud, puede ser que en los actos denunciados por mala praxis médica el poder judicial en última instancia los absuelva, pero si realmente se cometió el dolo o la omisión, seguro estamos que los médicos tienen y tendrán una mochila pesada en sus espaldas, no creemos que vivan como otros profesionales, porque la vida es el tesoro más preciado de la humanidad y nadie quiere perder a un ser querido. Por lo tanto los galenos de hoy tienen que pensar en el bien común y desde esa perspectiva redimensionar sus pretensiones con las posibilidades de sus pacientes o la de sus familiares. No se trata de satanizar esta noble profesión, porque tarde o temprano cualquier ciudadano necesitará de los servicios de éste profesional, siempre es bueno pensar y actuar en torno al prójimo.


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