La pesca en el lago Titicaca durante la Época Colonial


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Escribe: Nicanor Domínguez Faura | Sociedad - 11 Sep 2016


Un tema importante sobre la economía del Altiplano Surandino durante la Época Colonial, pero que no ha sido aún estudiado sistemáticamente, es el del aprovechamiento de los recursos pesqueros del lago Titicaca. Hay, sin embargo, algunas referencias dispersas que pueden presentarse aquí. Lo haremos en una secuencia cronológica, para sugerir los posibles cambios ocurridos entre los siglos XVI y XVIII.

A mediados del siglo XVI, el cronista Pedro Cieza de León describía el lago –que había visitado en 1549-1550–, y sus recursos en los siguientes términos: «Y en el comedio de la prouincia se haze vna laguna la mayor y más ancha que se ha hallado ni visto en la mayor parte destas Indias: y junto a ella están los más pueblos del Collao. Y en islas grandes que tiene este lago siembran sus sementeras [...]. En los juncales deste lago ay grande número de páxaros de muchos géneros, y patos grandes, y otras aues, y matan en ella dos o tres géneros de peces bien sabrosos, aunque se tiene [entre los españoles] por enfermo lo más dello» (Crónica del Perú, 1553, cap. CIII, fol. 128).

Para finales del siglo XVI el jesuita Joseph de Acosta, que pasó por la zona en las décadas de 1570-1580, proporciona algunos datos complementarios sobre los recursos lacustres: «la gran laguna que llaman Titicaca, la cual cae en la provincia del Collao, en medio de ella [...]. Cría gran copia de un género de junco que llaman los indios «totora», de la cual se sirven para mil cosas: porque es comida para puercos y para caballos y para los mismos hombres, y de ella hacen casa y fuego y barco, y cuanto es menester; tanto hallan los «uros» en su totora» (Historia Natural y Moral de las Indias, 1590, Lib. II, cap. 6, p. 95).

La «tasa tributaria» elaborada por los visitadores toledanos en 1573 incluye el tributo en pescado que pagaban los pobladores uros de los «repartimientos» o «encomiendas» del Altiplano septentrional (los «aymaraes» no tributan en pescado, sino en ganado). Un total de 22 «repartimientos» pagaban 790 arrobas anuales de pescado seco «de sus lagunas», por un valor de 980 pesos ensayados, a razón de 1 peso y 2 tomines por arroba.

Para inicios del siglo XVII hay referencias al negocio de la pesca en el lago Titicaca y su comercialización a lo largo del Sur Andino: «Tiene este Chucuito una laguna de ochenta leguas de cumplido [= contorno] y treinta de largo y entran en ella muchos ríos, y no tiene más que un desaguadero que llaman de Zepita, y no se le halla fondo. Este desaguadero lo pasan por una puente de palo, hay nesta [sic: en esta] laguna infinito pescado y muchos pescadores que lo pescan. Que hay algunos que pescan trescientos mil peces, y los secan y los envían al Cuzco y a Potosí y otros lugares» (Pedro de León Portocarrero, Descripción del Pirú, ms.1620; ed. 2009, p. 89).

El historiador argentino Carlos Sempat Assadourian estudió un informe del año 1603 sobre el consumo anual de alimentos en Potosí, que apuntaba al predominio del pescado altiplánico en el mercado del Cerro Rico: se consumía pescado fresco (de zonas aledañas en Charcas) por valor de 12,000 pesos ensayados; pescado salado traído de la Costa (6,000 arrobas anuales) por valor de 24,000 pesos ensayados; y pescado seco del Titicaca por valor de 30,000 pesos ensayados. Según una descripción de 1639, el pescado fresco y seco («en charque») del Titicaca, así como camarones de Arequipa, eran consumidos también en La Plata o Chuquisaca (hoy Sucre, en Bolivia).

A mediados del siglo, en 1651, se mencionan hasta 34 pesquerías en la «ribera de Omasuyo» (la orilla oriental del lago), que vendían 12,000 arrobas anuales de «bogas». Assadourian comenta que el pescado del lago era preservado al congelarlo aprovechando la helada nocturna (en un proceso análogo al de la preparación de las papas en forma de «chuño»), y que, aunque la pesca siguió siendo una actividad extractiva indígena, su comercialización había beneficiado más bien a los intermediarios no-indígenas («el trato de traxinarlos ha hecho a muchos españoles ricos»). Un ejemplo de este cambio sería el caso, estudiado por la historiadora boliviana Laura Escobari, del cura del pueblo de Laja (corregimiento de Pacajes), que en 1651 fue acusado de llevar pescado fresco del Titicaca (así como coca), hasta Potosí en hatos de llamas.

Referencias posteriores, ya del siglo XVIII, mencionan también la pesca en el Altiplano. Así, una descripción de la provincia de Chucuito, publicada en la década de 1760, indica: «Esta provincia está situada á las orillas de la gran laguna de Titicaca, que tambien se llama de Chucuyto. […] los uros. Esta es una casta de indios, rústicos, y pobres, que vivian antiguamente en las islas […]. A fuerza de exhortacion, y con bastante trabajo han salido á tierra […] y se ocupan en la pesca. Críanse en esta laguna varios pescados: bagres, omantos, suches, anchovetas, boguillas en abundancia. Estas últimas son, por lo comun, de cerca de un palmo, y tres pulgadas de grueso. Los indios de Yunguyo sacan cada año 700, ó mas arrobas, que llevan á vender á varios pueblos á 4, ó 6 pesos el millar. Tambien se hallan algunos pejerreyes pequeños» (Cosme Bueno 1770/1872, p. 137).

Otra descripción de la provincia de Lampa, contemporánea de la anterior, menciona que: «En la laguna de Chulpia se cria en abundancia un pescado, que llaman chini. Lo hielan los indios, lo secan, y lo llevan á vender en costales, á 3 ó 4 pesos el costal» (Cosme Bueno 1768/1872, p. 104).

Después de ver estas referencias dispersas, nos queda por estudiar si la pesca en el lago Titicaca en la Época Colonial fue una actividad que siempre se mantuvo bajo control de la población indígena, o si participaron otros grupos socio-étnicos (españoles, mestizos), y si dentro del mundo indígena fueron siempre los uros quienes, como en la década de 1570, se dedicaban mayoritariamente a esa actividad.

(*) Tomado del portal NoticiasSER


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