La Candelaria: sincretismo ritual religioso de la “Anata” y la “Kaswa”


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Escribe: Los Andes | Sociedad - 05 Feb 2017

Esta arraigada expresión religiosa cultural, desde la década de los cincuenta del siglo pasado, ha ido tomando nuevas fisonomías que han llamado la atención de estudiosos, etnógrafos y curiosos, que la han ido difundiendo por el mundo entero.


Desde la colonia, la devoción a la Virgen de la Candelaria solo se ha visto desde la óptica católica, ocultando el vínculo íntimo que conservan entre las expresiones mágico religiosas, satinadas del dulce trinar de los instrumentos musicales del ande, adornada del colorido y exotismo de sus danzas ancestrales que guardan estrecha relación con la actividad cotidiana del poblador rural, endulzadas con el alegre canto de las mujeres, destinadas a alegrar el alma de la generosa Pachamama.

El velo de la verdad ha empezado a descubrirse, dejando a la luz la superposición de las celebraciones rituales ancestrales por la de los santos del catolicismo, que se han fundido para dar paso a una nueva expresión religiosa de lo andino con lo católico, lo prehispánico con lo hispánico, lo pagano con lo sagrado, lo diabólico y lo santo, el bien con el mal etc., en definitiva, una superposición de creencias religiosas.

En el caso del Altiplano, la “Virgen de la Candelaria”, adoptada como la “Mamita Candelaria” con la “Pachamama o la Santa Tierra”, es el encuentro de dos esencias divinas maternales, una de la mitología andina y la otra del catolicismo, que fusionados dan nacimiento a una nueva religión, en unos casos más andina y en otras más católica; las primeras por muchos siglos en la clandestinidad y la otra pública y dominante.

Sin inclinación por ninguno de los lados, es nuestro propósito subrayar que todo este sincretismo ha jugado un papel importante en la construcción de una nueva sociedad que ha ido entendiendo de a pocos que los rituales propiciatorios del tiempo de la Anata o la kaswa, conocida en este tiempo como Carnaval, es el tiempo de agradecimiento para tenerla contenta a la Pachamama, sirve igual para alegrar y agradecer a la Mamita Candelaria.

Como en tiempos ancestrales, en la colonia y hasta nuestros días, el poblador rural baila en expresión de alegría y agradecimiento a la Pachamama, lo que la iglesia ha prohibido, considerándola como pagana y pecaminosa, hasta entender que la expresión más pura de la religiosidad popular es la danza y la alegría.

Esta vinculación de la fiesta de la Virgen de la Candelaria que nos recuerda la presentación de Jesús al templo y la purificación de la Virgen María, más conocida como la Candelaria con la fiesta de la Pachamama, con el tiempo se ha convertido en una característica importante en la religiosidad, particularmente del poblador puneño, centrada en la devoción a la Virgen de la Candelaria, que en la actualidad se ha convertido en la mejor expresión de fe y afirmación cultural, que ha traspasado fronteras, cautivando al mundo por la multitudinaria presencia de pobladores rurales que traen a los pies de su patrona la alegría de su comunidad, la vigencia de su comunidad, que se sostiene en sus labores agrícolas y pecuarias; la belleza de su danza, que nos transmite su esencia ancestral; la muestra del diálogo continuo con la naturaleza, un verdadero vendaval de rituales convertidos en danzas.

Es común escuchar a los protagonistas de estas manifestaciones decir: “Nosotros, igual que nuestros abuelos, vamos a bailarle a la mamita porque es milagrosa, ella nos trae la lluvia, ella fecunda nuestras tierras, ella cuida de nuestras chacras, ella nos regala la semilla para la vida, por eso no importa las dificultades, solo venimos a alegrar a la mamita”.

Esta arraigada expresión religiosa cultural, desde la década de los cincuenta del siglo pasado, ha ido tomando nuevas fisonomías que han llamado la atención de estudiosos, etnógrafos y curiosos que la han ido difundiendo por el mundo entero, hasta que en el año 2012 se inició el proceso de elaboración del expediente de postulación de la Festividad Virgen de la Candelaria de Puno para su inscripción en la Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad UNESCO. Este trabajo fue realizado en el transcurso de año y medio por 12 instituciones puneñas partícipes de la Festividad, liderados por el Ministerio de Cultura, a través de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno, en coordinación con la Dirección de Patrimonio Inmaterial, que finalmente logró el reconocimiento de la UNESCO el 27 de Noviembre del 2014. En mérito a ese carácter religioso, festivo y cultural que tienen sus raíces en tradiciones católicas y elementos simbólicos de la cosmovisión andina, que la hace única y particular en todo el mundo.

Pero junto a este reconocimiento de la humanidad a nuestra expresión religiosa, han llegado nuevos retos que los vienen afrontado con entusiasmo y valor los más añejos devotos de la Mamita Candelaria, esos que vienen de los lugares más remotos de la región Puno; retos que algunas autoridades aún al parecer no entienden y valoran.

Es bueno reconocer la acertada labor que viene realizando la Dirección Desconcentrada de Cultura de Puno en el tema de investigación y publicación de textos sobre esta festividad, destacar la inserción de varias de las expresiones dancísticas en la lista del Patrimonio Cultural de la Nación, las más genuinas y representativas de diferentes provincias y distritos del interior de Puno, como los legendarios Ayarachis en año 2004, el emblemático Carnaval de Santiago de Pupuja en el año 2010, los reconocidos Wifala de Putina y los Saraquenas y Novenantes el año 2014, los Wifala de San Francisco Javier de Muñani el año 2015, los Chacareros Lawa K’umus y La Chacallada de Chucuito el pasado año 2016 e iniciando el presente 2017, los Ayarachi de Cuyocuyo. Reconociendo la labor, reclamamos más porque somos conscientes, como ellos, que no es lo suficiente.

En este marco coyuntural, es necesario demandar a las autoridades del Ministerio de Cultura, municipales, comunales, regionales y nacionales que es prioritario que la riqueza cultural de las aproximadamente 500 danzas nativas existentes en nuestra región, sean inscritas en la lista de Patrimonio Cultural de la Nación, como muestra intangible de la riqueza cultural que atesora la capital del folklore peruano.


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