Comunidades Profesionales de Aprendizaje: ¿clave del cambio?


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Escribe: Federico Malpica | Opinión - 05 Aug 2018


Partimos de la base que una sola persona no podrá producir el cambio. Nos necesitamos unos a otros y necesitamos trabajar juntos de formas nuevas. Aprender juntos es una de ellas. Los comités y reuniones actuales en la mayoría de las instituciones educativas no son de ayuda, porque normalmente están diseñados (de manera explícita o tácita) para tratar problemas administrativos o de gestión, más que aquellos sustanciales de la gestión pedagógica. Encuentros que sirven más para realizar anuncios que para discusiones relacionadas con la mejora de la enseñanza y el aprendizaje. De esta manera, se ha de reconocer que, de forma general, el trabajo en educación a todos los niveles queda altamente aislado, compartimentalizado, y enfocado al “arreglo” de situaciones de gestión, sea del aula o de la organización.

Por otro lado, podemos constatar que uno de los problemas centrales de las instituciones educativas es que el liderazgo de la gestión pedagógica ha sido más bien mediocre. Debemos mejorarlo si queremos influir de manera sistemática y rigurosa en los resultados de nuestros estudiantes. A esto hay que sumarle que la mayor parte de profesores y profesoras nunca han sido parte de una comunidad profesional de práctica, dedicada a la mejora continua de la enseñanza y el aprendizaje. Por otro lado, la mayoría de dichos profesionales no han experimentado lo que es una impartición modelo o “buena impartición”, según los planteamientos institucionales de su institución educativa. De hecho, por lo regular, cada docente enseña de acuerdo a modelos que observó cuando él/ella era estudiante.

Sin hacer a un lado las reuniones actuales que se llevan a cabo en la institución, debería haber tiempos y espacios específicos, así como apoyo para organizar ciertos grupos que puedan reflexionar y mejorar la manera en la que operan, sin abandonar el día a día. Dichos grupos necesitarán crear nuevas capacidades individuales y organizacionales (no simplemente aplicar las mismas capacidades a nuevas tareas) y, por tanto, necesitarán un espacio donde puedan reflejar estas capacidades como comunidad profesional de aprendizaje.

Si observamos otras profesiones y cómo se han transformado en el último cuarto de siglo (llámese abogacía, medicina, negocios, arquitectura, etc.), encontramos una creciente necesidad de trabajar en equipos para resolver problemas, mejorar los servicios, y crear nuevo conocimiento de manera colaborativa. La razón para organizarse de esta manera, es simple: dichos grupos disciplinares son más proclives a generar mejores resultados de lo que pueden hacerlo los individuos trabajando por su cuenta.

Las Comunidades Profesionales de Aprendizaje (CPA) son, por lo tanto, grupos de personas que se desarrollan juntos compartiendo sus experiencias sobre el desempeño y su pasión por un objetivo común. Dichas comunidades se utilizan cada vez más en diversos campos del mundo laboral porque permiten a sus miembros y organizaciones aprender nuevas habilidades y procesos, así como identificar y enfocarse en los problemas actuales de la práctica. Dichas comunidades ayudan a:

Enfocar la estrategia
Emprender nuevos proyectos
Resolver problemas rápidamente
Transferir buenas prácticas
Desarrollar habilidades profesionales
Generar investigación desarrollo innovación
Reclutar y entrenar el talento de los profesionales

Por tanto, no son grupos de voluntarios ni están enfocados en su propio aprendizaje como resultado en sí mismo. Estas comunidades existen para transformar un sistema superior a ellas mismas, que es la institución educativa. Pueden requerir aprendizaje individual y cambio, pero estará siempre relacionado con su encargo de hacer que algo valioso pase en la escuela donde son desarrolladas.

Estas comunidades deben reflejar los componentes de los equipos de alto rendimiento en cuanto al cambio transformacional, que tiene que ver con una mejora continua de la ejecución. Deben reflejar también los componentes de la investigación-acción, logrando altos estándares de rigor científico en la investigación y efectividad en las acciones realizadas para mejorar la práctica educativa.

Relación de las CPA con la organización y el desarrollo profesional
Se trata de desarrollar capacidades para ver el sistema con sinceridad y analizar:
Por qué es difícil para la organización cambiar, y aprender cómo realizar acciones efectivas para ayudarla a hacerlo.
Por qué es difícil para el individuo cambiar, y aprender cómo tomar acciones efectivas para ayudarse a ser mejor.

Hay que tomar en cuenta que las organizaciones que aprenden son las que generan conocimiento, no las que usan el conocimiento. Este hecho necesariamente acaba transformándolas en algo diferente de lo que eran. Dichas organizaciones requieren de líderes que tengan presente que deben cambiar individualmente, si quieren que la organización cambie.

Por ejemplo, uno de los primeros cambios que deben realizar las personas es el de la malentendida autonomía del profesorado, que provoca que se sientan orgullosos de sus propias prácticas y se identifiquen con ellas. De esta manera es muy difícil abrirlas al escrutinio, compartirlas o criticarlas constructivamente entre colegas. Por eso, los profesores difícilmente se apuntan a bases de datos y comunidades de práctica profesional de manera voluntaria. Se crea lo que llamamos una “disfunción organizativa”.

Esta “autonomía” resulta en prácticas educativas aisladas que Wagner y Kegan (2006:16) llaman actos azarosos de excelencia[1] que pueden nunca conocerse ni aprovecharse. En cambio, la colaboración resulta en comunidades profesionales de aprendizaje que apoyan la gestión del conocimiento, es decir, que cuidan de socializar el aprendizaje a través de una constante reflexión sobre la práctica, intercambio de experiencias y generación de mejoras constantes a través de modelar las buenas prácticas.

Esta manera de trabajar permite que sus integrantes cambien sus propias creencias individuales y conductas, y que modelen esas conductas en sus colegas y colaboradores. Este constituye el primer paso hacia una cultura organizativa con un enfoque preciso, cuyas raíces son nuevas creencias y conductas organizativas que soportan y adaptan la organización para que aprenda continuamente, para que genere conocimiento nuevo y mejore sistemáticamente la enseñanza y el aprendizaje.

Por tanto, la vocación de estas CPA es la de desarrollar líderes de la gestión pedagógica.

Hasta ahora, el paradigma de muchos profesores es que trabajan en organizaciones jerárquicas, donde sus “jefes” deben encargarse de todo lo necesario para que ellos se ocupen sólo de los alumnos (por eso juntas, papeleo, familias, comunidad, etc., se consideran muchas veces como pérdida de tiempo). Con un paradigma así, ¿cuántos problemas sobre la práctica profesional educativa se resuelven en conjunto o se aprende algo nuevo acerca de la enseñanza, el aprendizaje o el liderazgo de la gestión pedagógica? Casi nunca, y cuando se intenta hacer, normalmente se realiza a través de una conferencia con pírricos resultados. Esta situación también genera, como podemos observar, una clara disfunción organizativa, con consecuencias nefastas para el desarrollo profesional.

Las CPA permiten, como habíamos mencionado, enfocar la estrategia, así como actuar con sentido práctico, ya que si los líderes en las instituciones educativas fallan al establecer prioridades, todo parece importante y urgente. En ese caso, el verdadero mensaje (tácito) que se transmite a las personas del centro es que, “en la práctica, nada es importante”, porque si a todo se le quiere dedicar tiempo de forma reactiva, los resultados de dichos esfuerzos diluidos no se notarán en el trabajo diario.

Sin establecer prioridades (propósito y enfoque), ¿Cómo pueden los agentes educativos trabajar en los cambios sistémicos de enseñanza, aprendizaje y liderazgo de la gestión pedagógica?

En las CPA, las tres condiciones para el cambio que permiten establecer prioridades son:

Prepararse para el cambio contestando a la pregunta “¿Por qué cambiar?”
Involucrar a otros y desarrollar la capacidad sistémica para mejorar.
Mejorar lo que pasa en el aula (la impartición) como objetivo primordial.
Componentes del sistema de mejora continua a través de Comunidades Profesionales de Aprendizaje
Finalmente, siguiendo a Wagner y Kegan (2006)[2], se describen algunos de los componentes relacionados de manera sistémica, que permiten fortalecer la práctica educativa, centrar el trabajo a realizar por las CPA y garantizar que la inversión en dichas comunidades sea aprovechada por la institución para su mejora continua:

Generar Urgencia por el cambio: Ofrecer datos cuantitativos y cualitativos para identificar la brecha entre lo que se hace y lo que se debería hacer.

Generar una Visión compartida de los resultados de los estudiantes: La primera tarea es obtener un consenso muy bien definido sobre el desempeño y evaluación del trabajo de los estudiantes a todos los nieles y grados. Se ha de tener claro cómo es un trabajo de calidad y generar consistencia en los estándares de la evaluación.

Generar una Visión compartida de lo que es una “Buena Impartición”: Antes de documentar buenas prácticas, primero hay que generar un consenso de lo que es una buena impartición para posteriormente buscar las prácticas que coincidan con ello. Se trata de generar un lenguaje y criterios comunes para calificar las buenas prácticas.

Generar reuniones enfocadas en la práctica: Diseñar y mantener reuniones periódicas sólo para la discusión constructiva sobre buenas prácticas docentes y sobre acciones de mejora en los centros. Cabe recordar que las buenas prácticas no tienden a ser fácilmente extrapolables, a menos que se tome en cuenta contextualizarlas, lograr el compromiso de la comunidad con ellas y situarlas como parte del aprendizaje adulto. A partir de ahí, se han de cuidar tres aspectos más de manera permanente, los cuales permitirán que dicho sistema se mantenga.

Supervisión efectiva: Se debe contar con una supervisión que sea bien recibida, ya que facilita la labor docente y de los demás agentes educativos. Ahora bien, dicha supervisión debe ser frecuente, rigurosa y completamente enfocada en la mejora de la gestión pedagógica y la impartición.

Desarrollo profesional: Se debe contar con un programa que sea primordialmente local, basado en las necesidades de cada individuo, intensivo, colaborativo y de mejora del desempeño en el trabajo, que sea diseñado y dirigido por los profesores y agentes educativos quienes han de modelar las mejores prácticas de enseñanza-aprendizaje.

Datos diagnósticos con colaboración contrastada: Se trata de realizar evaluaciones periódicas de los resultados de los estudiantes, para identificar el estado de aprendizaje de estos, así como las prácticas educativas más efectivas. En las CPA, los docentes tienen tiempo para investigar dichas experiencias y los resultados, con tal de compartir las mejores prácticas, mejorar el programa de desarrollo profesional y realizar mejoras organizativas que apoyen los resultados de sus estudiantes. Para ello, puede ser necesario que participen también ciertos expertos en diversas áreas y conocimientos, pero con el objetivo específico de mejorar aspectos puntuales de la práctica educativa.


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