Escribe: Oscar Enrique Pino Ponce
Escribo estas líneas con el riesgo de perder amistades que forjé en el país vecino. Bolivia siempre estuvo ligada al Perú no solo histórica, cultural sino también políticamente. Y por supuesto económicamente. En materia turística, ni qué decir, compartimos el lago navegable más alto del mundo con una extensión de casi 9,000 km2., el cuál, a diferencia del Perú, siempre fue comercializado internacionalmente como patrimonio boliviano gracias al oportunismo de sus gobernantes y astucia de empresarios. La provincia peruana Puno mientras tanto jamás pudo hacer espíritu de cuerpo ni sacar a flote el destino lacustre. Una lucha sin igual entre La Paz (capital política boliviana) versus Puno, una aislada provincia peruana. Con esa misma astucia, Bolivia siempre “jaló agua para su molino” es así que los tratados internacionales, especialmente los fronterizos de Desaguadero y Kasani, siempre favorecieron a bolivianos en desmedro de los peruanos a quienes se esquilma, maltrata, segrega, coimea, pero que en sus interiores se comercializa ahora con el Sol Peruano, moneda de su “hermanastro”, en lugar de los desaparecidos Dólares y Bolivianos.
Con motivo de la Festividad de la Virgen de la Candelaria, antes patrimonio de Puno y ahora de la Humanidad por la Unesco, los ánimos más bolivianos que peruanos contrastan con el clima de la puna. Bolivia, un país en quiebra que remata sus reservas internacionales en oro, quiere hacer catarsis reclamando con exacerbación como suyos no solo la imagen de la Virgen sino la vestimenta, música, pasos, ritmos, colores, olores, sabores y hasta vicios de la festividad y hasta su gastronomía, historia y arqueología. Los contrastes son más que evidentes: Por un lado el éxtasis del peruano proveniente de casi todo el Perú que llega para ser bendecido y elevar sus plegarias a la patrona de Puno a través de su sudor, sangre y lágrimas, y por otra parte la ebullición de bilis e improperios del boliviano frustrado y renegado, por supuesto el más tolerante coincide con el intelectual peruano en que el origen, preservación y sostenibilidad de la cultura merece un consenso binacional no de 1 año sino acaso de un siglo más, basado en fuentes fidedignas que certifican la partida de nacimiento de las fiestas en la limítrofe Juli y cuando Bolivia era parte del Perú, conocido como “El Alto Perú” antes de que nos endilgaran la guerra con Chile, en la que Bolivia rompió su “Alto de la Alianza” dejándonos solos.
Sin embargo, no por reclamar los peruanos la autenticidad del hermoso folclore que regodea la festividad se debe santificar el descalabro de su organización de parte de la Federación Regional de Folklore y Cultura de Puno FRFCP) con la complicidad tanto del Gobernador Regional como del Alcalde Provincial, y últimamente con el silvestre rector de la universidad puneña, cada quien mandando en su parcela sin importar el bien común. La Festividad con el caos reinante “in crescendo” cada año, pone en riesgo la permanencia de la mención honorífica de la UNESCO; y a la FRFCP la organización de un evento internacional como éste se le escapó de las manos hace por lo menos 30 años. A pesar de todo ¡VIVA EL PERÚ, VIVA LA CANDELARIA ! (continuará)