Christian Reynoso
El día 30 de setiembre una gran mayoría de peruanos estuvimos desde la mañana y durante el día, hasta la medianoche, prendidos de la televisión, la radio, las páginas web de los diarios y las noticias vía Twitter y en redes sociales, a la expectativa de lo que iba sucediendo hora tras hora en torno a la crisis política del país.
Vimos con indignación, frustración, pero luego con asombro y confianza de que el Perú empezaría a vivir un nuevo tiempo, cómo las jugadas políticas en el Congreso de la República y en Palacio de Gobierno iban marcando el rumbo de la situación a la que hoy, finalmente, nos enfrentamos: un congreso disuelto constitucionalmente por el presidente de la República y una Comisión permanente del Congreso ―lamentablemente integrada por varios de los infames congresistas a quienes el Perú rechaza y ya no quiere ver más― que se resiste a mantenerse en el poder.
El descontrol, la actitud soberbia y prepotente del ala del Congreso liderada por el fujiaprismo, sus aliados y la mesa directiva, al momento que hizo su ingreso el entonces premier Salvador del Solar, y los cerca de treinta minutos que siguieron, en los que nadie sabía qué hacer, han sido las señales del más absoluto desgobierno en el que el país se ha sumido. Situación límite que sería el preámbulo para lo que vendría en horas de la tarde con el anuncio del presidente Martín Vizcarra.
El triste papel de Mercedes Aráoz, al asumir una cuestionable presidencia de la República, de estilo express, apañada de irregularidades y que evidentemente responden al manotazo del ahogado, hace que esta no goce de legitimidad. No obstante, en términos políticos dificulta el nuevo camino que debe emprender el Perú. En ese sentido, Aráoz debería ser digna de dar un paso al costado y no coronar su carrera con este desacierto (¿ingenuidad?) de ambición política. ¿Qué podría hacer en las actuales circunstancias, sola en la práctica, sin poder de decisión, con un gran rechazo de la población, sin el apoyo de las Fuerzas Armadas, como sí se lo han ratificado a Vizcarra?
Por su parte, la sociedad civil debe seguir alerta sin que ello implique actos de violencia. Las marchas y muestras de apoyo a lo largo del país a la decisión de Vizcarra tanto de colectivos, organizaciones sociales, presidentes regionales, no se deben desdeñar. Más bien muestra un sentimiento colectivo que reclamaba hace tiempo un cambio. Diferente es la lectura de ese otro país que es la CONFIEP, que desde luego ha rechazado la disolución del congreso.
El Perú está cansado, pero es un cansancio que ahora debe sacar lo mejor de sus fuerzas para mirar hacia adelante. Las elecciones del próximo 26 de enero serán de nuestra responsabilidad como electores para elegir a ciudadanos honestos y capacitados que realmente trabajen por el país. Ya no delincuentes ni blindadores que buscan impunidad. Estamos cansados de que un grupo de (ex)congresistas se hayan irrogado la representación del país para, a través de sus decisiones, hacer del Perú su chacra y no luchar por el bien social o contra la impunidad y la corrupción.
Nota: Este artículo fue escrito el día 1 de octubre de 2019.