La urgencia de reconocer el trabajo de las mujeres

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La población ocupada femenina disminuyó en 23,4% en el ámbito laboral del país debido a la covid-19

La pandemia del covid-19 ha impactado de manera diferenciada a mujeres y hombres en el ámbito laboral. En el tercer trimestre de 2020, la población ocupada femenina disminuyó en 23,4% y la masculina en 12,1%, lo que equivale en cifras absolutas a 1 millón 784 mil 500 mujeres y 1 millón 157 mil 800 hombres (INEI, 2020).

¿Qué se puede hacer desde el sector público y privado para mitigar este impacto?, ¿será solo necesario apuntar a generar puestos de trabajo para las mujeres? Para responder a estas preguntas es urgente visibilizar, desde un enfoque de género, que las mujeres enfrentamos retos para armonizar lo laboral con los cuidados en el hogar y hacia nuestros propios hijos, padres, madres, y otros familiares, como se muestra a continuación.

Hace 10 años, la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo mostró que las mujeres sin hijos dedican 35 horas semanales al trabajo remunerado y 26 horas semanales al trabajo doméstico no remunerado. Mientras que las mujeres con hijos dedican 32 horas semanales al trabajo remunerado y 48 horas semanales al trabajo doméstico no remunerado. Específicamente, en el cuidado de bebés, niñas y niños y adolescentes, las mujeres destinan en promedio 12 horas con 14 minutos a la semana, 6 horas con 25 minutos más que los hombres. Se observa, entonces, que el cuidado recae principalmente en las mujeres.

La pandemia ha agravado esta situación, pues una de las actividades que no se detuvo fue la actividad de cuidado, e impactó mayormente en aquellas mujeres de los sectores económicos más pobres, madres jóvenes y las que no cuentan con una red de apoyo familiar. En este contexto, se cerraron colegios y guarderías que permitían a las mujeres (con hijos o hermanos menores) dedicar menos tiempo al trabajo no remunerado y más al trabajo remunerado. La investigación que realizamos Micaela Giesecke y yo para el CIES (2020) sobre los alcances y limitaciones del Servicio Cuidado Diurno de Cuna Más en la reinserción y permanencia laboral de las madres jóvenes de Villa El Salvador, mostró que aquellas que habían perdido sus trabajos se encontraban retrasando la búsqueda de empleo por la falta de redes de apoyo para el cuidado de sus hijos menores, tanto del programa como de la familia, principalmente del esposo o compañero.

En ese sentido, no podemos hablar del trabajo remunerado de las mujeres sin tomar en cuenta el trabajo no remunerado que históricamente ha sido feminizado. No podemos mejorar derechos laborales de las mujeres si no mejoramos el sistema de los cuidados.

A modo de recomendación, el Estado peruano tiene que hacerse cargo de la gestión de los cuidados si desea que las mujeres se reinserten y permanezcan en el ámbito laboral. Pero ¿por qué un Estado tendría que hacerse cargo de algo que ocurre en la esfera “privada”? se preguntarán algunos. La pandemia ha demostrado que el trabajo de cuidado es un elemento clave para el bienestar de un país; si nadie invierte tiempo en estas actividades, el sistema económico y nuestras comunidades colapsarían. Prueba de ello es el cálculo que realizó OXFAM (2020): 10, 8 billones de dólares es el valor añadido que el trabajo de cuidado no remunerado que realizan las mujeres aporta a la economía, una cifra que triplica la aportación de la industria de la tecnología.

Otra recomendación es que el MIMP, como órgano rector, garantice la creación de un Sistema Nacional de Cuidado con enfoque de género para personas en situación de dependencia, tal como se señala en la Política Nacional de Igualdad de género (2019), en su Objetivo Prioritario 4 “Garantizar el ejercicio de los derechos económicos y sociales de las mujeres”.

Por su parte, el mercado tiene que descartar la mirada de la trabajadora ideal como aquella que no tiene responsabilidades de cuidado en el hogar y puede dedicarse exclusivamente a trabajar, pues la “nueva normalidad” obliga a los hogares a tener nuevas exigencias dentro de este, principalmente a las mujeres.

Por último, es clave que las familias y las comunidades organicen redes de apoyo de cuidado, en las que estén involucrados mujeres y hombres. Aprendo en Casa, por ejemplo, nos mostró imágenes de padres de familia en zonas rurales cumpliendo una paternidad responsable con sus hijas e hijos. Esto abre el paso a la co-responsabilidad de las tareas de cuidado en el hogar, tan necesaria para la búsqueda de la igualdad de género.

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