El escritor puneño José Luis Olazábal señala que el fujimorismo nos acecha y amenaza al Perú con regresar a través de las urnas

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Terruqueo: zoocracia y fascismo neoliberal

La palabra “terruco” proviene del vocablo terrorista. Se trata de un término que tiene origen en lengua española y que ha recibido la carga semántica del quechua. De modo que hoy es una expresión política para calificar, apodar, bautizar, designar, denominar, clasificar, discriminar, apodar y denigrar con marcado odio racial y desprecio político, a quienes no aceptan el fascismo criollo, por más tiempo en el poder. A ese hecho Federico More llamó el gobierno de la Zoocracia; es decir, a la doctrina política fascista del Estado peruano, que se expresa con hechos de marcado odio a trabajadores, intelectuales, estudiantes y pueblo organizado en sindicatos, gremios y confederaciones. Particularmente, a las agrupaciones políticas que se proponen transformar al Perú y convertirlo en una nación próspera, democrática y con justicia social. 

El término, con marcada carga política, se usa generalmente para descalificar moralmente, con desprecio y odio político, a quienes discrepan del continuismo fujimorista neofascista, que tanto daño ha hecho al Perú. De hecho, quienes no están de acuerdo con el saqueo de las riquezas naturales y sistemático empobrecimiento de las grandes mayorías, son tildados de terroristas por el poder mediático, rentado sin duda por algunas empresas nacionales y transnacionales. Nada es gratis en política para mantener el poder. Todo se paga en defensa del sistema. Todos los medios, comentaristas, redactores y periodistas mermeleros, tienen un precio y se les paga de diferentes modos.

Bueno sería que leyeran un texto de Federico More: “Zoocracia y canibalismo”. “No se trata –dice More– solo del gobierno de los animales. Este es el sentido estrictamente etimológico del vocablo. Pero, más allá de la etimología pura, está la Historia. Y en el Perú, hay un momento histórico que solo puede ser calificado con una palabra: Zoocracia. Durante 16 meses, la animalidad imperó en el Perú. En cuanto al tono político vigente de esos meses horribles, es francamente canibalesco. Unos peruanos devoraban a otros. La Antropofagia, bajo el amparo de la Zoocracia, se implantó en este país que fue, durante esos meses lúgubres, el más infeliz de la tierra”.    

Bien podríamos decir, entonces, que otra vez el fujimorismo zoocrático está al acecho y amenaza al Perú con regresar a través de las urnas, apoyado por analfabetos políticos que esta vez no recibirán tapers de alimentos, sino palabras vacías.

La idea de convencer a los electores incautos de que solo hay una opción política es cosa de ideólogos rentados que han diseñado un esquema doctrinario y político equivocado. El terruqueo no convencerá a nadie para que vote por la Zoocracia y el canibalismo político. Es el colmo que un excandidato a la presidencia diga: “Quienes promueven los cambios sociales, tienen en mí un declarado enemigo”. 

La mayoría de los electores no vamos a votar por la cleptocracia (gobierno de los ladrones), la cacosmia (gobierno de los cacos) ni por la Zoocracia. Y no somos terroristas. No estamos de acuerdo con la práctica letal y deshumanizada, de parte de quienes no respetaron los derechos humanos y la vida misma. La gran mayoría de electores nada tenemos que ver con la violencia criminal de grupos organizados. Nadie tampoco olvida el terrorismo de Estado de Fujimori. La estigmatización continua tiene que ver además con la noción de raza, color de piel, tipo de cabello, modo de hablar y color de los ojos.

Entonces, el terruqueo no servirá para convencer al electorado peruano para que vote por la Zoocracia y el canibalismo. Mucho menos por el terrorismo de Estado, la cleptocraria y cacosmia. ¿Qué clase de analistas han contratado para divulgar un argumento falaz y agresivo? ¿Quién les ha hecho creer que fomentando el miedo social, los electores votaremos por la violencia instalada en el poder?

Tratar al pueblo peruano como si fuera un minusválido mental y, como dicen, un terrorista, traduce el miedo a perder el poder, como la ventaja de acumular mayor caudal económico del que ya tiene la clase dominante. La campaña fujimorista no es nada ética ni moral. Es una acción desesperada destinada a persuadir a la gran mayoría para mantener el estatus quo por muchos años más. Sin embargo, eso no ocurrirá, palabra de yatiri.   

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