Por César Millán, el “Encantador de perros”
Hay que tener siempre presente el siguiente concepto clave:
Cuando interactúas con tu perro (especialmente cuando estás intentando corregir un comportamiento descontrolado), debes siempre dirigirte a él teniendo en cuenta este orden:
animal,
especie: perro (Canis familiaris),
raza (labrador retriever),
nombre (Marley).
En primer lugar es importante dirigirse al animal que hay en tu perro, porque es lo que tienes en común con él: que ambos sois animales. En segundo lugar, tu perro es un perro, no un bebé o una personita con pelo y rabo. Todos los perros tienen determinados rasgos en común y ciertas formas de comportamiento innatas. Aprender a reconocer lo que pertenece al perro y lo que pertenece a Marley es clave a la hora de distinguir un comportamiento inestable de otro normal. A continuación viene la raza. Reconocer la raza es especialmente importante si, como en el caso de los Grogan, tienes un animal de pura raza. Los mismos genes que lo hacen «puro» también le aportan necesidades especiales que debes saber cómo satisfacer para asegurarle equilibrio y felicidad.
Tras el animal, el perro y la raza llega, finalmente, Marley: el nombre, la irreprimible «personalidad». En numerosas ocasiones, lo que consideramos como personalidad del perro es la historia que nosotros nos fabricamos sobre él, a menudo basada en cómo mira o actúa el animal, y en muchas ocasiones, lamento decirlo, en lo que nosotros consideramos personalidad se basa en realidad en las dificultades relacionadas con la inestabilidad.