Todos los años la festividad de la Virgen de la Candelaria trae consigo un sinfín de buenos y malos momentos, pero lo que queda guardado en cada uno de los espectadores, sean visitantes y no, es la alegría con la que los danzarines muestran su devoción ante la Mamita.
Teniendo en cuenta el fervor con el que los feligreses bailan, y por el trasfondo de sus danzas, el Ministerio de Cultura declaró a muchas de estas como Patrimonio Cultural de la Nación; por ejemplo a los Warak’eros de Sandia, que con una indumentaria tradicional de gran contenido estético y simbólico, cumplen un rol central en importantes procesos de socialización entre las comunidades sandinas.
También destacan los Ayarachis de Cuyocuyo, la Chacallada de Chucuito o Los Unkakus de Carabaya, las cuales se presentaron ayer en el concurso de Danzas Autóctonas de la Festividad de la Mamita y cuyos integrantes se lucieron ante los ojos del público espectador.
Mención especial tienen los Q’arapulis o Quena-quena, del distrito de Juli, quienes con sus pasos y ritmos recuerdan el afianzamiento juleño como centro de articulación política, económica y religiosa en la época prehispánica y el período colonial.
Asimismo, destaca la danza Qhapero de San Antonio de Putina, que evidencia la interacción entre una estructura de poder colonial y republicana y la continuidad del sistema de organización indígena; o el K’ajelo de las provincias de Puno, El Collao y Chucuito, que gozan de tal prestigio (ser patrimonio) por constituir una forma de música y danza que condensa los ideales de fuerza y bravía que definen la identidad del pueblo Aymara.
Los Wapululos de Lampa también son representativos, al recordar la renovación de la vida, la prosperidad de las cosechas y la abundancia del ganado; o la danza Llipi Pulis de la Comunidad Campesina de Ccapalla, de Ácora, que fortalece la identidad y memoria colectiva vinculada a la actividad ganadera, en particular de la captura y esquila de la vicuña.
Otras danzas reconocidas como patrimonio son los Lawa K’umus o Chacareros, también de Ácora; las danzas Wifala San Francisco Javier de Muñani y los Saraquenas y Novenantes, del distrito de Santiago de Pupuja, ambas de la provincia de Azángaro; y finalmente la Wifala de San Antonio de Putina.