De la agresión al feminicidio

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ENTRE LÍNEAS

Escribe: Carlos Peña Julca

A diario los periódicos, la radio, la televisión y, por supuesto, el ciberespacio informan del asesinato de una mujer a manos de su cónyuge, excónyuge, enamorado, padrastro, novio, etc.

Resulta casi cotidiano leer o escuchar que a pesar de la promulgación de la Ley 30364 “Ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar”, sigue vigente una realidad inocultable que ha ido en crecimiento geométrico, a tal punto que en los Juzgados de Familia más del 70 % de la carga procesal está referida a este rubro, desnudando una realidad que se trata de ocultar, pero que últimamente ha tomado ribetes alarmantes, ya que en muchos de los casos esta violencia familiar ha culminado en la muerte de uno de ellos, en su gran mayoría el deceso es de la mujer, por lo que ya se escucha con mayor frecuencia y se nos ha hecho cotidiano el término «feminicidio», el cual viene determinado por el asesinato de mujeres por el solo hecho de serlo, lo cual aparte de causar alarma social justificada, ha creado un grave problema a los menores que quedan huérfanos. Es en este contexto que de acuerdo con su gravedad, se ha criminalizado en el artículo 108-B del Código Penal el delito de feminicidio con penas no menores de quince años a cadena perpetua.

La violencia contra las mujeres está definida como “cualquier acción o conducta que les causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico por su condición de tales, tanto en el ámbito público como privado”; y la violencia contra los integrantes del grupo familiar como “cualquier acción o conducta que le causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico que se produce en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder, de parte de un integrante a otro del grupo familiar”. Debemos decir que la estadística demuestra de que seis de cada diez mujeres viven una situación de violencia y que solo una de cada tres mujeres víctimas denuncia esta situación.

Según el texto de la Ley 30364 la violencia puede ser física, que es la que causa daño a la integridad corporal o la salud. Se incluye el maltrato por negligencia, sin importar el tiempo que se requiera para su recuperación. Violencia psicológica que es la acción o conducta, tendiente a controlar o aislar a la persona contra su voluntad, a humillarla o avergonzarla y que puede ocasionar daños psíquicos. Violencia sexual. Violencia económica o patrimonial.

Entonces se puede afirmar que las mujeres que mueren mayormente a manos de sus parejas o exparejas, son las víctimas frecuentes de la violencia familiar. Ahora con la ley que criminaliza el feminicidio en la norma penal se ha dado un gran paso, se ha superado el resultado de este fenómeno, mas no la causa, ya que dentro de ello tenemos que el antecedente más próximo con el cual el feminicidio tiene una relación inescindible es la violencia familiar, fenómeno que ha alcanzado cifras altísimas con tendencia al crecimiento, por razones de índole cultural, social, económica y de crianza en el hogar.

De las cifras señaladas de los casos de feminicidio, un gran porcentaje de las víctimas había presentado una denuncia ante la Policía o el Ministerio Público por violencia familiar (física, psicológica o sexual) contra el presunto victimario, en algunos casos el Ministerio Público formalizó la demanda ante el Poder Judicial, otros se encontraban en investigación y algunos fueron archivados; mientras que en un cincuenta por ciento se dictaron medidas de protección. Todo ello demuestra que la muerte de las mujeres por su pareja no ocurre de una manera imprevista, sino que tiene como germen los casos de violencia doméstica que se van acrecentando con el tiempo, razón suficiente para buscar mecanismos eficaces para identificar los casos más graves en los que se presuma una violencia extrema que pueda llegar a causar la muerte de la víctima.

El femicidio es la expresión más extrema de la violencia, y la violencia contra las mujeres es la manifestación extrema de la discriminación. Una sociedad que sigue sosteniendo y permitiendo la desvalorización de las mujeres, la cosificación, la violencia simbólica a través de los medios de comunicación y de los discursos de formadores de opinión, es una sociedad que más allá de las declamaciones, aún sostiene una estructura social patriarcal de sometimiento de un género.

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