EL CARNAVAL: UN RITUAL ANCESTRAL ENVUELTO EN MISTERIO
Los carnavales, esas festividades de desenfreno, máscaras y bailes, han recorrido los siglos envueltos en un velo de misterio. Si bien hoy los asociamos con la alegría, la música y la transgresión momentánea de las normas, sus raíces se hunden en tiempos remotos, cuando los pueblos antiguos celebraban ceremonias sagradas ligadas al cambio de estaciones, el equilibrio entre el orden y el caos, y la conexión con fuerzas sobrenaturales.

EL SIGNIFICADO OCULTO DE SU NOMBRE
La palabra “carnaval” proviene del latín “carne levare”, que significa “quitar la carne”. Este término alude a la prohibición del consumo de carne durante la Cuaresma, el periodo de cuarenta días de penitencia previo a la Pascua. Sin embargo, algunos investigadores sugieren que el término podría tener un trasfondo aún más profundo, vinculado a antiguas festividades paganas donde la carne, tanto en su sentido literal como simbólico, representaba los placeres mundanos que debían ser sacrificados en favor de la renovación espiritual.

LAS SOMBRAS DEL ORIGEN: FIESTAS PAGANAS Y RITUALES OCULTOS
El carnaval, en esencia, es una fiesta de transformación. Se cree que su origen se remonta a las antiguas civilizaciones mesopotámicas y egipcias, donde se realizaban ceremonias en honor a los dioses para asegurar la fertilidad de la tierra y el renacimiento de la vida. En Sumeria, por ejemplo, el festival de Zagmuk marcaba el inicio del año nuevo y simbolizaba la lucha entre la luz y la oscuridad. Durante estos días, la sociedad se invertía: los esclavos podían vestirse como sus amos y el orden establecido se disolvía temporalmente.
En la Roma antigua, esta tradición se perpetuó con las Saturnales, celebraciones en honor al dios Saturno, donde la risa, el desenfreno y el intercambio de roles sociales dominaban la escena. No era solo una fiesta, sino un rito de purificación, en el que las máscaras ocultaban identidades para permitir a los participantes liberarse de sus restricciones cotidianas. Se decía que, al cubrir el rostro, no solo se escapaba del juicio humano, sino que también se podía engañar a los espíritus.

EL CARNAVAL Y LA LUCHA ENTRE LO SAGRADO Y LO PROFANO
Con la expansión del cristianismo, muchas de estas festividades fueron absorbidas y resignificadas. El carnaval precede a la Cuaresma, un período de ayuno y penitencia que antecede a la Semana Santa. Para la Iglesia, era un respiro antes de la purificación, pero para el pueblo, seguía siendo un espacio donde la risa, la sátira y la locura tomaban el control. Sin embargo, en la penumbra de estas celebraciones, los ecos de antiguos rituales nunca desaparecieron del todo.
La Cuaresma, que dura 40 días, simboliza el tiempo que Jesús pasó en el desierto enfrentando tentaciones. Su inicio está marcado por el Miércoles de Ceniza, un día de recogimiento en el que los creyentes reciben una cruz de ceniza en la frente como recordatorio de la mortalidad y la necesidad de arrepentimiento. Esta tradición tiene raíces en antiguas prácticas judías y en ritos de purificación de civilizaciones precristianas, donde la ceniza era símbolo de renovación y renacimiento.
Pero el carnaval no solo marcaba el inicio de la Cuaresma, sino que también estaba intrínsecamente ligado a los ciclos lunares y al renacer de la naturaleza. La Pascua, que se celebra al final de la Cuaresma, no tiene una fecha fija, sino que depende de la luna llena. Según el calendario eclesiástico, la Pascua se celebra el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, un hecho que vincula esta festividad cristiana con las antiguas celebraciones paganas del renacimiento de la vida. En tiempos antiguos, la luna llena era vista como un portal entre mundos, un momento propicio para la magia y los rituales de transformación. De esta manera, el carnaval, con su caos y transgresión, servía como un rito de despedida del invierno y una antesala al renacer de la naturaleza, de la misma forma en que la Pascua simboliza la resurrección.

MAGIA, MÁSCARAS Y LO OCULTO EN EL CARNAVAL MODERNO
A medida que los carnavales evolucionaron en distintos rincones del mundo, cada cultura imprimió en ellos su propio sello mágico. En América Latina, los carnavales heredaron la influencia de las tradiciones indígenas y africanas, combinando danzas rituales con el simbolismo de lo sagrado y lo profano.
En el carnaval de Río de Janeiro, la samba se convierte en un ritmo hipnótico que, según algunas creencias, puede invocar la protección de los oriyas, divinidades del candomblé. En Puno, el carnaval se fusiona con la festividad de la Virgen de la Candelaria, un claro ejemplo de sincretismo donde los antiguos dioses andinos aún susurran su presencia entre los coloridos trajes de la Diablada y la Morenada. Mientras tanto, en Cajamarca, los Ño Carnavalón, personajes enigmáticos que marcan el inicio y el final de la fiesta, recuerdan a los antiguos espíritus burlones que regían el destino de las cosechas y los hombres.
EL VELO ENTRE MUNDOS: ¿UNA FIESTA O UN PORTAL?
Más allá de su aspecto festivo, el carnaval sigue siendo un evento cargado de simbolismo. Durante esos días, las reglas del mundo cotidiano se suspenden, permitiendo que lo oculto emerja a la superficie. Las máscaras ya no son solo adornos, sino puertas a otras identidades; los bailes no son solo diversión, sino danzas de poder; las calles no son simples escenarios, sino territorios donde lo divino y lo humano se mezclan.
¿Es el carnaval solo una celebración o es, acaso, un vestigio de antiguos rituales de invocación? ¿Las máscaras ocultan o revelan? Tal vez, en medio del jolgorio, aún se esconden secretos que solo los más atentos pueden descifrar.
Después de todo, el carnaval no es solo una fiesta. Es un recordatorio de que, por un instante, el orden puede ser desafiado y el misterio del mundo puede revelarse entre risas y danzas.