Puquina es uno de los distritos de la provincia de General Sánchez Cerro de Moquegua, se encuentra a una altitud de 3134 m.s.m.n. Es un pueblo habitado por antiguos puquinas, de extinta lengua del mismo nombre, anterior a los aimaras y quechuas.
Puquina se encuentra a 85 km de Arequipa, por vía asfaltada un viaje demora una hora con veinte minutos, previo paso por los distritos de Paucarpata, Sabandía, Characato, Mollebaya, Pocsi y Polobaya; hasta llegar a Talamolle, comunidad campesina de acceso al distrito de Puquina. Son sus Anexos: 1.- Talamolle, 2.- Chilata, 3.- Orlaque, 4.- Santa Rosa, 5.- Chacahuayo, 6.- Subin, 7.- Llojomure, 8.- Segundia, 9.- Chuñuhuayo, 10.- Tohata, 11.- Pocohuayo, 12.- La huata y 13.- Salinas Moche.
El pueblo de Puquina se encuentra entre dos profundas quebradas, por el sur está la depresión del río Chocalaque, que se origina en un manantial y cuyo recorrido forma hermosa cascada y un pintoresco valle. Por el norte está el valle del río Chulchuna que se origina también en manantiales. Este valle alimenta una minicentral hidroeléctrica que abastece de energía a todo el Distrito de la Villa de Puquina. Nutren también este paraíso los ríos Chilata, Orlaque, Chacahuayo, y Anata.
Puquina está formado por una impresionante andenería con más de mil años de antigüedad, es atravesado por el Cápac Ñan, ambos legados del gran señorío de la cultura Puquina.
“En la época inkaica, los inkas” encontraron asentamientos humanos habitados por “Quinistacas”, que también adoraban al sol y tenían la costumbre de enterrar a sus dignatarios en grandes sepulturas, su asimilación, por tanto, a la civilización andina fue relativamente fácil.
Cuando llegaron los conquistadores españoles a Puquina, para repartirse el dominio de los pueblos allí asentados, encontraron el tambo Puquina este era un sector agrícola y tenían como autoridad al cacique Ate, que gobernaba en aquel momento. El tambo Puquina, le tocó entonces a Diego Hernández, natural de San Lucar de Barremada. Se tenía además otros pueblos puquinas en la parte baja del tambo, donde habitaba su cacique que tenía su residencia en Coalaque de la Capilla. El territorio de los pueblos puquinas ha sido muy extenso, desde Arequipa hasta Tarapacá.
En 1600, la población de las zonas aledañas al Huaynaputina fueron víctimas de las inclemencias provocadas por la erupción del volcán Omate, abandonando grandes áreas de la actual provincia, las mismas que a partir de 1602 fueron habitadas nuevamente.
Durante la invasión chilena de la guerra del Pacífico, el coronel Pedro Celestino Miranda organizó la resistencia en la cual ofrendaron sus vidas valerosos puquinas en defensa de nuestra patria, los que luego fueron reconocidos por el gobierno central elevando a Omate y Puquina a la categoría de Villas por ley N° 2382, el 04 de diciembre de 1916, por los servicios prestados a la Patria.
ORIGEN DE LOS PUQUINAS
Según el historiador y padre, Leónidas Bernedo Málaga, una de las facciones de los Arahuaques de la Amazonia se convirtió en el pueblo Puquzna, según Huamán Poma, los guerreros aimaras adoradores del rayo y los volcanes, parte de los cuales tenían como jefe a Cari, atacaron al reino colla, donde habitaban los urus-puquinas. En aquel entonces llamaban al lago Titicaca, Poquena, posteriormente pasó a llamarse Chucuito y tardíamente Titicaca, tomando el nombre de la isla del lago (Federico Aguiló) es por ello que se cree que este antiguo reino manufacturó los líticos de Tiwanaku, Isla del Sol, y quizás Machu Picchu.
Siguiendo las huellas que han dejado los puquinas, podemos afirmar que empezaron su éxodo hacia el Pacífico, desde los primeros siglos del cristianismo; franquearon la cordillera occidental marítima y siguiendo el curso de los ríos Chili y Tambo llegaron hasta las playas del Pacífico. Las primeras poblaciones que fundó esta ola migratoria en su marcha hacia la costa, fueron las de Ichuña y de Ubinas, en las primeras estribaciones de la cordillera volcánica y por los desfiladeros norte y sur del Pichu Picchu penetraron en las fértiles regiones de los actuales distritos de Chiguata, Pocsi, Quequeña y Puquina, lugares que por la buena calidad del terreno vegetal y la abundancia de manantiales son excelentes para la caza la pesca, y el pastoreo de rebaños.
Otro motivo de la migración de los puquinas, fue que durante algunos años un sol de fuego hizo sentir sus pésimos efectos en las colinas y llanuras de la inmensa olla interandina, a estos
calores africanos siguieron las crueles heladas originadas por una total ausencia de lluvias las que acabaron con la agricultura y la ganadería, se perdieron y se secó en gran parte el pasto forajero que era la vida y sostén de los animales, el frío intenso de la puna y el calor abrasador del mediodía, se encargaron de convertir al paradisíaco altiplano en un páramo de – solado y triste, como un árido desierto de nuestras costas, sin agua, sin vegetación y sin vida; a esta verdadera calamidad que experimentaron los puquinas del altiplano, vino a sumarse la persecución última y sangrienta que tuvieron que soportar de parte de los aymaras quienes aguerridos y feroces como eran, se apoderaron de las regiones que podían cultivarse con las pocas aguas de los ríos, que desembocan en el lago Titicaca, y con las vertientes que brotan al pie de las grandes cordilleras.
Los puquinas, rama principal de la gran familia arahuaque de la Amazonía, y que en tiempos remotos logró extenderse por toda la dilatada altiplanicie peruana boliviana, hasta formar un gran y poderoso imperio, al verse vencidos y humillados por los feroces collas y aimaras, o víctimas de penosas y prolongadas sequías se desplazaron entonces hacia los valles y quebradas de la costa del Pacífico llegando al fértil suelo de la antigua Arequipa y fundando en los sitios más prominentes y pintorescos sus principales ciudades que llegaron a ser emporio de su cultura de su comercio y de sus industrias importantes.
La desaparición en forma prematura del puquina como idioma, no implica necesariamente la desaparición como etnia de esta cultura, parece que hay que atribuir esa desaparición a un proceso áulico y cortesano por pugnas de poder durante el inkario y que determinó la pérdida de la fuerza central determinando su rápida erosión como idioma vigente.
Escrito: RAFAEL MERCADO BENAVENTE