Columna del Director
Hacer las ciclovías es otro capricho del alcalde provincial Omar Candia Aguilar. Sin embargo, su actitud no sólo demuestra improvisación, sino también, mucho riesgo y peligro.
La imagen que acompaña este texto es un reflejo de su actitud. Y no sólo por el hecho de subirse a la mala, a una bicicleta, armar un show para foto y video, e involucrar a niños en este espectáculo forzado y fingido.
Todos son testigos de que por las cuadras donde habilitaron el paso para las inconclusas y truncas ciclovías, no circulan ciclistas.
Excepcionalmente transita alguno. Y esta ausencia de usuarios es porque principalmente esos caminos no conducen a ningún lado, y apenas están instalados en algunas cuadras.
Muchos dirán que de alguna forma hay que iniciar los proyectos, y es cierto.
Pero la falta de conexión de esta primera y aventurada ciclovía, con avenidas o calles más amplias, es una muestra más de improvisación.
Para que algún ciclista, tanto el acostumbrado a manejar estos vehículos, o quien lo haga de manera eventual, llegue hasta esas ciclovías de escasas cuadras, tiene que transitar por calles llenas de conductores irrespetuosos y avezados.
Y allí está la primera tarea. Las calles de la ciudad son una gran ciclovía, en donde todos los ciclistas compiten por un poco de espacio para transitar, entre combis, taxis y motos.
La sensibilización del conductor público y privado, era la primera acción. Pero para Candia, resulta la última. Ni siquiera hay sanciones para los conductores que no respetan las ciclovías.
Como eso no importa, el alcalde imposta una sonrisa y prioriza el show sobre una bicicleta, pero sin usar casco de seguridad en el supuesto acto inaugural. Pésimo ejemplo para los niños que utilizó para circular por la Plaza de Armas, en donde ni siquiera está señalizada la ciclovía.