La incomunicación política

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Por Guillermo Yaguno

La política activa en el Perú sólo tiene su pico más alto en los procesos electorales, en donde vemos a los políticos desarrollar una comunicación en busca de conquistar el voto, creyendo erróneamente, que el fin es solo la campaña electoral.

Sus proyecciones y esfuerzos sólo se limitan a ganar una elección, y no a ganar un espacio en la vida política del país, y menos elevar la comunicación política al desempeño de la gestión de gobierno.

Los elegidos creen que una vez en el poder, ya no es necesaria la estrategia comunicativa entre él y el ciudadano; y por ende, se pierde esa conexión primaria que pudo haber nacido entre el elector y el candidato, el cual deriva a la otra fase de relación política de gobernados y gobierno. Interacción política en la cual se cultiva la anhelada legitimación de poder. No basta ganar el poder sino merecerlo.

Desde tiempos remotos, los políticos han utilizado los instrumentos de su época para transmitir sus mensajes. Gobernantes y gobernados han tenido siempre la necesidad de relacionarse entre sí.

Los primeros porque necesitan el apoyo de los ciudadanos para poder desarrollar sus ideas políticas y hacerlas tangibles, los segundos, porque quieren dar a conocer a sus políticos qué necesita la sociedad y qué espera esta de ellos.

Ya en el siglo XVIII, Luis XVI de Francia se convirtió en uno de los precursores de la imagen del político, y más tarde Napoleón mostró su interés por la opinión de las masas con la creación de una oficina de Opinión Pública.

En tiempos actuales, pasamos por la necesidad de tener una estructura empoderada y compuesta por personal multidisciplinario que, además de saber producir y emitir un mensaje, tenga las capacidades para analizar las variables contextuales que inciden en las percepciones hacia el gobierno.
Además, comprender cómo funcionan la comunicación estratégica, la opinión pública y los medios de comunicación, identificar las demandas y peculiaridades de los diferentes sectores de la sociedad civil, grupos de presión, etc.

A partir de ahí, hay que diseñar, una narrativa de gobierno con mensajes coherentes, y convincentes, es decir, un discurso político articulado, planificado en función de los objetivos del gobierno y en función de los públicos heterogéneos.

La comunicación gubernamental no es un asunto de sentido común, sino una dinámica en la cual la autoridad debe transmitir mensajes que legitimen sus políticas públicas ante millones de ciudadanos con niveles de información variada y, sobre todo, con diversidad de visiones de mundo, valores, problemáticas, intereses privados y públicos.

Esta comunicación política no solamente implica al gobierno central, sino, a todos los que llegaron al cargo mediante la elección popular. La reciente encuesta de Idessia, refiere que el 70% de los arequipeños de la provincia, desaprueban la gestión del gobernador regional Elmer Cáceres Llica y del alcalde provincial Omar Candia; y sólo el 39.68% de la población encuestada recuerdan o saben el nombre de los congresistas que representan a la región.

A tales resultados se ensayaron diversas interpretaciones, pero también se debe a la incomunicación política y errada comunicación institucional de nuestras autoridades y nuestros parlamentarios con su pueblo. Es una tarea pendiente.

*Periodista de Radio San Martín

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