La rebelión de Túpac Amaru en Puno

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Escribe: Néstor Pilco Contreras

Iniciada la “Gran Rebelión” dirigida por Túpac Amaru II, en la provincia de Tinta – Cusco, el 4 de noviembre de 1780, con la ejecución del corregidor Antonio Arriaga y el triunfo rebelde en la batalla de Sangarará, el cacique Túpac Amaru tuvo por objetivo expandir el radio de acción de su rebelión por el territorio surandino (Puno, Arequipa y Alto Perú). Para tal efecto, una de las primeras acciones del cacique de Tungasuca fue enviar bandos, pasquines y cartas a los principales caciques que él consideraba que se adherirían a su causa, y días después ocupó militarmente el altiplano puneño.

Según los documentos de la época, el ejército rebelde, cruzando el abra de la Raya, realizó su ingreso triunfal a territorio puneño el 2 de diciembre de 1780 y en adelante recorrió los siguientes pueblos: Santa Rosa, Macarí, Ayaviri, Lampa y Santiago de Pupuja. En tanto, las fuerzas realistas concentradas en Santa Rosa y Ayaviri al ver la multitud del ejército de Túpac Amaru tuvieron que replegarse a Lampa. En estas circunstancias, Lampa se constituyó efímeramente como principal bastión de defensa española. En esa ciudad, el entre el 4 y 6 de diciembre de 1780, se realizó dos hechos importantes: Por un lado, un consejo de guerra determinó que las principales autoridades coloniales debían abandonar la región Puno en resguardo de sus vidas y, por otro lado, se realizó la ejecución de Simón Noguera sobrino de Túpac Amaru considerado por Ramos (1982) como, el “primer mártir de la rebelión de Túpac Amaru” en Puno.

El cura de Santiago de Sandía, Josep Santos de Aragón en 1873, informó sobre las acciones del corregidor de Carabaya Miguel de Urbiola de la siguiente manera: “Dejando en conocido riesgo y abandonando su caudal con almacenes llenos de géneros de considerable valor ( por no haber concluido el reparto) su habitación con su menaje, ajuar y demás utensilios costosos marchó con toda su gente, alimentada en todo a costa de su peculio, hasta el pueblo de Santa Rosa, a rebatir al enemigo, […] q ya traía infectado el collao; y no pudieron contrarrestar la avenida de gente, q venía con el rebelde, puesto en el pueblo de Ayaviri, desamparado ya de su provincia que hicieron la huida medrosos”

Dentro de este contexto, la incertidumbre y el hermetismo se apoderó entre los Caciques y la población puneña en general; que al final desencadenó una “guerra entre caciques”, por ejemplo, entre los Vilcapaza y los Choquehuanca.

Uno de los documentos históricos que informa las primeras acciones de las autoridades coloniales ante la presencia de Túpac Amaru en Puno, en diciembre de 1780, es el informe del Corregidor de Chucuito Don Ramón Moya y Villarreal, dirigida a la Audiencia de Charcas, con fecha de 3 de enero de 1781 escrita desde la Villa de Moquegua. El mencionado manuscrito se encuentra en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB), con registro SGI – 36, f. 1r-3v, que a continuación transcribimos.
Representé a V.A. con fha [fecha]. Del día 27 de noviembre que para cortar los rápidos progresos del cacique Rebelde de Tungasuca Josef Gabriel Tupa Amaro, y salir a defender la tierra nos habíamos convocado los corregidores, y se estaban juntando las milicias de Lampa, Azángaro, Carabaya, Puno, y la provincia de Chucuito que está a mi cargo.

Los dos primeros corregidores que por estar más inmediatos observaban los movimientos del rebelde, cerciorados del número de sus tropas y deser (sic) su ánimo venir á atacar la provincia de Lampa y Azángaro, y demás del Collao, exhortaron pidiendo auxilio de gentes, y armas a los corregidores de las ciudades de Arequipa y La Paz, y de las provincias de Larecaje y Omasuyos que no habiéndole prestado nos hallamos solos aquellos el de Carabaya, Puno, y yo el día 3, de diciembre en el distrito de Lampa, al frente del exercito [ejército] de los alzados que compuesto de un número considerable de gente, entre Yndios, españoles, y mestizos se venía por la jurisdicción, sintener (sic) nosotros para resistirle más fuerza quelade (sic) 2,220 hombres poco más ó menos que estando divididos en los pueblos de Ayaviri, y el de Lampa el día 3 de diciembre en que yo entre en este no hubo tiempo para reunirlos, de poco [ilegible] sin armas, ni instrucción militar, de ninguna confianza para la empresa, y después de todo tan acobardados con las noticias que empezaron a divulgarse, de la mortandad que los Yndios habían hecho en el pueblo de Sangarará con los españoles, que contra ellos salieron del Cusco, que solo respiraban temores.
El corto número de gente, y el mal estado de ellas mirado por todas partes obligó a los corregidores a formar luego que se tuvo noticia de haber tomado el rebelde el pueblo de Ayaviri y otros de la jurisdicción, una junta de guerra el dia 6 de diciembre en que con asistencia de los corons tenientes coroneles y otros jefes de las milicias se resolvió debíamos retirarnos de Lampa, á esperar el auxilio de Arequipa, y otras provincias, atendiendo aqe si esperábamos al rebelde, y se vehia (sic) con la victoria que por nuestra parte no podíamos disputarle, se pondría más insolente, reforzaría sus tropas con aquellas armas que nos quitase y difundiendo la voz del destrozo hecho por todas las provincias acobardaría los ánimos del vecindario y atraería hacia su favor la Yndiada, y mestizos de ella, como saviamos (sic) lo había hecho así en Tinta, y estábamos conociendo se verificaría en Lampa por los semblantes que bebíamos.

En virtud de lo resuelto en la junta de guerra, y viendo que la tropa que se empezó a retirar desde la tarde de dho 6 sin orden, ni concierto ( que fue lo mismo que practico laque estaba en Ayaviri, sin embargo de haberseladado orden para que retirándose de aquel puesto q se concebía no poder defender se viniese a incorporar con la de Lampa) había desamparado ya el pueblo por la noche dirigiéndose a los lugares de sus residencias, nos retiramos todos de el, pasando al inmediato de Cavanilla, desde donde, y con elfin (sic) deaguar el apronto, y remisión de auxilio, guiaron para la ciudad de Arequipa, los corregidores de Lampa, Azángaro y Carabaya, pasando en el día 7, el corregidor de Puno y yo a nuestras provincias, con el fin de juntar cada uno en la suya, las milicias dispersas y recoger las armas conque se habían retirado de Lampa.

Con el fin también de formar algún cuerpo de tropa que en el inter se juntaba otro más respetable, para acometer al rebelde sirviese por lo menos de contener a los Yndios de unas y otras provincias que con la llegada próxima que esperábamos Tupa Amaro se iba ya insolentando. [ilegible] exhortamos el corregidor de Puno y yo, al corregidor y cabildo de La Paz pidiendo auxilio de gente; pero como en el día 10 del mismo mes de diciembre escribiese el corregidor de Puno que se hallaba receloso de su gente, por lo que resolvía marcharse a Arequipa; y por otra parte semediesen (sic) avisos circunstanciados de que los indios del pueblo de Acora, unidos con algunos de la ciudad de Chucuito, y mestizos de aquel pueblo, se habían conjurado para prenderme, y entregarme al traidor Tupa Amaro, por la voz que había corrido de su anhelo de vengarse de mi por el dictamen que para aorcar [ahorcar] aun primo suyo en Lampa seme atribuía sin razón; pues en nada intervine pa aquella sentencia y cuya conjuración me certificó por aviso q entre 10 y 11 de la noche del mismo día 10 me despachó el cura de Acora, a quien le contaba por la revelación que le había hecho uno de los conjurados; me vi en la precisión, receloso de ella, y no tener quien me diese auxilio como qe todos los corregidores inmediatos estaban fuera de sus Provs salir de Chucuito aquella noche aceleradamente a buscar auxilio a esta Villa de Moquegua, coolindera (sic) con la jurisdicción de mi provincia, dejando nombrado sin embargo, de la precipitación de mi salida, para que por el corto tiempo que durase mi ausencia estuviese celando el mejor sosiego, y quietud de la prova y atendiese a la administración de justicia a Don Miguel del Campo, vecino honrado y de conducta juiciosa, y teniendo también el cuidado de sacar, y traer conmigo los fusiles de la sala de armas querecogí de los soldados, prefiriendo estas cargas por no dejar este refuerzo al Alzado alas de mis equipaje, y efectos qe tenía, y deje abandonados en Chucuito expuestas al saqueo.

A fuerza de trabajos, y venciendo algunos insultos de Yndios llegué a esta villa de Moquegua, y habiéndome ofrecido su corregidor auxilios de gente, estoy disponiendo mi regreso a Chucuito, para juntar las milicias, y estar pronto a unirme con la expedición qe se apronta en la Paz para salir contra el Rebelde.

Este es el estado calamitoso en que se hallan las provincias del Collao en las que solo resuenan voces de traición, teniendo los corregidores más enemigos, y más expuesta su vida.

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