Las lágrimas del volcán Pichu Pichu

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Escribe: Rafael Mercado Benavente

Conocido por su imponente presencia y su singular forma que evoca a un “Indio dormido”, el volcán Pichu Pichu es uno de los tres guardianes naturales que rodean la ciudad de Arequipa. Ubicado a 32 kilómetros al este de la Ciudad Blanca, éste coloso despierta el interés de pobladores y turistas por igual.

El Pichu Pichu se caracteriza por sus siete cumbres, entre las cuales destaca el Coronado, con una altitud de 5,650 metros sobre el nivel del mar. Su punto más accesible alcanza los 5,515 metros, ofreciendo una experiencia única para quienes buscan explorar sus alturas.

Desde distintos rincones de Arequipa, las cumbres del Pichu Pichu dibujan la figura de un perfil humano recostado, una imagen que ha inspirado la leyenda del “Indio dormido”. El relato forma parte del imaginario colectivo de los arequipeños, añadiendo un toque místico a la majestuosidad del volcán.

EL PICHU PICHU ES TUNUPA

Sin duda existió una especie de Cristo andino un Dios hijo de I, de Huiracocha o Inti, que encarnó como un hombre o como un gigante, hablamos del dios Tunupa; se cree que Tunupa se encuentra dormido en un cerro del volcán Pichu Pichu, este dios manifestaría su presencia divina en las Salinas de Puquina llamadas antiguamente Salinas de Tunupa. Parece haber sido entonces una divinidad muy antigua cuya área de influencia llegó a su máxima extensión antes del auge del culto al mismo Huiracocha.

El cerro de Tunupa del volcán Pichu Pichu y las Salinas de tunupa de Puquina, son valiosos testimonios que permitirán descorrer el velo del misterio de este antiguo Cristo Solar de los Andes, que era venerado a través de las huancas de las huacas de Maucallacta y Churajón, algo curioso es que tunupa también era conocido con los nombres de Tarapacá o Taguapaca, la palabra paca significaría, pájaro grande, como un águila grande, esta ave se encuentra en correspondencia con las estrellas de la Can Mayor y de la Can Menor de Tauro. Estas se ven como una hermosa figura de un ave posadas en algunas noches sobre el Pichu Pichu, hay algo más el Cerro Tunupa del no es una cordillera cualquiera, ni de rastros difusos, no es una simple montaña, es algo sagrado, muestra una geo-forma un geo-código de la figura humana en estado yacente.

La figura es clarísima, parece incluso hecha a propósito; hay una gran similitud entre este Gigante Dormido y el Coloso del Huayna Picchu en Machu Picchu. Grandes santuarios andinos están construidos sobre vestigios santos, se levantaron allí donde el hombre advirtió huellas de dioses ya petrificados, todo este tema nos lanza luces sobre los orígenes de las Salinas de Puquina, nuevamente nos referimos a Tunupa del Pichu Pichu; esa figura yacente para los antiguos era “el dios caído” “el dios llorón” el que lloró amargamente, llanto salobre que dio origen a las Salinas de Puquina.

El principal santuario de los puquinas se encontraba ubicado en las cumbres del cerro Choquellampa, muy cerca del Palacio del Sinchi, donde se rendía culto especial a la Luna, la diosa tradicional de los araguaques lacustres del altiplano, dos veces al año se abrían las puertas de este templo misterioso para rendirle los atributos de admiración y reconocimiento a semejanza de la pleitesía de los pueblos yungas al dios Pachacámac de Lurín, y los aimaras y quechuas al todopoderoso Huiracocha de la región andina.

Y es que los puquinas también adoraron al puma, al cóndor, a la serpiente y al wari willka, dioses que adoptaron por suyos también los collas y aimaras, reiteramos, los puquinas adoraron principalmente a la diosa Luna, el radiante astro de la noche, porque ella le servía de lámpara maravillosa para poder realizar sus actividades de caza y pesca.

Los puquinas además adoraban al sol las Estrellas y divinidades protectoras de los ríos lagos y apus y las tierras, después de haber dejado su vida de pescadores y cazadores para dedicarse a labrar la tierra y la domesticación de animales.

Es allí cuando empiezan a rendir culto a la mamá pacha, pues ella les daba los alimentos; en honor a ella hacían la tinka o pago de la tierra para que los animales domesticados tengan buenas producciones.

 La religión puquina tuvo como guía religiosa, doctrineros de la moral y costumbres, a una élite sacerdotal que tenía las funciones de realizar las actividades sagradas en los templos de los dioses, para educar y enseñar al pueblo puquina.

Según las últimas investigaciones el idioma puquina se encuentra muy bien diferenciado y es predecesor al quechua, aimara, uro, entre otros idiomas; tiene influencias en ellos producto de los contactos mutuos con estas culturas, fue además el idioma secreto de los inkas, fue de amplio rango de habla, con el paso de los años y los procesos históricos altiplánicos fue absorbido por el norte por el aimara, y por el este y sur por el quechua, a la llegada de los españoles estos cuatro idiomas se fusionaron y fueron utilizados coloquialmente por los antiguos arequipeños y se le conoció como el idioma loncco.

Pese a que la lengua puquina se encuentra extinta, viven algunos nombres como topónimos de lugares importantes y tradicionales de Moquegua y Arequipa, de esa forma el puquina aún vive y es menester de todos los peruanos recuperarlo y enaltecer como nuestro más precioso legado, de la antigua cultura puquina, que domesticó los valles y que nos los heredó a nosotros los actuales hombres del Perú.

LEYENDA DEL INDIO DORMIDO

El volcán Pichu Pichu, imponente y silencioso, esconde en sus faldas una antigua leyenda llena de enseñanzas y justicia divina. Se dice que, hace mucho tiempo, un guerrero deshonró a la hija del inca, negándo se a asumir la responsabilidad de sus actos. Su decisión lo convirtió en un fugitivo, escapando por los caminos que llevan al Balneario de Jesús.

Cansado y derrotado por la culpa, el guerrero decidió descansar a la sombra de un cerro, donde el sueño lo venció al caer la noche. Con la primera luz del amanecer, el Sol, símbolo de la justicia incaica, intervino, imponiendo un castigo que sellaría su destino: lo condenó a dormir eternamente, convirtiendo su silueta en parte del paisaje, visible desde la distancia.

Desde entonces, el Pichu Pichu, con su forma de hombre dormido, es un recordatorio de la importancia del honor y las consecuencias de los actos. Su figura permanece inmóvil, como si esperara, en un sueño infinito, la redención que nunca llegó.

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