Las próximas elecciones. Adiós Bartras y Tubinos…

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Columnista: Christian Reynoso

El presidente Martín Vizcarra ha anunciado en el mensaje a la nación de 28 de julio que las elecciones para elegir tanto al próximo presidente como a los integrantes del congreso se adelantarán un año. Es decir, se llevarán a cabo en 2020. De esta manera, los próximos meses serán de ambiente electoral. 

Esta propuesta ha sido planteada por el Ejecutivo ante la percepción de no haber obtenido, en su esencia verdadera, la cuestión de confianza que solicitó al Legislativo, tiempo atrás para iniciar la reforma política del país. Si bien se alcanzaron algunos acuerdos, el tema de la inmunidad parlamentaria marcó el quiebre. Pero esta propuesta también responde al deseo de la gran mayoría de peruanos que están (estamos) cansados del desempeño mediocre y obstruccionista de aquellas y aquellos infames congresistas de Fuerza Popular y el Apra, quienes de manera sistemática han optado por asumir un blindaje descarado y poner trabas al proceso de limpieza de la corrupción en nuestro país.

Las críticas que ha recibido la propuesta de Vizcarra especialmente del sector fujiaprista han sido de todo calibre, y con una tendencia a generar un estado de alarma inexistente. Tubino, Salgado, entre otras y otros, han salido a hablar de incertidumbre, de colapso económico, de ilegalidad, y en el colmo del cinismo, de pedir que sea Vizcarra quien renuncie si es él quien quiere irse antes de tiempo. Uno se pregunta: ¿Tan mediocres pueden ser que no se dan cuenta que el Perú entero, excepto sus seguidores, los detesta y ya no los quiere ver en el congreso ni mucho menos ejerciendo voto en la toma de decisiones del país? ¿Es que viven en una burbuja adormecidos por el poder que le otorga la mayoría congresal y sus alianzas?

Hemos llegado a tal punto en el Perú, que hoy es determinante que esta clase política ―especialmente el fujimorismo y el aprismo, sí, es necesario volver a decirlo― se vaya y no regrese más. Hasta hoy han estado de espaldas al país, ejerciendo el poder de manera prepotente contra el sentido común de la realidad, blindando a delincuentes de saco, sastre, corbata y cartera (como ellos mismos), cuidando solo sus intereses personales y partidarios sin pensar en el país, defendiendo a violadores y prófugos (¿dónde está el ladrón de Donayre?), o sus puestos, sueldos y comechados, tratando de maquillar sus mentiras, librándose de procesos judiciales, etcétera, etcétera.

En ese sentido, no hay por qué alarmarse frente al escenario que se viene. Con voluntad política y sin romper la institucionalidad se podrán organizar los próximos comicios. Y si es necesario llevar a cabo un referéndum para decidir que así sea, con seguridad los peruanos votaremos porque así sea. El hastío, la impotencia y la vergüenza ajena que nos embargan cada vez que escuchamos a Bartras, Betetas, Becerriles, Salgados, Tubinos y Múlderes defendiendo lo indefendible, sin sangre en la cara, nos cansa e indigna, de manera que es imprescindible romper de una vez con esa continuidad. Al mismo tiempo, tendremos la oportunidad de elegir, ojalá con el tino necesario, a rostros nuevos que esperemos representen una nueva forma de hacer política pensada en el país y no en los millones de dólares de futuros casos Odebrechts.

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