Romero y Mariátegui, amigos

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Historiador, geógrafo, ensayista, folklorista, político y diplomático, el doctor Romero Padilla nació en Puno, donde comenzó sus primeros estudios y ejerció como docente en la escuela elemental (1916-1918). Posteriormente comenzó su preparación superior en la Universidad del Gran Padre San Agustín, de Arequipa, donde cursó asignaturas en las facultades de Ciencias (1916-1917) y de Letras (1918-1919). Obteniendo en esta última los grados de Bachiller y Doctor (1919). Posteriormente se trasladó a Lima, ingresando en la Universidad Mayor de San Marcos, donde estudió Derecho, obteniendo los grados de Bachiller (1923) y Abogado (1924); y Ciencias Políticas y Económicas, egresándose como Doctor en esta Facultad en 1931.

Augusto Lostaunau Moscol

No cabe duda que Emilio Romero Padilla fue un estudiante modelo. Estudió en Puno, Arequipa y Lima. Las universidades San Agustín y San Marcos son sus casas de estudio. Pero será San Marcos donde Romero Padilla logrará sus mayores éxitos profesionales e intelectuales. En la primera parte del siglo XX, San Marcos era un centro de atracción para las generaciones jóvenes de todo el Perú. En sus aulas se encontraban todas las sangres.

Emilio Romero (1981) recuerda que:

“Yo sé que eran muchos jóvenes de diversas regiones del Perú los que llegaban a la casa de José Carlos Mariátegui y en la Universidad se discutía y se hablaba de su nuevo evangelio”.

En la década de 1920, llegar a Lima era sinónimo de visitar la casa de José Carlos Mariátegui quien se había transformado en el intelectual más influyente del país. Siempre se ha recordado las visitas que realizaron importantes intelectuales extranjeros a la casa del Amauta; pero el de Emilio Romero Padilla es un testimonio directo del permanente trato entre Mariátegui y jóvenes llegados a Lima desde todas las regiones del país. He ahí la manera como Mariátegui lograba información válida y de primera mano sobre la situación socio-económica del interior del Perú. De esta forma, logró superar la imposibilidad de trasladarse por estar en silla de ruedas.

En 1928, Emilio Romero Padilla publicó su libro El Departamento de Puno. Monografía del Departamento de Puno, que logró una importante acogida entre los estudiosos y profesionales afincados en la capital. Clovis (Luis Varela y Orbegoso) le dedicó un fino comentario en El Comercio. Sin tener amistad, José Carlos Mariátegui también comentó el texto recién editado. Es más, en Amauta se publicó un capítulo del mismo, destacando la calidad del mismo y la seriedad de las interpretaciones. Romero cuenta que:

“Consideré un honor insigne aquella opinión de Mariátegui y fui a su casa para agradecerle. Era en la calle Sagástegui, precisamente la que ocupaba con su estudio de abogado el Dr. José Antonio Encinas (mi maestro y Director en el Centro Escolar de Varones de Puno donde fui su alumno) hasta que fue desterrado por el gobierno de Leguía. Me acerqué a esa casa con la impresión que iba a ver al gran amigo y maestro puneño pero abrió la puerta una hermosa joven señora. Era doña Anita de Mariátegui, quien me invitó a pasar. A pocos minutos apareció impulsando las ruedas de su silla el insigne escritor José Carlos Mariátegui. Hablamos pronto y muy seriamente. José Carlos parecía en vísperas de viaje cuando me dijo que no teníamos tiempo que perder. Que necesitaba información social, económica y de todo orden sobre mi tierra natal, Puno”.

La amistad entre Emilio Romero Padilla y José Carlos Mariátegui surgió desde el primer instante en que se conocieron. Romero tenía gran admiración por Mariátegui y viceversa. Esta amistad generó el interés por trabajar en conjunto. Para mejorar su interpretación del mundo andino y del problema del indio, era necesario tener la mayor cantidad de información y totalmente actualizada. Mariátegui sentía que el tiempo se le terminaba. Romero lo describe como un hombre que está a punto de viajar. Quizás era el viaje a Buenos Aires que el Amauta planificó y no logró concretar porque la muerte lo encontró primero.

Romero continúa:

“La casa de Mariátegui, que después se trasladó a la calle Washington, estaba siempre llena de juventud estudiosa; de artistas y de obreros. Y siempre su atención estaba dirigida, como si fuera un problema único, al tema de cada amigo. Su hambre y sed de conocer el Perú a fondo lo hacía apresurarse. Parecía que preparaba sus valijas de partida para un viaje eterno. Meditaba, pedía explicaciones. No había una sonrisa en sus labios, pero sus ojos estaban iluminados de amistad y comprensión. En sus horarios de todos los días desfilaba la juventud pensante del Perú, de todas las regiones”.

El 27 de mayo de 1993, Emilio Romero Padilla murió. Partió al encuentro de su eterno amigo.

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