Por: Nilton Vela Dámaso
A lo largo del siglo XX, Puno aglutinó una pléyade de artistas e intelectuales que actuaron de forma individual y colectiva. De este modo, en la primera mitad del siglo XX, el medio artístico de Puno se vería marcado por un grupo sólido de pintores locales y no locales que, a partir de la década de 1930, fueron visibles a través de plataformas como ‘Cunan’ y el grupo ‘Laickaccota’, entre otras agrupaciones que desplazaron una actividad efímera, pero de gran importancia.
Posteriormente, en la década de 1950, los artistas puneños interactuaron a través del Instituto Americano de Arte y la Escuela Regional de Bellas Artes (ERBA) ‘Carlos Rubina Burgos’ de Puno; sin embargo, pasado este tiempo, la actividad artística puneña fue bajando su ritmo y, por ende, su producción no fue fructífera como en tiempos pasados, factor propicio para que los artistas puneños se formen en otras latitudes. Este fue es el caso de muchos puneños que fueron instruidos en las escuelas de arte de Cusco, Arequipa y Lima. Circunstancialmente, Arequipa sería la ciudad encargada de acoger a muchos de nuestros grandes valores del arte puneño. Por ejemplo, en los años de 1970, los pintores puneños Mauro Castillo y Víctor Turpo ya denotaban su impronta artística en el medio local y nacional. Ambos fueron formados en los talleres de la Escuela Regional de Bellas Artes (ERBA) ‘Carlos Baca Flor’ de Arequipa y como ellos, varios de nuestros coterráneos siguieron el mismo camino. Es el caso de los pintores Carlos Ticona, Alcides Catacora y Guzmán Emilio Huanca Yanarico, entre otros que egresaron en la década de 1980. De esta manera, estos pintores desarrollarían una carrera productiva fuera de Puno, haciéndose acreedores de los primeros puestos en los diversos concursos de pintura que se organizaban en Arequipa y Lima.
En este sentido, es importante conocer que, en la misma década, pintores autodidactas, estudiantes y egresados de la ERBA ‘Carlos Rubina Burgos’ conformarían el grupo “Quaternario”, un colectivo compacto que activo la escena local hasta los principios de 1990. En esta época, es meritorio indicar que los artistas puneños no solo se irían formando en Puno, sino también, en la ciudad de Arequipa, quizá con distintos lenguajes plásticos, pero ambos compartirían el mismo propósito, insertar el nombre de Puno en la historia de la plástica nacional.
Yanariko y su contacto con Puno
Guzmán Emilio Huanca Yanariko, nació en el pueblo de Jacantaya en la provincia de Moho del departamento de Puno. Como mencione en el acápite anterior, él se formó en la ERBA ‘Carlos Baca Flor’ de Arequipa. Es cierto, además, que ‘Yanariko’ ─apelativo con el cual firma─ no fue parte de la impronta artística de Puno, a pesar que sus obras elogien el paisaje y las costumbres puneñas; Yanariko siempre ha considerado en su hoja de vida que es un puneño haciendo arte, y eso se refleja claramente en todas las exhibiciones y certámenes artísticos en los que ha participado. Es en una de estas presentaciones que conocí la pintura de Yanariko, exactamente, en uno de los Salones de Arte con Derechos (2007) exhibición que se llevó a cabo en el Museo de la Nación en Lima. Sin embargo, pude conocerlo recién en el año 2013 y, meses más tarde visité su taller en Lima, allí compartimos una extensa conversación; motivo perfecto para invitarlo a exponer en Puno. Aquel año se efectuó un importante salón de arte, del cual, fui parte de la organización y contar con Yanariko era propicio para que la ciudadanía puneña conozca su obra.
Entonces, podemos decir que, el primer vínculo de Yanariko con la escena puneña, sería a partir del año 2013. Posteriormente, participaría en exposiciones colectivas de gran relevancia en las galerías puneñas, en donde compartiría sala con un selecto grupo de acuarelistas puneños que fortuitamente fueron instruidos en Puno y Arequipa respectivamente. Luego, en 2018, Yanariko haría una importante exposición individual en la ciudad de Puno, aquella exhibición afincaría un lazo fraternal con la escena puneña. Actualmente, Yanariko ha decidido radicar en Puno y está culminando de instalar su estudio-taller en su tierra natal, Jacantaya.
Su pintura: La nostalgia a través del paisaje
El paisaje puneño ha sido uno de los temas que Yanariko ha plasmado frecuentemente a lo largo de su carrera artística, aunque muchas veces su trabajo esta circunscrito a través de celebraciones costumbristas, donde el poblador local interactúa con el espacio que habita; aquí, por lo general el individuo se halla representado por su vestimenta típica y el espacio es idealizado a través de estructuras arquitectónicas austeras y ocasionalmente coloniales. Elementos que nos permiten reconocer un área geográfica en específico; sin embargo, su producción actual refleja escenas circunlacustres del lago Titicaca; de igual modo, se perciben escenas agrícolas y senderos andinos que pueden ser vistas desde los albores de la naturaleza, o también pueden ser observados desde escenarios ligeramente distantes, para ambos casos, la perspectiva juega un rol importante, además estas escenas pueden verse a través de dos ejes. El primer eje ubica al espectador dentro del cuadro y lo invita a recorrer los detalles del sendero; el segundo eje, aleja completamente al espectador, haciendo que observe lo diminuto que se ve el paisaje desde el horizonte, pero también, lo incita a reflexionar sobre la inmensidad de la naturaleza altiplánica.
En este sentido, las postales que Yanariko imprime en sus obras son el claro reflejo de una memoria nostálgica que le permite evocar circunstancias y festividades costumbristas que adoptó como suyas desde su infancia y, actualmente, las vuelve a recorrer, sentir y recordar, no solo como un transeúnte local, sino más bien, como un pintor que capta el instante perfecto, quizá su propósito sea encarar al espectador para sacarlo de su confort y atraerlo a contemplar un fragmento de su hábitat o posiblemente, solo quiera delimitar la escena para apropiarnos de ella y mantener un contacto emotivo.
Hans Belting, decía que, “en un caso, la imagen es un rastro del mundo; en el otro, una expresión del medio que la produce”. Es decir, Belting nos advierte que, las imágenes producidas por el pintor, son fragmentos atemporales del paisaje altiplánico los cuales derivan de un tiempo determinado, además las alegorías plasmadas ennoblecen los quehaceres de una población, en este caso, los de su tierra natal. Por ello, Yanariko explora el sentimiento de añoranza y lo traduce desde un lenguaje simbolista, haciendo que el paisaje evoque un rastro íntimo. Asimismo, el medio técnico en que han sido elaborados nos orienta a descubrir un camino antropocéntrico, donde el color funge a través de la línea y las veladuras diáfanas de pigmentos disimiles emergen como destellos de luz, sincronizando una gama variada de colores que se yuxtaponen entre sí; estos a su vez, conforman un equilibrio autónomo donde la percepción tonal se encarga de evidenciar los sentimientos más puros de la belleza altiplánica.
En conclusión, Yanariko es un artista puneño que nos representa a carta cabal, además nos recuerda que tanto como él, muchos de los artistas puneños que no necesariamente están insertos en la historia local y que circunstancialmente están inscritos dentro de la escena de la plástica nacional e internacional ejercen una carrera profusa que debe enorgullecer a todas y todos los puneños. Sin embargo, también amerita que la historia del arte puneño se ocupe de los artistas que han venido representándonos a lo largo del tiempo y aún se encuentran en el anonimato. Finalmente, debemos remarcar que Yanariko es una bisagra para el estudio de la plástica puneña -especialmente en la técnica de la acuarela- del último tercio del siglo XX e inicios del nuevo milenio; por ello, debemos hacer énfasis en la producción simbólica de Yanariko, la cual nos recuerda que el paisaje telúrico de nuestro altiplano también puede verse desde una concepción volátil de un romanticismo pictórico que nos hace convivir con una naturaleza inhóspitamente habitada.