Escribe: Juan Pio Mamani Chambi
Algún personaje tuvo que estrenar la primera chocolatada, y quizá fue con el supremo fin humano, la de compartir, de asistir a los que menos tienen, de ayudar con una chocolatada al desposeído, entonces los niños, adultos mayores o todos los necesitados eran invitados para participar de la chocolatada, pero este acto de bondad a medida que fue pasando los años se fue pervirtiendo, se fue contaminando para otros fines, como la mayoría de las acciones humanas.
En nuestra contemporaneidad la chocolatada fue pervertida como un acto de persuasión, para que un personaje político pueda mostrarse como un ser comprometido con la niñez, con los que menos tienen, con los infantes más desposeídos, pues los niños son los más leales para caer a cualquier seducción.
Para legitimar la invención del político como un hombre bueno que sabe compartir su fortuna, sus logros, un hombre que es ajeno al egoísmo, un hombre que es capaz de desprenderse.
Pero lo que realmente busca es aceptación, un voto, una foto, y en esa imagen pueda posar al lado de un niño o niña entregando la taza de chocolate con bizcocho a veces acompañado hasta con algún juguete de una dudosa calidad. Todo lo que hace el actor político para conseguir votos, simpatía en la población, aprovecharse, colgarse de la insuficiencia de los más necesitados, en esta sociedad del espectáculo o del presentimos como muchos lo denominan.
Los artistas no han sido aje- nos, también han caído en ese mal e inclusive hasta peor que los políticos, muchos de ellos tienen como propósito mantenerse vigente o estar en los chismes o como se dice en el argot peruano, “estar en boca de todos”, “lograr que la gente hablo mal o bien, no importa, pero lo importante es que se hable del artista”, entonces en búsqueda de ese mal encuentran a los niños como población vulnerable, inclusivo asisten con un equipo de prensa para publicitar su chocolatada.
En los últimos años se ha podido apreciar en las redes sociales el aprovechamiento que han tenido de la necesidad de la población. Celebramos y aplaudimos el sano compartir, la entrega desinteresada, la asistencia sin figuretismo.
Una escena en el que los necesitados puedan ser asistidos con un momento en el que puedan disfrutar de las fiestas navideñas, en el que los niños y niñas puedan recibir, pero sin ser expuesta su imagen, que nadie pueda aprovecharse de su necesidad.