Walter Paz Quispe Santos
Son numerosas las interpretaciones que historiadores y antropólogos han dado acerca de la “fiesta de las alasitas” y la figura del eqeqo [IQIQU]. Muchas han sido, y siguen siendo las páginas que se dedican al intento de dilucidar cuáles puedan ser los precedentes históricos, el simbolismo o la función social de tal conjunto de fiestas de los sueños que se llevan a cabo en diferentes fechas en todo el altiplano peruano – boliviano. Pareciera que la tradición de la lógica y la racionalidad occidentales se vieran puestas en entredicho por la permanencia de unas, a veces humildes fiestas populares que hacen del absurdo y lo poco serio, la fantasía y la miniatura sus principios ordenadores en el querer y el tener de la colectividad puneña.
En los últimos años, la miniatura como expresión de los deseos, aspiraciones, necesidades en la cultura andina ha jugado un papel esencial en la transformación de las identidades colectivas e individuales. En la fenomenología de la vida cotidiana se evidencian cada vez más patrones de comportamiento, entramados de valores y conjuntos de estilos de vida que han adquirido una dignidad de dos verdaderos protagonistas: el sujeto emergente y el imaginario colectivo a la luz de la fiesta de las alasitas y la figura del eqeqo [IQIQU].
Por imaginario colectivo entendemos el conjunto de flujos comunicativos, ideas y comportamientos, que han marcado profundamente la identidad y el desarrollo de los últimos años y que han definido nuestra cultura: desde una tienda de abarrotes a la tecnología de los ordenadores, de la construcción de las viviendas a los títulos y grados en la universidad, de la pareja a la empresa, de los vehículos motorizados a la adquisición de una propiedad o el tan deseado puesto de trabajo, etc. En cambio por sujeto emergente o más propiamente dicho “el cholo emergente” entendemos a la categoría de puneños que representa una realidad catalizadora desde el punto de vista social y cultural, demostrando ser capaz de interpretar estas nuevas sensibilidades que surgen paulatinamente del cumplimiento de estas utopías posibles, representando de este modo la materialización de esos deseos como la más cara consecución de esos sueños.
Ante la mirada del hombre andino o del estudioso actual, la miniatura en la fiesta de las alasitas se presenta como un acto de subversión cuyo sentido ha de procurar establecerse para que la aparente sinrazón de lo pequeño o “chiquito” como se conoce en el léxico puneño que encarna lo grandioso de las aspiraciones, -valga la litotes “pequeño muy grande”- pueda ser cumplida, y hacer así más llevadera la obligada convivencia de la gravedad de la razón con tan singular fiesta de los sueños. Sin duda las acciones se parecen mucho a la representación de un teatro popular o una comedia con inicio real triste pero con final imaginario alegre, o el juego de los niños que con sus juguetes desafían al logos, y éste ha de mantener su aparente predominio como una visión de futuro, una guía del desarrollo, una estrategia de movilidad social y también de la conducta.
La fiesta de las alasitas como contrapunto y desafío de la razón, ha provocado muchos y sutiles ejercicios de la razonabilidad que son las respuestas concebidas como nuestra propia modernidad, pensadas desde el interior de nuestras culturas frente a la racionalidad que siempre es impuesta mediante prácticas coercitivas. Es una forma muy particular que contrasta con otras fiestas donde predominan el recogimiento, la armonía y fraternidad cristiana, el ascetismo, la homogeneidad figurativa. Es tal vez la reinterpretación de estos modos a la luz de nuevas cogniciones socioculturales personales y colectivas que buscan la antítesis contemporáneas a las viejas tesis de la historia oficial para tener nuevas síntesis modernas, agresividades arbitrarias a lo común o normal y la represión institucional que signa lo cotidiano del poblador andino, o la lucha por la heterogeneidad figurativa frente a lo homogeneizante, hedonismo frente al comedimiento.
Existe en el hilo conductor que es el eqeqo [IQIQU] una búsqueda de una significación social común a las complejas y variadas acciones rituales que constituyen un entramado de trueques simbólicos, compraventas de objetos y otros que expresan algunas interpretaciones como, en primer lugar la identidad comunitaria en todos los aspectos del puneño de hoy, o sea es un mecanismo de expresión de la identidad y autoestima andina, en segundo lugar, se encuentra el carácter extremado de su oposición a la vida cotidiana y ordinaria, es decir, la fiesta de las alasitas es una especie de una válvula de escape de las tensiones mediante el cual se garantiza la persistencia del sistema social, según algunas interpretaciones, constituye el mecanismo más eficaz en el ajuste homeostático del sistema social; y finalmente, desde una posición más crítica, la fiesta de las alasitas expresan una subversión como habíamos dicho anteriormente, una subversión amenazadora del sistema social porque significan prefiguraciones simbólicas de sistemas o relaciones sociales futuras y posibles. En suma y desde una visión más ideológica diremos que es un procedimiento de acción colectiva para el cambio y la transformación social.
Ciertamente, la fiesta del eqeqo [IQIQU] se reproduce anualmente entre el idealismo de los anhelos aguardados y el materialismo del bien adquirido o deseo cumplido. Donde los mecanismos de “inversión” de los papeles sociales se dan por ejemplo cuando uno al desear un vehículo motorizado compra uno en miniatura, lo común sería comprarse uno de verdad. Luego viene la “invención” manifestada al crear situaciones posibles de movilidad social, los títulos, casas, riqueza, etc. Y claro, también, la “idealización y usurpación” de nuevos papeles de otros a nivel personal, familiar, o una nueva jerarquía social, es decir, figuras que corresponden a posiciones sociales distintas a las de uno. Estas energías vitales de este identikit original de nuestra cultura hoy usan los patrones del mercado, se imagina el futuro y edifica un nuevo cuadro de posibilidades y aperturas en la posesión o la ostentación imaginaria y se hacen en una especie de un marketing proyectual marcado por la arbitrariedad, el capricho, la singularidad, el gusto y la voluntad, la simulación y el deseo.
Finalmente, la fiesta de las alasitas quiérase o no, es un hijo, aunque sea un hijo pródigo del cristianismo, pero tiene un contenido social “religiosamente” definido por lo pagano. Este sincretismo festivo representa nuestro mejor imaginario colectivo y nuestra emergente realización personal. En puno y otras ciudades andinas, las casas, los animales, la fortuna, el trabajo, los carros, las propiedades entre otros responden a ese ejercicio del querer y el tener, no se puede tener sin querer, y querer sin tener. Querer y tener son como el anverso y el reverso de la cosmovisión andina.
Las “alasitas” es una metáfora significativa que resume la fiesta puneña de los sueños donde los “niños grandes” sueñan despiertos con “grandes” miniaturas y juegan a la compraventa con las monedas de sus deseos.