Walter Paz Quispe Santos/Mauro Eloy Sucapuca Cutipa
El artista Javier Luque Mamani tiene un ejercicio pleno y una personalidad definida en la acuarela. Debe ser la constancia en el oficio o la plenitud en la composición que lo hace destacable entre los acuarelistas. Sus cuadros destacan por el uso de la retórica de los contrastes, sobre todo claroscuros, donde aprovecha todas las tonalidades que el color le permite la expresión de la luz y también de la sombra; estos dos elementos básicos que en la acuarela son consustanciales al artista y la temática que aborda. Javier Luque ha conseguido excelentes acuarelas en el marco del realismo, así como un dominio de la técnica y sus personajes -que pertenecen a escenarios andinos- muestran su propio dinamismo y relación con el resto del escenario.
Un análisis por segmentos nos muestra que hay en él detalles complementarios que forman una totalidad por eso; el artista es un demiurgo o un deicida que se encarga de una creación permanente, no en siete días, sino cotidianamente, en el movimiento de los pinceles y la expresividad de las gestos o los indicios que pueden revelar ese tercer sentido tan buscado por los que tiene sus formas de ver la pintura. Por otro lado, el análisis de perspectivas nos muestra al artista muy cuidadoso en delinear sus sombras y los recorridos a los que nos invita caminar en los flujos y reflujos de sus cuadros, al igual que construcciones de las ciudades y pueblos recreados. En suma, hay un eje vertebrador o un hilo conductor que tiene su punto Aleph, y a partir de ese punto que se agita lo miramos integrador con tonalidades bien definidas desde la captación de la cercanía y la lejanía hasta la aparición de la bruma o los vientos, que simbolizan para la imaginación que después de lo visible viene lo invisible, continuidades imaginarias que trastocan, recurrencias proyectadas que subliman, trayectorias que ejercitan la mente, cogniciones artísticas que reinventan a eso que los críticos le llaman “brillo” dentro de los cánones de la estética. Javier Luque es un nato creador, un fino inventor de historias y realidades que transfiguran y cumplen con la misión del arte de inquietarte y sorprenderte en sus destellos de luz y en las oquedades de la sombra.
Tengo el honor de ser su compañero en la Escuela Superior de Formación Artística de Puno, a la que yo siempre llamo Escuela de Arte de Puno, donde las nuevas generaciones de estudiantes se nutren de su sabiduría y las reminiscencias del gran legado de la tradición pictórica, también de su estilo, sus prioridades y la belleza artística que es el fin último de la acuarela.
En el año 2010, la primera mención honrosa dada en el XXIII Concurso Nacional de Acuarela pro unámonos “Jaime Rey de Castro” Arequipa, fue para él; en el año 2013 ganó el premio Acuarela de la primera bienal de pintura “Brisas de Titicaca”; también el premio Francisco Montoya Riquelme; en el 2014, fue segundo premio del 42 Salón Nacional de Acuarela ICPNA Lima; en el año 2015, el primer premio de acuarela de la segunda bienal de pintura “Brisas del Titicaca”; fue premio Francisco Montoya Riquelme; y, finalmente, en el año 2016, primer premio de pintura del primer concurso Virgen de la Candelaria, mientras que en el 2017 fue finalista de la primera bienal internacional de la acuarelas Kipus Cochabamba Bolivia.