Es una de las celebraciones más importantes del calendario puneño y gracias al empuje de los residentes conimeños se celebra con gran pompa en la capital desde la década de los noventa. La fiesta en honor a San Miguel Arcángel en Lima cada año gana más adeptos y este 2019 la vivimos así.
Angie Yoshida. Fotos / Paul Puga.
Al ritmo de las expresiones culturales más representativas del altiplano, el pasado 29 de setiembre, la Central Folklórica Puno, en el distrito de Ate, fue escenario de la gran fiesta en honor a San Miguel Arcángel, santo patrón del distrito de Conima. Aunque los orígenes de esta celebración se remontan a las añoranzas por esta tierra tan lejana y querida, actualmente reúne a cientos de devotos, entre conimeños residentes en la capital y conimeñistas de puro corazón, todos en un mismo sentimiento.
Desde tempranas horas de la mañana, en los alrededores de la parroquia Nuestra Señora de la Esperanza, se podía observar a las primeras agrupaciones —bandas de metal y conjuntos de sicuris— anunciando su llegada; mientras que al interior del templo, los alferados 2019, Lizandro Quispe Capajaña y María Condori Aliaga, junto a otras familias conimeñas, oían atentos la Palabra de Dios. Concluido el acto litúrgico, la apacibilidad de la avenida Los Quechua se transformó en un derroche único de color y alegría, que rápidamente captó la atención de curiosos vecinos. Encabezaba el pasacalle, Sociedad de Sicuris Conima – Base Lima con su característico poncho rojo. Al compás de las melodías más tradicionales de la “Eterna Primaveral”, los acompaña un ramillete de bailarinas, que con sus vistosos atuendos representaban la belleza de las rosas y la grandeza de la papa nativa conocida como imilla negra.
El ingreso de la sagrada imagen al coliseo se realizó con absoluta solemnidad y al ritmo del tradicional j’ocho. Una vez ubicada el anda junto al escenario, cada una de las agrupaciones desfiló ante ella y presentó su saludo. Una a una, danzas como la morenada y la kullahuada deleitaron a los presentes con sus elegantes pasos y ágiles movimientos.
Luego del almuerzo ofrecido por los alferados y con la animación de Miski Pankarita, las agrupaciones volvieron al escenario para su presentación oficial. El primer conjunto en hacerlo fue Sociedad de Sicuris Conima – Base Lima, que en esta oportunidad interpretó emblemáticos huaynos como “29 de setiembre” y “Velaciones”. Más tarde, la Banda Intercontinental Mi Perú, la Banda regional 10 de Octubre, la Banda Real Expresión Mallkus y la Gran Banda Proyección fueron el marco musical de las danzas de luces, encabezadas por la Fraternidad San Miguel de Conima, que deleitó a los asistentes con su brío y elegancia. A ellos se sumaron la Real Morenada Central Mallkus y la Morenada Expresión Puneña. También destacó la presencia de asociaciones de residentes de Tilali, distrito aledaño a Conima, como la espectacular Unión Juventud Central Tilali y la Morenada Central Tilali. Tampoco faltó a esta importante cita el conjunto de sicuris Qhantati Ururi – Base Lima, filial de la agrupación más afamada del distrito, con cuyas composiciones han crecido y se sienten identificadas varias generaciones de conimeños.
Al caer la noche, se anunció a los flamantes alferados 2020, don Leonidas Pomari y su señora esposa, Haydee Calderon. “Hermanos conimeños, gracias por la oportunidad que me dan hoy para poder venerar con la bendición de Dios a nuestro patrón San Miguel. Gracias hermanos de Conima, Tilali y todas las parcialidades. Quisiera al año siguiente que me acompañen de la misma manera como hoy hemos acompañado a nuestro hermano Lizandro y a nuestra hermana María”, expresó el señor Pomari, quien luego fue ovacionado con su respectiva diana. La algarabía se prolongó hasta altas horas de la noche y el cacharpari, a cargo de Los Hijos de Moho, puso a cantar y bailar al público clásicos como “Malas voluntades”, “Piénsalo Mucho”, “Agüita de Putina” y como no, el himno de los conimeños, “29 de Setiembre”.
Un año más, la fiesta en honor a San Miguel Arcángel afirmó el fuerte arraigo que tienen no solo los migrantes conimeños, sino todos los residentes del altiplano en Lima, quienes volvieron a estrechar lazos unidos por la fe y el amor a sus costumbres. Además de contagiar a quienes no nacieron en esa tierra bendita, la devoción al santo patrón y una profunda admiración que crece al son de su música y danza, como garantía de vigencia en el tiempo.