“Si la veo, la mato”: crónica del crimen de Celia Mamani

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Con Vladimir Hegel Medina, Quizá tras las rejas y Celia Mamani Noa en un cajón, los investigadores han logrado establecer hasta qué punto los celos carcomían la mente del varón y cómo este la golpeó con pesas para hacer ejercicios en la cabeza e impidió a la joven practicarse un chequeo médico que pudo salvarle la vida.

De la misma manera, se supo que Celia volvió al lado de Vladimir malherida y, tras ello, jamás volvió a ser vista con vida por su familia. ¿Qué más pasó entre el 11 y el 19 de agosto entre los dos? ¿Qué circunstancias llevaron al fallecimiento de ella? Se repasan los hechos.

ENFERMO DE CELOS

En el amanecer del 11 de agosto del 2024, Celia Mamani Noa llegó a la habitación que compartía con Vladimir Hegel Mamani Quiza. Él dormía en un sillón y ella, afectada por el licor, pasó de largo y se fue a descansar luego de una noche agitada en la ciudad de Puno.

No le dieron mucho tiempo para descansar, pues, más o menos, a las 7:40 de la mañana, Vladimir la despertó, no con un beso como suelen hacerlo las parejas, sino a golpes e insultos. “Eres una perra, ¿dónde estabas?” le dijo y procedió a coger unas mancuernas (pesas).

Vladimir la golpeó repetidas veces en la cabeza con las pesas, la arrastró de los cabellos mientras la insultaba y la seguía hiriendo. Sin exagerar, Celia pudo morir en ese momento a manos de Vladimir, pero Celia, la cuñada de Vladimir, tocó la puerta alarma[1]da por los gritos y el llanto.

Fue una intervención providencial, pues interrumpió un grave crimen en curso. Tras la brutal agresión, Vladimir se fue a continuar la borrachera con sus amigos y Celia llamó por teléfono a su hermana.

AUXILIO

En Atuncolla, a 40 minutos de la ciudad de Puno, Marily Mamani, la hermana de Celia, recibió el llamado de auxilio. Estuvo en el lugar en cuestión de horas. “Me duele la cabeza”, le dijo Celia mientras le contaba lo sucedido.

Estaban en un parque cercano a su casa. Su habitación no estaba para recibir visitas. Había manchas de sangre regadas en medio del desorden. Celia estaba decidida a separarse a tal punto que ese día, junto a su hermana, buscó una habitación para una nueva vida y, mientras buscaban, su hermana la convenció de denunciar la agresión a la policía “Lo voy a pensar”, decía Celia mientras caminaban.

Por momentos se quejaba por su cabeza; por momentos le contaba que Vladimir se embriagaba constantemente y la acusaba d tener un amante, y al caer la tarde, le dijo que estaba decidida a denunciarlo.

LA DENUNCIA

Los policías tomaron la denuncia y recogieron información a la que tuvo acceso esta publicación. Un efectivo le dijo a Celia que su salud era lo más importante y la envió al hospital Manuel Núñez Butrón. En el hospital, la revisión médica fue superficial, y los documentos solo mencionaban que presentaba marcas de golpes.

Al despedirse de su hermana esa noche, Celia comentó que buscaría un hospedaje porque temía encontrarse con Vladimir No cumplió su palabra, pues su madre la encontró en la habitación donde fue golpeada y se la llevó a Atuncolla, su lugar de origen. Era 12 de agosto y en ese lugar, Celia pasó las últimas horas con su familia, comiendo, conversando y aparentemente recuperándose.

“TIENES UN AMANTE”

Durante todo este tiempo, Vladimir no dejó de llamarla, insistiendo en que confesara que tenía un amante. También llamaba a sus hermanos, advirtiéndoles que la cuidaran y que, si él la veía, la mataría. Lo que quizá nunca se aclare es por qué Celia, a pesar de todo, tomó la funesta decisión de regresar a la habitación de Vladimir y por qué su familia permitió que se fuera.

El punto es que les dijo que extrañaba a sus mascotas y se despidió de su familia el 13 de agosto, a las 11 de la mañana. Lo último que supieron es que, en la primera ocasión que pudo, Vladimir le quitó los documentos de la denuncia, entre los que tenía una orden para un examen médico.

COARTADA

Ese 13 de agosto, horas más tarde, los hermanos de Celia recibieron una llamada de Vladimir. El joven les dijo que Celia estaba desaparecida. Los culpaba por su desaparición; no obstante, cuando llamaron al celular de Celia, se percataron de que Vladimir tenía su celular.

El 14 de agosto, Vladimir se comunicó nuevamente, pidiendo que presentaran una denuncia por desaparición. Incluso acordaron reunirse en una comisaría, a la que él jamás acudió.

REAPARECE EN JULIACA

Eran las 6 de la mañana del 15 de agosto, cuatro días después de la golpiza, cuando una doctora del centro de salud del Cono Sur de la ciudad de Juliaca vio a una paciente cargada en ambos brazos por una pareja (varón y mujer aún no identificados plenamente).

La paciente salivaba sin control y balbuceaba palabras incoherentes. Le preguntó por su nombre y no obtuvo respuesta. Lo mismo ocurrió con su DNI, dirección, nombre de algún familiar y otros datos. Por su gravedad, la doctora la trasladó al hospital Carlos Monge Medrano. En tanto, la pareja, clave para el establecimiento de los hechos, se esfumó sin dejar rastro.

“EL DETECTIVE”

Ese mismo día, el 15 de agosto, Vladimir llamó a Marily para decirle que contrató a un detective que ubicó a Celia en el hospital Manuel Monge Medrano de la ciudad de Juliaca. ¿Cómo llegó Celia a Juliaca? Según fuentes policiales, se maneja la hipótesis de que Vladimir pretendía entregarla a su familia para desentenderse de las consecuencias.

Sin embargo, en el trayecto, el estado de Celia empeoró dramáticamente, y Vladimir decidió dejarla en el hospital de Juliaca, donde fue con el cuento de que se había envenenado, mientras que para la familia de Celia se inventó a un supuesto detective.

GRAVE

A los familiares de Celia poco les importaba el detective, el amante o el mismo Vladimir. Solo querían saber sobre ella y fueron a Juliaca. La encontraron in[1]consciente. La joven tenía un traumatismo encéfalo craneal y le faltaba un pedazo de oreja.

¿Cómo habían pasado tres días sin recibir atención médica adecuada? Mientras la familia intentaba averiguar lo sucedido, Vladimir pasó a la clandestinidad para ocultarse en un hospedaje, donde fue capturado días después.

En tanto, Celia, a los 25 años, con una carrera de enfermería técnica, agonizaba en medio del desinterés. Ella falleció el 17 de agosto debido a complicaciones cerebrales y en otros órganos.

Días después, la familia de Celia llevó su féretro a la puerta de la casa de la familia de Vladimir. Las madres de ambos se golpearon mutuamente. Vladimir tenía problemas psicológicos y nunca buscó ayuda, y Celia tampoco denunció todos los maltratos.

La madre de Vladimir sabía de las golpizas, pero hizo poco o nada. No se trataba de un descuido de horas ni de días; era una tragedia que se fue cocinando a fuego lento durante años.

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