Por: Carol Briones Martínez
Esta semana, la nota la dio el ya famoso Pedro Moral y su novia de los 170 mil dólares, Sheyla Rojas. La comidilla de las declaraciones del novio abandonado por “misio” llenó las primeras planas de algunos medios, acaparó noticias y dio material para cientos de memes. Así que lo aprovecharemos para esta breve columna.
Más allá de las diversas opiniones sobre si lo sucedido es verdad o no, aquí hay un detalle interesante que podemos analizar.
El novio abandonado ha demostrado su debilidad por las mujeres bonitas, esas que puede lucir y que le regalarán prensa.
Y la chica “reality” tiene una lista de desencuentros amorosos también públicos. Proveniente de una familia de clase media, avanza televisivamente cuando se convierte en rubia y se apoya en algunas cirugías cosméticas.
Desde ese momento no se resignará a tener menos de lo que siente que merece. Pero, ¿alguno de los dos personajes merece tanta atención? En lo personal, los atiendo para usarlos como modelos de lo que no queremos que nos suceda.
El problema aquí proviene de la autoestima de ambos personajes, convertidos en divos por los medios y algunos fans confundidos con el marketing que los rodea. Sus afanes entonces, son tener todo lo que el dinero puede comprar.
Pero sus merecimientos se apoyan en un solo elemento, el físico. Por eso, la necesidad de cuidar su cuerpo y rostros a toda costa. Pero qué sucede cuando todo eso desaparece. No queda nada y terminan pasando al olvido, siendo sustituidos por otra cara novedosa.
¿Dónde radica el problema? Pues, en que nuestros niños y jóvenes los toman como referente, pero resultan ser un referente incompleto.
La autoestima es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nuestra persona, hacia nuestra manera de ser, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter.
En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos.
Si nuestros niños y jóvenes toman como referentes a personajes que basan su autoestima en los artificiales y fabricados rasgos de su cuerpo, olvidando los rasgos de su carácter y los elementos de control emocional indispensables para el adecuado desarrollo personal; estamos condenados a vivir con “Barbies y Kens” y a llevar a nuestra pobre educación a niveles aún más inferiores.
Seguiremos siendo el cuarto país más ignorante del mundo y quizá nuestra única competencia será quitarle a México el primer lugar.
Ya sabemos lo malo. Ahora debemos trabajar para transformarlo. Educa desde el vientre; lee para que tus hijos te imiten; niégales el acceso al celular y permíteles crecer vinculados al aire libre y los animales, desarrollarán así habilidades sociales y empatía; hazlos escuchar música, buena música, eso estimula su cerebro.
Diles cada día que los amas y los quieres felices, hazlos mirarse al espejo y descubrir todo lo bello que tiene su cuerpo, lejos de estereotipos, y sin ensalzarlos y convertirlos en princesas y príncipes; pero amando honestamente su cuerpo y aceptando sus defectos. Nadie es perfecto.
Y por supuesto, aléjalos de los realitys y verás cómo nuestro futuro estará seguro en manos de gente tolerante, amante de la naturaleza, respetuosos de los animales, capaces de ver a los ancianos como fuente de sabiduría y no estorbos; gente que entiende que el éxito es la felicidad.
*Coach empresarial y de vida