Escribe: Carlos Peña Julca
Hace un tiempo atrás decíamos que el país no podía sostener un régimen estable que garantizara seguridad y confianza a los ciudadanos. Esto, como consecuencia, derivaría en una pérdida significativa de derechos fundamentales, dificultando que la mayoría de los peruanos accedan a servicios básicos en salud, educación, alimentación y vivienda. Sin estabilidad ni orden, y sin rutas claras hacia el desarrollo, el costo para los sectores productivos y para la sociedad en su conjunto sería altísimo. Culminado el 2024 con el agravamiento de la situación del país, la profundización de la crisis del Estado neoliberal, la descomposición moral y la decadencia que afecta a la sociedad, la entronización de la corrupción, la criminalidad, el sicariato, la inseguridad que afecta a los peruanos y peruanas. Con la prepotencia de la dictadura mafiosa instalada en el gobierno y el Congreso que actúa con alevosía para prolongar su permanencia y tener impunidad frente a los casos de corrupción y violación de los derechos humanos que la comprometen. Lo preocupante es que esta situación no va a tener solución a corto plazo, en tanto las fuerzas llamadas a abrir un nuevo rumbo al país, se muestran incapacitadas para ello. Las organizaciones de izquierda y progresistas en su gran mayoría no cuentan con estructuras fuertes, ni con solvencia programática, ni con influencia en los sectores populares. Domina la visión estrecha, el interés de coyuntura, la obsesión por la ventaja electoral; en consecuencia, la dificultad para unirse en torno a un proyecto de país y accionar con coherencia.
Asimismo, el movimiento popular continúa fragmentado y a la defensiva. Los estallidos sociales que se han registrado han sido de carácter espontáneo, no han logrado continuidad ni centralización, además han sido golpeados por la brutal represión de la dictadura. La paradoja es que la inmensa mayoría de la población repudia a la dictadura, expresa su descontento con la situación del país, se pronuncia por la necesidad de cambios profundos. Pero desconfía de todos los actores políticos, de la política y los partidos. Desconfianza, indignación e incertidumbre es lo que caracteriza al estado de ánimo de la población, ambiente que, en ausencia de una alternativa popular, puede ser terreno favorable para el crecimiento de posiciones ultrarreaccionarias, incluso fascistas.
Los partidos progresistas y de izquierda tienen una gran responsabilidad en todo esto, deben hacerse una seria y honesta autocrítica y tener el coraje de enmendar rumbos. La situación del país no se va a resolver en automático, sin la acción de fuerzas de vanguardia que señalen el rumbo, recuperen la confianza de las masas, trabajen en el corazón del pueblo.
El 2025 trae enormes desafíos y responsabilidades a todos quienes apostamos por un país distinto. Podría transcurrir sin una ruta clara ni un rumbo definido, lo que representaría un costo negativo para el crecimiento y desarrollo del país. Ante esta situación, hacemos un llamado a los peruanos que apuestan por el futuro del país para establecer un Nuevo Pacto Político, Social y Económico. Este pacto debe democratizar las estructuras sociales y priorizar metas urgentes, como combatir la anemia y la desnutrición infantil, reducir la inseguridad alimentaria, implementar una red básica de prevención en salud, garantizar el orden y la seguridad para las actividades empresariales y diseñar un plan mínimo de desarrollo que reduzca la inseguridad, la desigualdad y la pobreza.
Como dice Salomon Lerner: “Estamos seguros que hay peruanos destacados en el Poder Judicial, el Ministerio Público y las Fuerzas Policiales que, con honradez, pueden liderar la lucha contra la corrupción, la extorsión y el sicariato. Es imprescindible moralizar la política para combatir estos flagelos”.
A las fuerzas políticas les corresponde un papel fundamental en la definición de un rumbo para el país, priorizando el bienestar general y promoviendo valores éticos universales y democráticos. Necesitamos un diálogo participativo que incluya a trabajadores, empresarios, y ciudadanos de todas las regiones. Solo así podremos construir un proyecto nacional de desarrollo basado en la equidad, la justicia social y el respeto por los valores que han forjado nuestra nación.
¡Otro Perú es posible, unidos podemos lograrlo!