Corrupción: ¿ayer, hoy y mañana?

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No cabe duda que el problema más acuciante del Perú desde su fundación es el de la corrupción. Ésta parece haberse instalado en todos los niveles de la vida nacional. Es la pandemia que nos persigue desde nuestro nacimiento y de la cual aún no podemos librarnos. No importa qué modelo adoptemos, qué reformas hagamos, si no somos capaces de combatirla efectivamente y librarnos de ella, no habrá cambio posible. Muchas veces se piensa en las profundas reformas o transformaciones que son necesarias para enrumbar al país por la senda del desarrollo, el bienestar, la justicia social, etc. Pero nunca, ningún programa político ha pensado seria y profundamente en cómo combatir y erradicar efectivamente la corrupción en el Perú.

Mientras eso no sea posible, todo intento de cambio será superficial y anecdótico porque dentro de unos años estaremos, como hoy, presos del desconcierto, la sorpresa, la vergüenza y el estupor. Un proceso de transformación de la sociedad debe tener como núcleo de su propuesta el combate abierto y sin cuartel contra la corrupción.

Si algo hemos aprendido de los casos, hasta ahora conocidos de corrupción, es que ésta ha socavado las bases mismas del Estado, el empresariado y de la sociedad en su conjunto. Gobiernos de todos los matices y todos los niveles (nacional, regional y municipal) cayeron rendidos ante el poder del dinero fácil, la prebenda y la angurria. Aquí no hay inocentes. La corrupción no solo tiene un costo económico, sino que también dificulta la implementación de políticas públicas, fomenta la desigualdad y socava la democracia y el estado de derecho.

En los últimos 40 años la historia política del Perú ha ido cayendo en un proceso de descomposición cada vez más fuerte del que parecía no existía salida. Lo que se ha revelado hasta el momento no sólo nos muestra que la cleptocracia no conoce de ideologías, sino que sobre todo, nos ha enseñado la profunda miseria de aquellos que alguna vez nos gobernaron. El sentimiento omnipotente de creerse por encima de todos los demás al punto de preferir, en algunos desquiciados casos, la muerte antes que aceptar sus culpas. Valientes en el poder, cobardes al momento de afrontar responsabilidades.

Sin embargo, todo este proceso de limpieza que debemos apoyar recién inicia y existe una poderosísima presión y fuerza porque se detenga. Como todo ser que se ve amenazado, las mafias que detentaron el poder durante tanto tiempo, se rehúsan a morir. Somos testigos de los múltiples obstáculos que colocan a las investigaciones, de los blindajes y las jugarretas para lograr la impunidad.

Por eso, es fundamental el apoyo que desde la sociedad civil se pueda brindar a quienes se juegan la vida porque sepamos todo lo sucedido en estos terribles años. Se debe fortalecer las instituciones encargadas de prevenir, detectar y sancionar la corrupción, como la Contraloría General, la Fiscalía y el Poder Judicial, garantizando su independencia. Sin embargo, la lucha contra la corrupción es un esfuerzo a largo plazo que requiere el compromiso sostenido de las autoridades y la sociedad.

La esperanza que tenemos es que nunca más volvamos a ser condescendientes con el robo y la impunidad, que nuestra relación con el servicio público cambie de una manera significativa y comprendamos que parte esencial de la ciudadanía es involucrarse en los asuntos públicos que implican el bien común.

Entre Líneas

Por: Carlos Peña Julca

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