Escribe: Oscar Enrique Pino Ponce
Dicen que en el Perú uno no puede aburrirse porque cada vez que se cae en monotonía, surge un hecho casual o intencional que llama la atención y descuadra nuestra zona de confort, Arequipa también contribuye a éste sentido patriótico con su cuota de humor. El aeropuerto arequipeño que lleva el nombre de Alfredo Rodríguez Ballón (ARB), en honor al insigne aviador arequipeño impulsor de la aviación civil en el Perú y que falleciera luego de participar en la guerra contra Colombia en 1933, está distante del centro de la ciudad de Arequipa, a un promedio de 40 minutos, pero dista acaso mucho más de su atención y cuidado. De “internacional” solo tiene el letrero desvencijado y ahora se ha convertido en uno más de los reductos que usualmente abandona el Estado centralista.
Aeropuertos Andinos del Perú (AAP) el consorcio peruano-argentino tiene en sus manos éste aeropuerto desde al año 2011, y cuyo contrato suscrito dentro un segundo grupo de aeropuertos concesionados, vencerá el año 2036. A la fecha su inversión no pasó de ser ornamental, pero en lo operacional es simplemente “una lágrima”. Como se recuerda, equipos de iluminación fueron acondicionados en el año 2020 precisamente para apoyar el tráfico aéreo durante las lluvias prolongadas (como ahora), pero 4 años después con motivo del escandaloso é internacionalmente vergonzoso apagón del Jorge Chávez en junio del 2024, CORPAC ordenó desmantelar sus luces de emergencia junto al de Talara para socorrerlo. El ARB siempre ha sido un punto vulnerable, no solo por la falta de fiscalización en su inversión, sino por haber sido el foco de protestas sociales, como el último en diciembre del 2023 cuando manifestantes derribaron su endeble cerco perimétrico, dicho sea de paso, tan débil como las propuestas de la máxima autoridad regional. En efecto, durante sus viajes a Lima, al gobernador jamás se le ocurrió proponer la adquisición de un radar para monitorear los vuelos en cierro cerrado, ó una propuesta de ampliación de las diversas áreas, la extensa pampa actual es un desperdicio y comparativamente hablando, un stand de cualquiera de las cadenas de farmacias o de comida chatarra, tiene mayor capacidad y mejor distribución que el ARB; ¿Tan difícil es mostrar carácter en las tertulias con la inefable Dina las que ostenta por anga y manga, o buscar alianzas estratégicas?, definitivamente este tipo de proyectos no son prioritarios para el titular regional cuya gestión sí debe ser declarada en emergencia por catástrofe. Igual de preocupante es el silencio cómplice e inacción absolutos de la clase dirigencial arequipeña, empezando por la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa (que funge ahora de conserje del fallido Centro de Convenciones Cerro Juli), que a pesar de ser los más afectados y ver en riesgo el destino de eventos y convenciones, solo esperan que pasen las lluvias para reaccionar.