Por: Oscar Pareja Castro
De puro milagro en estos dos años de gobierno, la economía nacional es una de las más sólidas en Latinoamérica, aunque para ser reales, el gestor en esta proeza es Julio Velarde, presidente del directorio del Banco Central de Reserva, aunque a muchos pueda molestar.
Es un hecho fenomenal finalizar dos años de gobierno de la presidenta Dina Boluarte con un crecimiento económico por encima del 3 %, pese al inmanejable incremento de la delincuencia, el aumento de la pobreza y pobreza extrema, el hambre y la falta de empleo formal. Sumado a estos graves hechos sociales que afectan directamente a los ciudadanos comunes, está la crisis política, principal motor de la inestabilidad en el país. Son dos años en los que Boluarte ha acudido al Congreso para permanecer en el poder y así gobernar a cambio de hipotecar la institucionalidad en el país. No solo ha permitido que el Parlamento maneje ingentes cantidades de dinero, se incremente bonos, sino que norme a medida y modifique la Constitución en favor de grupos de poder.
Pese a un escenario alentador en materia económica, especialistas han advertido que el déficit fiscal por encima de los parámetros predeterminados sería perjudicial para el país en el futuro. Entre los aspectos curiosos de los dos años de Gobierno de Boluarte, es que la mandataria ha señalado que la asunción al cargo ha sido un triunfo para la democracia.
Es difícil pensar en democracia mientras se ataca a la prensa o se mata a más de 50 personas producto de la represión por permanecer en el poder.
Y es este gobierno con una apabullante desaprobación que no opera solo, sino que lo hace con un desacreditado Congreso y algunos gobernadores regionales que no se quedan atrás, y están ahí para lustrarle las botas a la mandataria. En el sur, el rechazo al gobierno es contundente, sin embargo, un personaje visible que cada vez que puede sale en su defensa, es el gobernador de Arequipa, Rohel Sánchez, quien tras la crisis al inicio del gobierno de Boluarte, pidió su renuncia.
En pocos meses la autoridad regional cambió de posición y respaldó un gobierno manchado con la sangre de varias decenas de peruanos que fueron asesinados, pese al rechazo unísono de la población. ¿A cambio de qué?
El balance de los dos años de Boluarte es extenso en innumerables aspectos negativos, porque la máxima investidura del país es a lo lejos un personaje decorativo, manipulable, como mucho de sus seguidoresy aliados políticos.
Es casi imposible resaltar en los dos últimos años resultados positivos de un mandato manejado por el Congreso, exactamente por líderes de partidos políticos como Perú Libre, Fuerza Popular, Alianza Para el Progreso, entre otros.